La habitación, decorada con tonos cálidos y muebles de madera fina, emanaba una serenidad acogedora. Desde el amplio ventanal, la mirada se perdía en la inmensidad del bosque nativo que rodeaba al hotel, donde árboles imponentes y arbustos exuberantes formaban un tapiz verde y blanco interminable. El aroma a madera y hierba fresca envolvía el espacio.
—¡Qué hermoso! Mirá Ian. —apoyó sus manos en el frio vidrio. —Si tenemos suerte, capaz veamos nevar.
Como en Buenos Aires no nieva, cada vez que visitaba el sur del país, deseaba que nevara desde el primer minuto hasta el último.
Se volteó ante su silencio, él tenía la vista clavada en la cama de dos plazas tamaño king, recordó de inmediato que estaban confinados a esta habitación el resto del fin de semana y el nerviosismo y la ansiedad se apoderaron de ella.
—Estás tan acostumbrada a esto que nada te sorprende.
—¿Qué? — No se había puesto a pensar que se podía sentir abrumado por eso, en su mente, tener una sola cama para los dos le preocupaba un poco más. —Dormí en la cama, yo voy a dormir en el sillón. — resolvió señalando el gigantesco mueble de madera frente al hogar a leña que haría encender en cuanto pudiese.
Finalmente la miró.
—En esa cama entran diez personas, cómodas, quince apretadas.
Rio ante ese comentario.
—Estas exagerando. —ingresó al baño, con la idea de sacar de discusión el tema de la cama, el cual era imponente. Con un ventanal igual de grande, que daba la sensación de estar en mitad del bosque —Hay jacuzzi. —gritó. —Y ducha escocesa.
Golpearon la puerta e Ian abrió.
—Señor, ¿Necesita que los ayude a acomodar el equipaje?
—No, gracias. —dijo ella saliendo del baño. —¿Podrían encender el hogar a leña por favor?
—Claro, ya les envío a alguien.
—Gracias.
—¿Me llamó señor? —preguntó al cerrar la puerta.
—Formalismos. —le restó importancia —. La habitación es preciosa. —lo miró. — Necesito probar la ducha escocesa. ¿Queres que le pregunte a Hernán dónde está?
—Creo que quiero probar esa cama.
—Bueno, que la disfrutes.
Ian le sonrió, y se asustó de la forma en que reaccionó su cuerpo a un gesto tan simple, pero tan inusual en él.
Se le quedó mirando más tiempo de lo normal, lo sabía, pero era incapaz de apartar la mirada, aunque la sonrisa ya había desaparecido, la intensidad con la que la miraba la capturó por completo.
Pestañeó varias veces para poder recuperar el control de su cuerpo, y se metió en el baño. ¿Qué fue eso?
Se llevó la mano al corazón, el cual latía descontrolado.
Cuando salió de la ducha, Ian no estaba, aprovechó para cambiarse y acomodar la ropa de abrigo que ocupaba demasiado espacio en la valija.
Se peinó y maquilló para la cena y salió a buscar a sus amigos.
Hernán estaba en la sala de estar del hotel concentrado en su celular.
—¿Ian? —preguntó cuándo se sentó a su lado.
—Lo vi pasar para fuera hace un rato, lo llamé, pero ni bola.
—Creo que está teniendo problemas para adaptarse a todo esto. Es una vida completamente diferente a la que está acostumbrado.
—¿Y a qué tipo de vida está acostumbrado?
Como novia de Ian debería saber eso, pero no era la novia.
—No lo sé. —reconoció. —No habla mucho de él.
—Dale tiempo, cuando lo crea conveniente hablará. Y confía. Por algo lo elegiste a él, y sé mejor que nadie, que opciones te sobran. No tengo idea el por qué, no lo conozco, pero te conozco a vos y sólo por eso merece una oportunidad.
Le sonrió a Hernán.
—Te quiero amigo. — lo abrazó, y Hernán se unió de inmediato.
—Si te hace llorar lo asesino.
Sabía que se estaba esforzando por ella, y amaba a su amigo por eso.
Ian reapareció para cenar, pero en ningún momento mencionó a donde había ido, de hecho, casi no participo de la charla distendida que mantuvo con sus amigos.
Al ingresar a la habitación Ian se sentó en el sillón frente al hogar a leña que ya estaba encendido.
—¿Te gustó la cena? —preguntó para romper el silencio. Intentaría llevar el momento con toda la normalidad que pudiese, pero estaba bastante nerviosa, no había nada normal en todo esto.
—Sí. El olor a leña es increíble.
Sonrió ante ese comentario. —Sí. —tomó las toallitas desmaquillantes y se sentó a su lado. —Lo dije en serio más temprano, dormí en la cama, yo voy a dormir en el sillón.
—Es estúpido, entran diez personas en esa cama.
—¿Vamos a compartir la cama? Creo que no me sentiría cómoda.
Ian se levantó del sillón para atizar la leña.
—No soy un psicópata o algo así. —susurró.
—Lo sé, quiero decir que nunca compartí la cama con nadie. —Admitió y sintió como sus mejillas aumentaban de temperatura.
La miró de reojo antes de volver al sillón a su lado. —Sos tan diferente. — Susurró.
Frunció el ceño ante ese comentario. —¿Y eso que quiere decir?
—Que sería más fácil si no lo fueses. No importa. —su postura corporal cambió por completo. — Hace lo que quieras, yo me voy a dormir.
La maldita pared de nuevo. Por cada pasito que lograba avanzar, después retrocedía diez.
Aprovechó cuando Ian se metió en el baño para cambiarse al pijama. Al salir la ignoró por completo y se metió en la cama.
Suspiró pesadamente antes de ingresar al baño para cepillarse los dientes y terminar de limpiarse el rostro.
Apagó la luz antes de tomar uno de los almohadones, una manta y acomodarse en el sillón, o eso intentó, la verdad es que era incómodo.
Dio mil vueltas intentando encontrar una postura que la ayudase a dormir.
—Es estúpido. —dijo Ian desde la cama.
—Estoy bien.
—Mentira. Hace de cuenta que soy Mei.
El tema precisamente es que no era Mercedes. Ian la ponía nerviosa en muchos niveles.