El golpe no había tenido ningún efecto en Lucas, pero ella tenía un espantoso dolor en toda la mano, y una marca colorada en la muñeca, donde la había sujetado.
Ian llevaba varios minutos dentro de la oficina de la directora con Lucas, mientras que Guadalupe y Hernán esperaban a varios metros, sobre el pasillo donde se encontraban las aulas.
—Siempre complico todo. —susurró mientras se frotaba los nudillos.
—No te tendrías que haber metido. Ninguno de los dos.
—¿No se supone que el dolorido debe ser el otro?
—Pegaste mal, por eso duele.
Nunca había golpeado a alguien, pero la ira que le recorrió el cuerpo al ver como Ian era golpeado no la había sentido nunca y reaccionó sin pensar.
—Lo van a expulsar. Me dijo que no me meta.
—Tengo que admitir que tu novia golpee a un chico, para defenderte, es jodidamente sexy.
Empujó a su amigo, y provocó un espantoso dolor que se extendió por todo su brazo.
—Golpeó al hijo de una de las familias más importantes del colegio.
—Ian no es tonto. Conocía los riesgos y para ser honesto, yo hubiese hecho lo mismo por mi novia.
Ese era el punto. Lo había obligado a tomar ese papel. La farsa se le había ido de las manos e iba a terminar con la expulsión de Ian.
—Lo forcé a todo esto. —confesó en un susurro.
Hernán la observó detenidamente unos segundos y luego comenzó a reír a carcajadas.
—Sí, me imagino que debe estar sumergido en una gran tortura. Créeme cuando te digo que, este pibe está tocando el cielo con las manos.
Observó el pasillo, estaban completamente solos. No le seguiría mintiendo a su mejor amigo.
Se le acercó lo suficiente para susurrar: —Todo es una farsa.
Iba a comenzar a reír nuevamente, pero vio la verdad en sus ojos y la sonrisa desapareció.
—¿Por Joaco? Puede ser insoportable, pero...
—Joaco no tiene nada que ver. Es mucho más complicado que eso, el tema es que lo forcé a esto y ahora lo pueden expulsar.
—¿Qué puede ser tan complicado como para qué inventes esto? No sos así, Pupi.
Hablaba en un susurro, porque no dejaban de estar en mitad del pasillo. —Mis papás se fueron a México por un año, me alquilaron un departamento en Buenos Aires, pero la inmobiliaria me estafó, y terminé viviendo con Ian.
Hernán abrió los ojos bien grandes. —¿Estás viviendo…? ¿Te estafaron?
—Baja la voz. Nos alquilaron el mismo departamento. Es hasta que alguno de los dos logre ahorrar para otra mudanza. —Hernán la observaba con atención, pero lo notaba confundido. —Todo iba bien hasta que los libros se mezclaron. Mei creyó que decir que éramos novios mantendría lo otro en secreto, pero Ian no me soporta, ni un poquito.
Se mantuvieron en silencio mientras él procesaba toda la información. La preocupación en los ojos de su amigo la llenó de culpa. Le había mentido, y, aun así, él se preocupaba por ella.
De repente pareció recordar algo. —Compartieron habitación en San Martín de los Andes.
—No pasó nada. —se apresuró a decir.
—Se las deje pensando que era una especie de luna de miel. ¡Podría haberla usado con Mei!
Abrió la boca para repetir que no había sucedido nada, pero la última oración la descolocó por completo.
—Mei no hubiese compartido habitación con vos.
—¡Auch! —le dirigió una severa mirada. —Me debes una gran historia. ¡Vamos!
Se puso de pie, la sujetó de la mano herida y la obligó a ponerse de pie.
—¿Adónde?
—A salvar el culo de Ian. Iba a reaccionar, pero lo vi venir y pensé que serían unos puntos a su favor si quedaba como el héroe. —simuló darle golpecitos en la cabeza. —Si lo hubiese sabido...
—Perdón, pero podés ser algo bocón, a veces.
—Debería ofenderme, pero es cierto. Bueno, —se pararon frente a la puerta de la oficina. —Vos te vas a fumar a mi papá.
—Yo hablo con él. Lo prometo.
Hernán respiró hondo antes de abrir la puerta, y lo imitó.
Ingresaron a la oficina, pero estaba vacía.
—¿Dónde están? Los vi entrar.
—Yo también. —coincidió.
—Señorita Carrizo. Señor Baleman.
Ambos voltearon de golpe ante la voz de la directora.
—¿Dónde está Ian? —Preguntó Guadalupe.
— Señorita Carrizo, me gustaría que me cuente cómo es que terminó golpeando a un alumno. No deja de sorprenderme este año.
—Hubo un mal entendido. Ian y Pupi no tienen nada que ver.
—Rompió la nariz del señor Ocampo.
Guadalupe se cubrió la boca ante el horror, y miró a Hernán que sonreía.
—¿Le rompió la nariz? —Preguntó riendo.
—No veo lo gracioso señor Baleman.
—Lucas se lo merecía. Lastimó a Pupi, es la novia, y solo intentó protegerla. —Hernán le sujetó la mano donde tenía la marca del agarre de Lucas en su muñeca, ya se podían distinguir por lo menos tres enormes dedos. Y no pudo evitar hacer una mueca de dolor. —Mire cómo le dejó la muñeca a Pupi, ¿puede culpar a Ian? Si usted se encontrara en una situación parecida, supongo que su esposo habría reaccionado de la misma forma.
¿Esposo? Todo el colegio sabía que se había divorciado el año pasado. Pero no lo corrigió, supuso que lo hizo para tirar un golpe bajo, pero la directora no mostró indicios de haberlo recibido.
—¿Y usted por qué le pegó al señor Ocampo? —miró a Guadalupe.
—Porque golpeó a Ian cuando solo intentaba parar la pelea.
—La pelea inicial era conmigo, pero no esperábamos que se ponga violento con Pupi, de otra forma solo hubiese sido una pelea más entre chicos.
—¿Y usted por qué se estaba peleando?
—Porque le llegó mal un chisme. No somos personas violentas, Ian tiene mucho en riesgo, no habría reaccionado de no ser necesario. Y si no era Ian, yo le hubiese roto la nariz por la forma en que lastimó a Guadalupe.
—No lo expulsen, por favor. —suplicó ella.