Coexistiendo

Capítulo 4

—¿Qué haces en mi departamento?

Esa no sería una pregunta extraña si la que la hubiese formulado fuese ella, pero salió de los labios de Ian.

—¿Tú departamento? Acabo de mudarme, es mi departamento.

Ian miró hacia las cajas en la sala y luego a sus cajas en el pasillo.

—Yo alquilé este departamento. —Le dedicó una fuerte mirada—. ¿Este es un intento de juego de tu novio y sus amigos?

Le llevó unos segundos adivinar que se refería a Joaquín.

—No es mi novio, y no es un juego, me mudé acá hoy. Tiene que haber un error. Es el 8°A, te equivocaste...

—No me equivoque. Yo alquilé el 8°A. Vos estás equivocada.

—Quiero ver tu contrato.

—No soy idiota, alquilé este departamento.

No podía estar pasando esto.

—Quiero verlo. —Intentó sonar tranquila y segura, pero estaba entrando en una crisis.

Ian caminó hasta el pasillo y rápidamente buscó en una caja su copia, fue hasta la mesa de té y apoyó el papel. Cuando Pupi iba a mirar se lo sacó del campo de visión.

—Trae el tuyo también.

Mierda, no recordaba donde estaba. Su madre le había dicho, pero no le prestó atención porque supuso que lo encontraría mientras desempacaba.

Buscó en una caja. En otra. Y en otra. Miró a Ian que la observaba impaciente con esos insensibles ojos grises.

—Dame un minuto.

—¿Siempre sos así de desordenada?

Esa pregunta la ofendió. Aunque si era desordenada, él lo hizo sonar como una ofensa.

—Estoy en mitad de una mudanza.— respondió con indignación.

Cuando caminó hacia la siguiente caja un pinchazo en el tobillo la paralizó. En la caída se debió haber torcido. Intentó disimular. No quería parecer débil frente a Ian, la fuerte mirada ya la estaba intimidando mucho. Se sentía como un pequeño animal en manos de su presa.

—Yo también, pero sabía en qué caja estaba. — dijo con ironía.

No le respondió, Mei la había entrenado en el sarcasmo. Fue hasta su habitación para buscar en las cajas que se encontraban allí.

Después de revisar por varios minutos, finalmente lo encontró.

Lo apoyó sobre la mesa de té y se dejó caer en el sillón al lado de Ian que se alejó unos centímetros. El tobillo le latía.

Ian colocó los dos contratos uno al lado del otro y los observó en silencio. Luego la miró.

—Es el 8ºA. — susurró.

—Te dije que estabas equivo...

—Los dos tenemos el 8ºA. Es el mismo contrato. Vamos.

—¿Adónde?

—A la inmobiliaria. Tiene que haber un error.

Se puso de pie, intentó caminar sin renguear. Entraron las cajas de Ian que habían quedado en el pasillo y luego bajaron el ascensor en absoluto silencio.

Realmente esperaba que hubiese un error, porque tenía que resolver esto sola, no podía llamar a sus padres. Y rezaba que, para resolverlo, la señora de la inmobiliaria no recurriera a ellos, porque la subirían al primer avión.

Caminaron las dos cuadras en el mismo silencio. Pupi siempre dos pasos por detrás de Ian, el tobillo la estaba matando, pero no iba a mostrar debilidad justo ahora. Intentaba seguirle el ritmo a pesar del dolor. Cuando llegaron a la inmobiliaria un nudo se le instaló en la garganta.

La persiana estaba baja y había un cartel que decía "Clausurado" y en aerosol rojo la palabra "LADRONES".

—No puede ser. — susurró. Cerró los ojos para evitar que las lágrimas, que pinchaban sus ojos, se escaparan.

Ian no dijo ni una sola palabra, comenzó a caminar en dirección al departamento. Pupi lo siguió.

El silencio se prolongó en el departamento. Ambos miraban los contratos. Ian de vez en cuando cerraba los ojos como si estuviese pensando.

—¿De verdad no es una trampa de tus amigos? —preguntó finalmente.

—No, ¿Por qué haríamos algo así? ¿Cómo?

—Todos ustedes son hijos de políticos, no sería difícil conseguir esta información.

El concepto que tenía de ellos la enojó, pero no dijo nada al respecto.

—Ellos no saben que estoy viviendo sola. —confesó.

—Podes pedirle a tu papá que te alquile otro departamento.

—No, no puedo. —Lo último que quería era llamar a sus padres—. Ellos no están en el país.

—¿Qué tiene que ver? Que deje sus vacaciones y te busque otro departamento.

—Llegue primero al departamento, te toca irte a vos.

Ian revoleo los ojos. —Firmé el contrato un día antes, con esa política el departamento es mío. —¡Mierda! — ¿Por qué no podés llamar a tu papá?

No quería decir la verdad, podría usarlo en su contra, pero no tenía opción.

—Porque se fue a trabajar a México por un año, y mi mamá está con él, si lo llamo me van a subir al primer vuelo disponible. ¿Por qué no podés irte vos?

—Porque gasté todos mis ahorros, y dudo que la inmobiliaria, que ya no existe, quiera devolverme la plata. — Ian recorrió el departamento con la mirada—. ¿Te mudas sola o tu novio se muda con vos?

—No es mi novio. —se estaba cansando de aclarar eso.

—¿Todas esas cajas son tuyas?

Pupi sintió que sus mejillas se ruborizaban. —Sí, son mías.

Miró en dirección a las cajas de Ian que eran un cuarto de la cantidad de las de ella.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—Todo el maldito colegio sabe tu nombre, princesa. ¿Cómo sabes vos el mío?

—Todo el maldito colegio sabe tu nombre, antisocial. —lo imitó. — Llegaste a quinto siendo becado. —reconoció finalmente.

De nuevo silencio.

Miró el departamento buscando una solución que no sea llamar a sus padres. Iba resolver esto sola, esta experiencia era sobre madurar, y el resolver sus problemas sin llamar a papá era el primer paso.

Una idea se le vino a la cabeza y la dijo en vos alta antes de descartarla por completo, porque era una absoluta locura.

—Hay dos habitaciones...

—No. —Sentenció Ian.

Sí, ella esperaba esa respuesta.




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