Guadalupe se unió a la mesa del desayuno en absoluto silencio.
“Sos linda cuando te pones colorada”
Cada vez que pensaba en lo que le había dicho se le aceleraba el pulso.
Ya tenía su café con dos tostadas listas como el día anterior. —Gracias.
Levantó la mirada y se encontró con la de Ian.
—De nada.
No había nada raro o diferente en él, era la mirada de siempre.
¿Ella estaba haciendo de esto algo raro?
—¿Tienen planes para hoy? —Preguntó Hernán, pero nadie respondió. —Ustedes, tortolos, tienen planes.
Guadalupe miró a su amigo. —No tenemos planes, creo que no. —contestó rápido, y se tropezó con sus propias palabras. —¿Por qué?
Hernán dibujó su sonrisa más hermosa.
—Vamos a hacer culipatin.
Le sonrió con felicidad. Era su actividad favorita en la nieve. — ¿Adónde?
—En Arrollo Partido. Hacemos culipatin, almorzamos, y nos subimos al avión.
—Demasiado ordenado para ser idea de Hernán. —Bromeó Mercedes.
—Yo me bajo. —Dijo Joaquín. —Tengo que estar con mi papá en cuarenta minutos.
—Una mierda, amigo.
—No pasa nada, a mí no me molesta. Por lo menos pude quedarme en el mismo hotel que ustedes. El año electoral es así, ya lo sabes.
—Si. —Hernán palmeo el hombro de Joaquín, como si sintiera pena por él.
Pero a Joaquín le gustaba, no hacía esto por obligación.
—¿Por eso no vino con nosotros? —Preguntó Guadalupe después que Joaquín se despidió de todos para terminar de armar el bolso en su habitación.
—Sí. Se siente bien no tener que estar obligado a participar de esto.
—Lo sé. Estoy orgullosa de vos.
Hernán le sonrió. —Gracias, amiga. En cuanto termine el colegio, me libero por completo. —Hernán miró a cada uno. —Dejar a Camila fue el primer paso. — Era la primera vez que hablaba de Camila desde que se habían separado. Siempre le había restado importancia a la ruptura. —A ella le gusta todo eso: las cenas, las fiestas, los apellidos. Todo lo que yo no quiero y si quiero salir por completo, tenía que dejar a Camila. —les sonrió. —Mucho timeing el de ustedes para empezar a salir, ella me terminó dejando. La tuve muy fácil.
—Porque ahora viene lo difícil. —susurró Mercedes.
—Sí, ya lo sé. Mi viejo creé que es una etapa. Me dio como vacaciones, pero se terminó para mí.
—Vas a poder. —animó a su amigo con convicción. —Ya hiciste un montón, aunque no parezca. Y no estás solo.
—Lo sé, gracias. Bueno, basta. — en un segundo volvió a ser el chico despreocupado de siempre. — Armen los bolsos, así vamos directo al aeropuerto desde Arrollo Partido. El avión sale a las ocho de la noche. A las once estamos todos en casa, como corresponde, porque mañana tenemos colegio.
Los tres suspiraron pesadamente y miraron a Ian, el cual no se quejó de tener que regresar al colegio.
—Te gusta ir al colegio, ¿No? —Preguntó Hernán.
—Quejarse no sirve de nada, es una responsabilidad.
—Terminó eligiendo al nerd. —Susurró Hernán — Pero faltan dos semanas para las vacaciones de invierno. —volvió a su sonrisa divertida. — Nos en treinta minutos, con los bolsos.
***
Al regresar a Buenos Aires, Guadalupe pensó que haría la relación con Ian un poco más fluida, después de todo, habían logrado compartir un poco más.
Pero después de una semana del retorno a la rutina, Guadalupe lo observaba sentada desde la mesa mientras terminaba el desayuno, Ian le daba la espalda, mientras leía un libro de clase y comía una banana. Había intentado sacar varios temas de conversación, pero sólo consiguió respuestas monótonas.
Seguían en el mismo punto, y era frustrante.
—¿Estás lista? En cinco minutos me voy. —Dijo sin mirarla.
Se puso de pie y bebió el café con leche que le quedaba de un sólo sorbo y corrió a buscar la mochila a su habitación.
—Lista. —Le dijo a la nada, Ian ya no estaba.
Lo alcanzó en el ascensor, y notó que con el pie mantenía la puerta abierta, esperándola.
Dejo la mochila en el piso, y le pasó la bufanda a Ian para que se la sostenga, mientras se colocaba el abrigo de paño negro. Buscó los guantes en el bolsillo del abrigo y se los colocó.
—No hace tanto frío.
—No miré la temperatura, pero prefiero tener calor que sentir frío.
Ian le sonrió antes de colocarle la bufanda de la forma en que ella solía hacerlo, fue un gesto simple, sin embargo, le provocó una sensación de calidez y cercanía.
Al ingresar al colegio Mercedes y Hernán los esperaban en el patio, se unieron en mitad de una discusión, y como de costumbre, no entendió el motivo. Cuando Mercedes y Hernán discutían la decisión más sabia era no meterse.
—¿Hernán?
Todos miraron en dirección a la tierna voz que había llamado a su amigo, era una chica de primer año, pelirroja, y una ingenua mirada color avellana, la había visto varias veces, no sabía el nombre, pero era de primer año. Se la notaba nerviosa, pero decidida.
—¿Sí?
—Emm, quería saber si... —miró hacia atrás, Guadalupe siguió la mirada, un grupo de cuatro chicas la observaban expectante y le daban ánimos silenciosos. —Si no vas a volver con Camila, podríamos salir a tomar algo... algún día.
Observó a su amigo que parecía desconcertado. Desde que terminó la relación con Camila había recibido varias a lo largo de las semanas, no comprendió porque ésta lo había sorprendido más de la cuenta.
Se recompuso rápidamente y le regaló una sonrisa encantadora. Mientras Joaquín irradiaba perfección con su aspecto físico, Hernán conseguía el mismo impacto con su personalidad despreocupada y la mirada amable, la sonrisa era un agradable complemento.
—Jenny, tu hermano va a matarme, y sinceramente, no es muy tentador tener que enfrentarme a Lucas.
Volvió a mirar a la chica. ¿Era la hermana del gigante del equipo?