Llevaban dos semana y media conviviendo con Ian, solía llegar pasada las nueve de la noche todos los días.
Comenzó a tener un nuevo respeto por él. Hacía un gran esfuerzo para tener una buena educación, mantener las notas y vivir solo.
Ella por otro lado, vivía de sus padres, casi no se preocupaba por las notas del colegio, estudiaba sólo lo necesario para aprobar, y muchas veces ni eso. Y después del colegio tenía la tarde libre para pasear con sus amigas o descansar.
Pero su responsabilidad y madurez no lo libraba de su carácter de porquería.
El chico la miraba y gruñía. Desde que todo esto comenzó, nunca lo había visto sonreír.
¿Cómo se vería sonriendo? Intentó imaginar una enorme sonrisa en ese rostro frío.
No pudo.
Tal vez no tenía la capacidad para sonreír.
Esa mañana se había quedado dormido de nuevo, y mientras se duchaba le preparó el desayuno. No recibió ni un gracias y mucho menos un buenos días.
La próxima vez lo dejaría llegar tarde. Ya no se preocuparía por él. Si era tan maduro y responsable comenzaría a despertarse más temprano.
Si no era capaz de dar las gracias, no conseguiría nada más de ella.
Idiota. Idiota. Idiota.
—¡Ey! Tierra llamando a Guadalupe.
Joaquín atrajo su atención.
—Perdón, estaba pensando en algo.
—¿Qué pasa?
—Nada. —Estaba conviviendo con un idiota. Eso pasaba, pero no podía canalizar la furia y frustración con sus amigos.
—Como decía. —Joaquín continúo hablando cuando entendió que no recibiría más información de ella. —Me cae mal. Abandonó el equipo y trató mal a Pupi la otra vez.
Ah, estaban hablando de Ian, de nuevo. Al parecer era la nueva obsesión de Joaquín. Cuanto más alejado lo quería, parecía que la vida más se lo presentaba. Hasta hace una semana nunca se había mencionado el nombre de Ian en su grupo, ahora era el tema de conversación favorito de todos.
Joaquín lo quería fuera del colegio, Mei lo quería en su cama, Hernán siempre parecía estar en su propio mundo y Camila odiaba a todo becado.
—Es un idiota. —sentenció finalmente y recibió la mirada sorprendida de sus amigos. No era propio de ella hablar mal de otras personas. —Pero está en quinto año, me parece absurdo cuando se va a fin de año.
—Pupi tiene razón. No sé porque ella lo defiende, pero déjenlo en paz. Lo necesito acá. —agregó Mei.
Joaquín las miró sorprendido.
—¿Por qué las dos lo defienden? ¿Qué está pasando? —Buscó una respuesta en Camila, que negó con la cabeza. —¿Por qué vos lo necesitas?
—Porque me rechazó hace unas semanas y nadie me rechaza.
Todos la miraron sorprendidos menos Pupi que, obviamente, ya sabía.
—¿Te rechazó? ¿Es joda? —Hernán casi gritó. Mei negó con la cabeza. —¿Por qué alguien en su sano juicio te rechazaría? ¿Por qué lo buscaste?
Observó a Hernán. Alto, unos pocos centímetros más bajo que Joaquín. Castaño claro, ojos almendrados, rodeados de una espesa cantidad de pestañas. Se unió al grupo por ser el mejor amigo de Joaquín, ellos se conocían de toda la vida, ya que sus familias eran amigas. Pero rápidamente se había transformado en su mejor amigo también.
A diferencia de todos los demás chicos, Hernán siempre la había cuidado como un hermano mayor. Sospechaba que el foco de interés de Hernán era Mei, a pesar de que llevaba siendo el novio de Camila hace un año.
—El chico no es estúpido. Obvio que la rechazó.— Todos miraron a Joaquín que parecía tener la respuesta. — Sabe que no está a la altura de Mei, no tiene sentido que acepte algo de parte de ella.
Mei comenzó a reírse.
—No es eso...
—Estás equivocado —La cortó Pupi—, él hace un gran esfuerzo por venir a este colegio, creo que la rechazó porque no tiene tiempo para una relación, trabaja y estudia...
Y se dio cuenta que metió la pata.
—¿Cómo sabes eso? —Mei la miró sorprendida.
—Eh... eso escuché. O algo así... no sé...
Hernán la observó unos segundos, le sonrió y luego desvió la mirada hacia Mei.
—Sí, trabaja y estudia. Estuve haciendo investigación para ver si había algo que pudiese usar. Una de las chicas de quinto, Sabrina, me dijo que creen que ya no vive con su familia, y su preceptora me contó que se emancipó de su papá, y que la mamá falleció cuando tenía 10 años.
—¿Emancipar? ¿Qué es eso? —preguntó Camila.
—Se divorció del padre. Para la ley es mayor de edad, depende de sí mismo.
Esa era información que no sabía.
Dependía de sí mismo. Por eso vivía sólo. ¿Qué había pasado para que decida eso? Su mamá había fallecido, ¿y su papá?
—Mei le tiene ganas por alguna extraña razón, y vos Pupi, ¿Por qué lo defendes? —Quiso saber Joaquín— ¿También te gusta?
—¡No! —justamente todo lo contrario, pero se escuchó bastante alterada, tomó aire. —No. Creo que hace un gran esfuerzo para venir a este colegio y mantener las notas, no veo sentido hacerle perder tiempo con cosas infantiles, es un idiota, es cierto, pero ya termina.
—Sos adorable. —Joaquín le apretó la mejilla.
Se alejó con un movimiento brusco.
Eso era exactamente por lo que Joaquín no terminaba de gustarle. La trataba en ocasiones como a una niña pequeña. Como si lo que dijese fuese tonto. Ya tenía a su insultador personal esperándola en casa, no necesitaba a alguien más tratándola de tonta.
—No me trates así. No soy tonta.
Joaquín pareció sorprendido. —Nunca dije...
—Hay cosas que tengo que aprender, ya lo sé, pero eso no me convierte en una tonta... —se dio cuenta que estaba elevando la voz y que lo que estaba diciendo no iba dirigido a su amigo. Era para Ian. —Perdón. Me voy al aula.
Tomó su bandeja y se fue.
El trato que estaba recibiendo de Ian la estaba alterando. Le había gritado a uno de sus amigos. Tendría que empezar a separar el asunto o se delataría delante de todos.