Coexistiendo

Capítulo 10

Sintió un golpe. Se volteó y miró el reloj sobre la mesa de noche.

Volvió a cerrar los ojos, tenía mucho sueño.

Su cerebro procesó la información.

¿7:15?

Abrió los ojos de par en par al mismo tiempo que otro golpe provenía de su puerta.

En treinta minutos debería estar en el colegio. Y anoche no se había duchado.

Salió corriendo de la cama, al abrir la puerta se llevó por delante a Ian que intentaba volver a golpear.

Cayeron al suelo, ella sobre el cuerpo de él, con sus rostros a escasos milímetros, con esos ojos grises muy cerca. Y ese olor... Olía bien. Y los labios...

Su corazón dio un brinco tan fuerte que se puso de pie abruptamente.

—Perdón. —volvió a meterse en la habitación.

¿Qué le estaba pasando?

¡Mierda! Debía bañarse.

Sujetó el uniforme de la silla del escritorio, no vio a Ian en su corrida al baño.

Se duchó y se colocó el uniforme en menos de diez minutos. Salió en busca de su mochila y se encontró con un desayuno listo sobre la mesa.

Su taza con café con leche y pan con queso crema y mermelada de durazno, la mezcla que ella solía hacer.

Había hecho esto para ella. También estaba el túper.

Llegaría tarde, pero iba a comer todo ese desayuno.

Se bebió el café a sorbos largos y comió la tostada en el ascensor.

Las horas hasta el almuerzo se hicieron eternas por el cansancio, se había dormido ya entrada la madrugada, y también, porque odiaba matemática y física y era todo lo que había tenido durante la mañana.

Iba de camino al comedor con Mei, para calentar la comida. Joaco se les unió y le pasó el brazo sobre los hombros. Solía hacer eso con frecuencia, pero hoy se sintió incómoda.

—Llegaste tarde por mi culpa. Perdón.

No podía estar más equivocado, no había sido su culpa, pero no lo iba a corregir.

—¿Tú culpa? ¿Qué me perdí? —preguntó Mei.

—Pupi, anoche te fuiste sin saludar. —Hernán se unió con Camila.

—Me perdí algo anoche. ¿Qué fue? ¿Por qué?

—Una cena política. Pupi me hizo el favor de ser mi acompañante, o tenía que ir con una cita a ciegas.

Mei los observó, Joaco seguía abrazado a ella. Luego agitó la mano con despreocupación.

—Ah, no me perdí nada importante.

Tenía razón, ella se había aburrido mucho.

Ingresaron al comedor. Sus amigos se fueron a hacer la fila para comprar el almuerzo mientras que ella se dirigió al microondas que estaba a unos pocos metros.

Mientras esperaba que su comida se caliente, su mirada se topó con la de Ian, le asintió y le envió una sonrisa de agradecimiento de la forma más discreta posible. Obviamente, de su parte no hubo reacción.

Regresó con sus amigos que aún esperaban. —Estamos a finales de mayo, podríamos mudarnos al comedor, me muero de frío en el patio. —sugirió.

—Le acabas de sonreír al becado— dijo Camila de golpe.

Casi deja caer el táper por el sorpresivo comentario, no había sido muy discreta entonces.

—¿Qué? ¿Por qué haría algo así?

—Eso pareció.

—No. Los espero en el patio.

Cobarde, se escapó, pero no iba a mentir, bueno lo había hecho, un poco.

Se sentó en el lugar habitual y aprovechó su soledad para probar la comida.

El pollo tenía un leve sabor a hierbas y algo más, mostaza tal vez, estaba delicioso. ¿Había algo que este chico no sepa hacer?

—¿Por qué sonreís como idiota? —Mei se unió a la mesa con el resto.

—Está muy rico.

Hernán la observó divertido. —Ésta es mi Pupi. La que disfruta de comer. No esa que una vez me dejó una bandeja casi sin tocar. Déjame probar.

En un movimiento instintivo y egoísta corrió el táper, pero inmediatamente se dio cuenta del error que acababa de cometer al notar la forma en que la miraban sus amigos.

¿Qué diablos estaba pasando con ella?

Finalmente cedió, muy a su pesar y le acercó el recipiente a Hernán.

Gracias a Dios el resto no intentó robarle el almuerzo.

—¿Notaron algo raro? —Preguntó Mei, y todos interrumpieron su comida para mirarla, pero ella tenía la mirada en el patio, iba recorriendo todas las mesas alrededor.

—Tiene que ser una broma. —susurró Camila cuando siguió la mirada de Mei, ella sentía la misma sorpresa.

La mayoría de las mesas, tenía, por lo menos, dos estudiantes con táper.

Se miraron con Mei, Ninguno era becado.

Hernán comenzó a reír.

—¿Somos conscientes que Pupi acaba de cambiar la historia del colegio?

—No exageres.

—No exagero, Pupi, en unos cuantos días, mira... —elevó los brazos para que se fijara en las mesas que los rodeaban.

—No fui yo. Es imposible.

No le iba a dar crédito, no podía hacerlo.

—Ay por favor, chicos, esto no va a durar. —dijo Camila con tranquilidad. —Pupi generó una curiosidad, pero no va a durar.

—Tiene razón. —Coincidió con Camila.

El parlante del patio hizo el característico sonido al encenderse, lo que generó que todos los alumnos dejaran de hacer lo que estuviese haciendo, y prestaran atención. "Señorita Carrizo cuando termine de almorzar, por favor, presentarse en dirección."

Sintió como la mirada de todos se enfocaba en ella.

—Debe ser por el evento de mitad de año, no me miren así.

Se apresuró a terminar el almuerzo y fue directo a la oficina de la directora. Se encontró a Ian parado a unos pocos metros, mirando una de las carteleras de avisos, se miraron un instante y luego ella golpeó la puerta esperando la autorización para ingresar.

—Buenas tardes, Señorita Carrizo. —la saludó la directora sin sacar la mirada de la computadora. —Cierre la puerta y tome asiento.

Hizo como le indicó, dejó el táper sobre el escritorio y tomó asiento frente a la directora.

En sus cincuenta y pocos, se ocupaba de tener su rubio cabello tintado prolijamente peinado. La miró por sobre los oscuros marcos de sus anteojos y luego miró el táper sobre el escritorio.




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