Mientras el jacuzzi se iba llenando de burbujas, buscó en Spotify una lista de reproducción para relajar la mente. Dejo encendidas solo las luces cálidas y se sumergió.
El ambiente que había creado se metía en su sistema mientras observaba el atardecer a través del ventanal espejado.
Estaba completamente sumergida en el paraíso, y se fue quedando dormida poco a poco.
—No puedo hacer esto. —dijo Ian ingresando al cuarto de baño de forma repentina.
Se sentó de forma abrupta ante la inesperada intromisión y se llevó las manos a los pechos, aunque las burbujas la cubrían por completo.
Lo observó, parecía no afectarle el hecho de que ella estaba desnuda en el jacuzzi, estaba más preocupado por aquello que no podía hacer.
Se movió hacia el borde más cercano a Ian, apoyó los brazos en el borde y la cabeza sobre ellos, de esa forma se sintió menos expuesta.
—No tengo idea de que estás hablando. —dijo con una tranquilidad que no sentía.
—No pertenezco a todo esto, y no puedo simular que sí. —finalmente la miró y frunció el ceño. —¿Estás desnuda?
Sí, pero parece que sigue sin importarte esto.
—Sí. Nadie pretende que simules nada.
—Perdón. —dio un paso hacia atrás. — Pensé... Mei me dijo que estabas en el jacuzzi, —miró toda la habitación. —¿Esa cosa no se usa con traje de baño?
—Es una de las alternativas. Date vuelta así puedo salir.
—Está bien, me voy. Perdón.
—Alcánzame la bata.
Se dio cuenta de inmediato, seguía sin verla como mujer y eso le dolió, aunque era la clave de su convivencia, en algún punto le dolía.
Ian le dio la espalda y le alcanzó la bata.
—Perdón, no quería meterme, solo pensé que... —parecía bastante nervioso. — …bueno, que eso se usaba con bikini.
—Está bien, de todas formas, ya dijiste que no me ves como mujer. Varias veces. Listo, la bata está en su lugar. Podes darte vuelta, y explicarme que pasó.
Lo hizo con sumo cuidado como si esperara que ella siguiera desnuda, pero no era tan descarada. La observó en silencio. La había visto en bata varias veces en estos meses, pero algo en sus ojos plateados era diferente, había algo mucho más intenso ahora, en la forma en que la miraba.
Ian tragó con fuerza. —Mierda. — susurró y salió corriendo del cuarto de baño.
—¿Qué pasa? — Preguntó cuando salió detrás de él.
Estaba sentado en el sillón con la cabeza entre las manos. Se revolvió el pelo y finalmente habló.
—Hernán propuso ir a comer a la ciudad, pero no —dudó un instante, — no estoy seguro de poder pagar lo que sea que vayamos a comer. Llevamos gastado más de lo que yo gano en un mes.
—Yo invito. No te preocupes por la plata.
Le elevó una ceja, Guadalupe sintió que había desbloqueado un nuevo gesto, e intento ocultar la sonrisa, lo haría sentirse más frustrado. —Tus ingresos son limitados también.
—Mis papás saben dónde estoy, no te preocupes.
—No es a lo que me refiero.
—Son vacaciones, la gente gasta de más cuando viaja, y no me molesta cubrirte en la cena.
—¿Y tus papás? ¿No van a ver raro que gastes por dos?
—No. Van a pensar que invité a Mei o algo así. ¡Por Dios Ian! Aprovechar las oportunidades que se te presentan también es una decisión inteligente. Y sos muy inteligente, lo más seguro, cuando seas adulto vas a poder ir a lugares como este. Cuando eso pase, si queres, podes buscarme e invitarme a cenar para compensar lo de esta noche.
—Todo esto no está bien.
—Ya te dije que no me molesta. Date una ducha, vas a ver las cosas con más claridad.
—Voy a devolverte la plata de la cena.
Algo que había aprendido de Ian en este tiempo era que no le gustaba que le regalen nada.
—Como quieras, estoy siendo completamente honesta, pero si te hace sentir mejor. —le resto importancia.
Comenzó a buscar su estuche de maquillajes y todos los artefactos para el cabello.
Eligió la ropa que iba a usar y dejó todo sobre la cama.
—¿Qué haces?
—Voy a cambiarme en la habitación de Mei así podés disfrutar de la habitación. Nos encontramos en la sala de estar. —le sonrió—. Relajate y disfruta. Es uno de los secretos de la vida.
Con Mercedes siempre hacían del momento de chicas un encuentro sumamente divertido, pero hoy tenia muchas cosas rondando por su mente.
—Entonces, ¿te molesta que no te vea como mujer? —le preguntó mientras la peinaba con la buclera.
Estaban en el cuarto de baño, habían colocado una silla, y Guadalupe se maquillaba, mientras Mercedes la peinaba.
—Molestar no es la palabra correcta. Es raro, o sea, quiero decir... —la miró a través del espejo —No sé qué quiero decir. —reconoció.
—Teniendo en cuenta los antecedentes, creo que es gay.
—Pero si fuese gay habría dado algún indicio de eso, o sea, Joaquín, Hernán.
Mercedes rodó los ojos.
—Estoy siendo sarcástica, Pupi. No es gay. Tal vez solo encontramos el hombre inmune a nosotras. — le guiñó un ojo. — o le gustan las pelirrojas.
—¿Podemos ser serias con esto?
—Es que no termino de entender que es lo que te molesta de todo esto. Viven juntos y no te ve como mujer, eso debería relajarte, no molestarte. Salvo que te guste, y te haga sentir frustrada.
Se puso de pie. —Voy a terminar de vestirme en mi habitación.
Mercedes levantó los brazos en señal de rendición.
—Tranquila. Ya terminé de todas formas. Los chicos nos deben estar esperando. Vamos.
Se miró en el espejo para chequear que todo esté en su lugar, le había hecho tres trenzas cocidas en el costado derecho de la cabeza y le había realizado bucles en el cabello que había quedado suelto del lado izquierdo.
Finalmente terminó eligiendo ropa de Mercedes, ella había llevado una valija más grande. Llevaba unos jeans negros ajustados, una camiseta cuello alto blanco, y un poncho con mangas color bordó con un cinto fino en la cintura, la estrella eran sus amadas bucaneras de cuero negro.