02:33 pm 7 de Enero 2013 Denver, Colorado
Luego de aquella desagradable sorpresa, mi cuerpo empezó a sufrir fuertes calambres, por lo que los chicos tuvieron que ayudarme a subir al asiento trasero del auto.
No sabía qué carajo me había inyectado, pero hasta donde sabía, X 77 podía darse el lujo de matarme, así que quizá fuera una enfermedad leve, o un nuevo tipo de parásitos.
Sin embargo, fuera como fuera, el cansancio me invadió durante el camino y no tardé en caer rendido.
02:41 pm 7 de Enero 2013 Denver, Colorado
Desperté con una fuerte migraña y la boca seca. Seguía estando en el asiento trasero y JDM conducía con normalidad. No obstante, de un momento a otro, me incliné hacia adelante, rodeé su cuello con mi brazo derecho y lo ahorqué con todas mis fuerzas.
Sentí cómo se agitaba con desespero y traté de detenerme, pero por alguna razón solo logré aplicar más presión hasta ahogarlo.
Finalmente, conseguí soltarlo y mi cuerpo se movió hacia Keeper, quien dormía plácidamente junto a mí. Mis dedos se cerraron en torno a su garganta, y a pesar del esfuerzo que hice por detenerme, comencé a estrangularlo hasta que, segundos después, dejó escapar su último aliento y me giré hacia Vanessa.
La chica estaba acurrucada en la esquina contraria del auto, tratando de hacerme razonar con sus palabras, aunque al darse cuenta de que era inútil, logró bajarse a tiempo del vehículo.
En ese instante, sentí que algo me impactaba en el brazo y me giré. Había sido un disparo de Victoria, haciendo que me detuviera en seco. Eso me enfureció en sobremanera y... No recuerdo nada más.
02:41 pm 7 de Enero 2013 Denver, Colorado
—¡Freider, despierta! —gritó Vanessa, sacudiéndome por los hombros.
—¿Por qué? ¿Qué ocurre? —di un fuerte respingo.
—Te estabas moviendo mucho y creí que tenías una pesadilla.
—Sí, la tuve, aunque debió ser por esa maldita inyección —me froté los ojos con el dorso de la mano y bostecé.
—¿Y qué soñaste? —me miró con esos expresivos ojos azules, y me sentí incapaz de contarle.
—No lo recuerdo —mentí, evadiendo su mirada.
No obstante, la chica se inclinó hacia mí y trató de tomar mi barbilla con sus dedos, pero en el último segundo, JDM giró el volante con brusquedad, haciendo que nos separáramos de golpe, y luego lo vi riéndose a carcajadas a través del retrovisor.
—¡Oigan, tortolitos! Nada de escenas para mayores en el auto —exclamó, aguantando la risa—. Ah, y para que sepan, tomaremos un desvío por Salt Lake City.
—¿Un atajo? —inquirió Vanessa, mirándolo con rabia.
—No realmente; el viaje es más largo, pero vamos por una ciudad pequeña, así que habrán menos peligros —contestó Victoria.
—Así que sabes geografía. Tienes suerte, José, tu novia es inteligente -me burlé.
—Esto... Nosotros no somos nada.
—¿Ahora no somos nada? —reclamó ella—. Bueno, si tú lo dices —cruzó los brazos.
—Quiero decir que... yo... tú... es que... oh, mierda.
Mi venganza había sido solemne, por lo que Vanessa y yo comenzamos a reírnos a carcajadas. En ese instante, José dio otro giro brusco con el auto y nos estampó contra las puertas, al mismo tiempo que Itay tuvo que hacer un milagro para no caerse de la cabina.
Omitiendo lo anterior, el camino en sí estuvo muy tranquilo. Solo vimos unos pocos infectados, y todos estaban a demasiada distancia de nosotros como para necesitar dispararles.
03:19 pm 7 de Enero 2013 Salt Lake, Colorado
Al cabo de un rato, optamos por estacionar junto a la vía y descansar por unos diez minutos antes de volver al camino. Sin embargo, al bajar del vehículo, supimos que nos hallábamos en un pequeño barrio, y vimos que frente a nosotros se erigían varias casas.
Como de costumbre, los chicos y yo solo necesitamos intercambiar unas pocas palabras para ponernos de acuerdo en el procedimiento, y sin rodeos, nos dirigimos a la fachada de la casa más próxima.
En seguida, Itay abrió la puerta y entró junto a José, mientras que yo caminaba para montar guardia a lo largo del perímetro. Todo parecía estar en perfecto orden, hasta que llegué al final de la calle y observé unas sombras moviéndose en el interior de otra casa.
Dudé por unos instantes, pero finalmente tomé una decisión. Me acerqué a aquel lugar tratando de no hacer ningún ruido, y entré. Sin embargo, una vez que atravesé la puerta, observé paralizado a un grupo de cuatro hombres heridos de gravedad, tratando de sujetar a dos mujeres infectadas. Estas les mordían los brazos con furia, al mismo tiempo que ellos luchaban por inmovilizarlas.