La primera semana de las vacaciones de invierno, Guadalupe estaba tirada en el sofá, tapada hasta las orejas con unas mantas súper abrigadas mientras las imágenes de la segunda película del día se desplegaban en la pantalla.
Había imaginado que esta semana estaría haciendo exactamente esto, disfrutando de películas, pero con Ian a su lado en lugar de Mercedes. El viernes pasado, todo parecía mágico cuando finalmente habían reconocido sus sentimientos. Sin embargo, desde entonces, Ian se mostraba aún más distante y evasivo, lo que generaba una tormenta de inseguridades en el corazón de Guadalupe.
Se sentía atrapada en un laberinto de emociones, donde cada paso era un desafío, una incógnita. La confusión se apoderaba de su mente, mientras intentaba desentrañar las razones detrás del comportamiento de Ian.
—No sé cómo ser la novia de alguien. —confesó Guadalupe en un susurro avergonzado, captando así la atención de su amiga.
—¿Qué pasó? —preguntó Mercedes, frunciendo el ceño.
—Nada, todo sigue igual. —respondió Guadalupe, sintiéndose perdida.
— Viven juntos, amiga, ¿qué más debería cambiar?
Guadalupe suspiró y miró a su amiga con tristeza en los ojos. Quería decirle cómo se sentía, pero le costaba ponerlo en palabras. —No sé qué hacer —murmuró, con la voz temblorosa.
—Soy totalmente inútil, nunca estuve de novia. ¿Lo hablaste con él?
—Apenas nos vemos, se va temprano y llega tarde. Cena y se va a dormir. No entiendo por qué se muestra tan distante si supuestamente siente algo por mí. —explicó Guadalupe, sintiéndose vulnerable.
—Mereces una relación en la que te sientas valorada, amiga. No te conformes con la incertidumbre, habla con él. —aconsejó Mercedes, brindándole su apoyo.
En ese momento, sonó el timbre. —Debe ser Hernán —advirtió Guadalupe, levantándose del sofá.
—Será mejor consejero, por lo menos tiene experiencia.
Guadalupe le dedico una mirada cargada de ironía a su amiga mientras se colocaba las zapatillas de lona rojas. — Sí, bueno, su historial amoroso no es precisamente el mejor ejemplo.
—Pero, tiene experiencia. —respondió Mercedes riendo.
Unos minutos después, ya en el departamento, Hernán seguía recorriendo cada rincón. Era la primera vez que entraba desde que Guadalupe se había mudado. —Entonces, este es EL departamento. Me gusta. ¿Dónde está Ian?
—Trabajando. Está haciendo doble turno está semana. — respondió Guadalupe, aunque Hernán parecía no prestarle mucha atención mientras inspeccionaba el baño.
—Si ésta es tu habitación —señaló hacia la puerta abierta, que dejaba ver el interior de su habitación, era sencillo darse cuenta por el edredón de plumas sintéticas color violeta que él ya conocía—, ésta debe ser la de Ian. —continuó Hernán, sujetando la perilla de la puerta.
Guadalupe se puso en medio rápidamente. —No le gustan que entren a su habitación.
En estos meses, la habitación de Ian solo la había visto una vez, movida por la curiosidad, pero ni siquiera se había atrevido a ingresar correctamente. Y no quería que Hernán la viese primero.
—Tenemos un tema —interrumpió Mercedes, notando el cruce de miradas entre ellos—. Ian se está portando como un idiota y Pupi se siente insegura.
—La última data que tengo es que la farsa ya no es tan farsa, ¿no? —Hernán le mantuvo la mirada unos pocos segundos más, finalmente desistió, y ocupó uno de los sillones individuales de la sala. —Definan ‘idiota’. Porque estoy seguro de que tu definición —señaló a Mercedes— varía mucho de la de Pupi.
—Idiota es idiota, no importa quien lo diga. —rebatió Mercedes con molestia.
—Para vos idiota es todo aquel que tenga pene. —la desafió Hernán.
A ambos les encantaba llevarse al límite, y siempre terminaban discutiendo con argumentos muy rebuscados.
—No estas colaborando para que cambie de opinión. —respondió Mercedes con ironía.
—Por supuesto, porque todos sabemos que la única forma de ser un idiota es tener pene. Las emociones y las experiencias no se reducen a estereotipos de género. ¡Bienvenida al siglo XXI!
—Ian no volvió a besarme. — intervino Guadalupe, sabiendo que esa sería la manera de detener la discusión.
—Ves, se está comportando como un idiota. —sentenció Mercedes, firme en su apoyo.
—Pero, el problema no es que Ian tenga pene. El problema es su comportamiento.
—Podemos dejar de hablar de penes. —se desesperó Guadalupe. —¡Por favor! Me estoy volviendo loca, los últimos tres días me ignoró por completo, y no sé qué mierda hacer.
—Sos el único con experiencia, deberías poder ayudarla. Me resulta muy violento que la ignore. —Mercedes volvió a la seriedad que la caracteriza, Guadalupe supo de inmediato que la discusión con Hernán ya se había terminado.
—No sé si estoy haciendo algo mal, o directamente no estoy haciendo lo que debo, no sé cómo ser la novia de alguien.
—A pesar de la creencia popular, no tengo experiencia real, Pupi. Era Camila la que organizaba todo, cine, cenas. Solo me limitaba a aceptar, porque sabía que al final había sexo.
—Hermosa conexión. —susurró Mercedes.
Hernán centró su atención en Mercedes —Por eso ya no estamos juntos. —para luego volver a centrarse en Guadalupe. Supo de inmediato que Hernán había entrado por completo en el tema, cuando cambio la posición en el sillón para poder mirarla directamente a los ojos —. Pero ¿qué es lo que te molesta?
Guadalupe se tomó un momento para pensar. —No son los silencios, porque incluso creo que ya dejaron de ser incómodos hace tiempo. Es difícil de explicar, como si la simple energía de Ian me alejara. Apenas me registra, no me mira, y me está volviendo loca.
—Amiga —comenzó Hernán—, sí algo aprendí de mi relación con Camila, es que la comunicación es lo más importante. No te encierres, intenta hablar con él.