El imponente edificio de la escuela era un infierno cuando llegabas tarde. Ocupaba toda una manzana, y su aula se encontraba en la otra punta de la puerta de ingreso.
Se había quedado dormida. Y ahora corría por el pasillo con la esperanza de llegar al aula antes del segundo timbre de aviso.
Habían vuelto tarde de la cena y no escuchó el despertador esta mañana. No era una persona madrugadora, las noches era su momento del día. Disfrutaba la quietud del mundo a su alrededor y la compañía de la luna. Algunas noches se quedaba horas observándola a través de la ventana de su habitación.
Un cuerpo apareció en su camino y se dio de lleno contra él. Rebotó y fue a parar directo al piso.
¡Mierda! Eso dolió.
—Perdón. —Dijo mientras se miraba la rodilla.
—Fíjate por donde vas, princesa.
El tono hostil hizo que mirara hacia arriba. Se encontró con unos fríos, y muy enojados, ojos grises.
—Perdón. —Repitió.
El chico la ignoró y siguió caminando.
¡Wow! Qué carácter.
Otro chico la ayudó a levantarse.
El segundo timbre sonó y eso le recordó que estaba llegando tarde. Le agradeció y corrió hasta su aula.
Mei la observaba recuperar el aire.
—Me quedé dormida. —dijo entre jadeos cansados.
—Me imaginé.
—Corrí desde la entrada y me choqué con el antisocial de quinto. Y me lastimé la rodilla.
Volvió a mirarse la herida.
—Vas a sobrevivir. Ver a Pupi caer en mitad del pasillo. ¿Cómo me perdí eso? Espero que este en Instagram. —Mei sacó el celular.
—Muy graciosa.
—Escuché que no funcionó ningún plan para expulsarlo. —dijo Camila, desde el asiento de adelante.
—¿A quién?
—Al antisocial de quinto.
—¿Y por qué quieren expulsarlo?.
—Porque es becado. —sentenció Mei.
El colegio aceptaba, cada año, cinco alumnos becados para primer año, era la forma de hacer caridad. De esos cinco, era un porcentaje muy bajo el que llegaba a la graduación. La mayoría no soportaba el peso social y el ser discriminado por el resto del alumnado. Y el otro tanto, no conseguía mantener las notas para seguir mereciendo la beca. Los becados no podían tener menos de promedio nueve. Era mucha presión para un adolescente, y el colegio era demasiado exigente. Ella apenas conseguía aprobar, y A veces ni eso.
—¿Llegó a quinto siendo becado? —se sorprendió. Lo había visto un par de veces, pero siempre solo, pensó que era antisocial, nunca sospechó que era becado. La mayoría no pasaba de tercer año.
—No habla con nadie, y los tres primeros años formó parte del equipo de rugby. Según Hernán, era muy bueno y eso lo mantuvo a salvo. El año pasado, de un día para el otro, decidió abandonar el equipo y los chicos no han podido conseguir que se vaya, todavía.
Pupi recordaba haberlo visto en los partidos, pero no había notado que ya no formaba parte del equipo. ¿Por qué alguien dejaría aquello que lo mantenía a salvo?
—El chico es toda una leyenda en el colegio y Pupi no está ni enterada. —se burló Mei.
—No vivo del chismerío.
—No, el chismerío vive de nosotros. Hola Pupi. —Joaquín se acercó y le dio un sonoro y coqueto beso en la mejilla. —¿Te quedaste dormida?
Quiso poner distancia entre ambos, pero el estar sentada y tener a Joaquín prácticamente sobre su escritorio lo convirtió en una tarea sumamente difícil.
—Sí.
Joaquín era divertido, pero cuando se ponía en plan de conquista era insoportable. Era el chico lindo del colegio. El número uno. Que Pupi lo rechace de forma constante le había dado la fama de «perra». Obviamente el apodo se lo habían dado todas aquellas chicas que querían a Joaco y el rechazaba públicamente, haciendo una escena de que solo tenía ojos para Pupi. En la intimidad era otra cosa. Sabía que salía con varias chicas a la vez.
Era precioso. Alto, musculoso, rubio ceniza, ojos celestes como el cielo y un rostro que muchos envidiaban. No era el mejor alumno, su padre era un hombre de la política muy importante, y posiblemente no necesitaría estudiar nunca más en su vida, pero, si por alguna razón, no quería vivir de su padre, tendría una próspera carrera de modelo. Y aun así, a pesar de toda la belleza de Joaquín, había algo que no le atraía.
—Mañana puedo pasar a buscarte si estás teniendo problemas para despertarte.
—Gracias, pero no.
—Rechazado de nuevo.
Mei rió por lo bajo. —Si dejaras de insistir dejarías de ser rechazado.
—Lo sé, pero mantengo la esperanza.
Joaquín le guiñó un ojo antes de volver a su asiento.
***
Hacía ya una semana que habían ascendido a su padre y casi no lo había visto. Incluso hubo noches en que no fue a dormir a la casa. Intentaba ser paciente. Sabía que su padre ahora tenía más responsabilidades y debía adaptarse, pero tenerlo menos que antes le estaba doliendo. Lo extrañaba con locura.
Su madre intentaba manejar la situación, pero no podía ocultar la tristeza en sus ojos. Pero esa mañana habían prometido ser fuertes para apoyar a su padre en esta nueva etapa, su papá las necesitaba fuertes. Este momento pasaría y volverían los momentos de disfrute y tiempo juntos.
El colegio era doble escolaridad. Durante la mañana mantenían clases en español, luego tenían 30 minutos para almorzar y durante la tarde complementaban las clases de la mañana, pero en inglés, y muchos tenían otras actividades como deporte, arte, etc.
Generalmente almorzaban en la misma mesa en el patio. El grupo era el de siempre. Mei, Camila, Hernán, Joaquín y ella.
—¿Cómo le está yendo a tu papá en el nuevo puesto?
Sacó la vista del almuerzo que había comprado en el comedor para mirar a Joaquín.
—Casi no lo veo. Está muy ocupado, pero en un tiempo volverá todo a la normalidad, supongo.
—Voy a preguntar esto, aunque ya sé la respuesta. El almuerzo para el equipo es en dos semanas... ¿Queres ir conmigo?