Coexistiendo

Capítulo 30

Las palabras salieron de la boca de Ian sin rodeos. No había suavizado la verdad ni buscado una manera de disfrazarla. Fue directo, y eso desató un huracán de emociones en la habitación, creando un ambiente cargado de tensión.  

 La mirada de su padre se posó primero en Ian y luego en ella. —¿Es broma? — dijo, una mezcla de incredulidad y preocupación en su voz. Ambos negaron con la cabeza en silencio. —Nos vamos. Guadalupe agarra tus cosas...  

 —Espere. —Ian intervino, su voz aún con determinación. —Hay una explicación para todo esto.  

 —Seguro que la hay. Te estás aprovechando de mi hija. —El tono de su padre resonaba con preocupación feroz.  

 —¡No! —Guadalupe se apresuró a defender a Ian. —Nos engañaron. La inmobiliaria nos alquiló el departamento a los dos, nos mudamos el mismo día.  

 Su padre la miró con incredulidad, y Martina se llevó una mano a la boca, sorprendida y visiblemente afectada por la noticia.  

 —La inmobiliaria hizo contratos gemelos... —Ian comenzó a explicar la situación, con detalles precisos y honestidad cruda.   

 Mientras Ian avanzaba, Guadalupe podía sentir cómo la tensión llenaba el aire, su corazón latía con fuerza mientras aguardaba la reacción de sus padres. Los ojos de Daniel reflejaban una mezcla de sorpresa y preocupación, mientras que los de Martina estaban cargados de emociones contenidas, luchando contra las lágrimas que amenazaban con desbordarse.  

 Finalmente, Ian terminó de hablar y un silencio denso invadió la habitación.   

 Guadalupe miró a su padre, buscando su reacción, y luego a su madre, esperando algún indicio de cómo se sentían.  

 —¿Por qué necesitas vivir solo, Ian? —la voz suave de Martina rompió el silencio, cargada de curiosidad y preocupación genuina.  

 Ian miró a Martina con sinceridad —Vivía con mis abuelos, porque mi papá es un borracho. —habló sin temor a exponer sus cicatrices. — Mis abuelos obtuvieron la custodia, pero no me parecía correcto seguir siendo una carga después de que a mi abuelo le diagnosticaron Alzheimer. Por eso, solicité la emancipación, y a principios de este año finalmente la obtuve, así que decidí mudarme. 

 —¿Y cuáles son tus planes para el futuro? —preguntó Daniel.  

 —¡PAPÁ! Es una pregunta personal que... — Un repentino y fulminante gesto de su padre la hizo detenerse abruptamente, ya que nunca la había observado de esa manera.  

 Intentó buscar el respaldo de su madre, pero esta la ignoraba, con la mirada fija en el suelo.  

 Había defraudado a sus padres. Deseaba llorar y dejar salir todas las emociones que la abrumaban, pero se mantuvo firme, decidida a demostrar una madurez que con frecuencia le faltaba.  

 —Está bien. Gracias. —Ian le habló con calma y seguridad, mientras la miraba con unos ojos de un profundo color plateado. Luego, apartó la vista para volver a centrarse en Daniel. —Voy a estudiar Ingeniería informática el año que viene, y trabajo medio tiempo en un local de computadoras. 

—Sé que parece una locura —interrumpió Guadalupe, buscando evitar que la conversación se centrara en la vida personal de Ian, —que vivamos juntos, pero mantuvimos todo en secreto, nadie en el colegio sabe. Somos conscientes de las consecuencias si se enteran; nos expulsarían.   

—Soy becado, tengo que ser el más cuidadoso. El colegio no hace excepciones ni me perdona errores.   

—Guadalupe, deberías haberme contado esto de inmediato. —le reprochó su padre con frustración.  

—Lo sé, papá, perdón. Pero quería resolverlo sola. —susurró, sintiendo el peso de sus errores pesando sobre ella.  

—¡¿LLAMAS A ESTO RESUELTO?! — Guadalupe se sobresaltó; era la primera vez que su padre le gritaba.  

—Daniel... —intentó intervenir Martina, pero su esposo la ignoró.   

—Decidí confiar en vos. Me decepcionaste, Guadalupe. Esto es una locura. Tenes 16 años, no sos adulta, fue nuestro error creer que lo eras. Primero nos ocultas información y luego mentís. ¿Dónde está mi hija? —cuestionó Daniel, su voz llena de dolor y desilusión.  

Aunque Guadalupe sabía que había defraudado a sus padres, escucharlo en voz alta rompió toda la fuerza que había reunido para no llorar. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, se odiaba a sí misma por ser tan débil.  

—Perdón, papá. No era mi intención decepcionarte. —susurró, la voz entrecortada por sollozos.  

—Esta aventurita se terminó. —dictaminó su padre con firmeza.  

Quería luchar por quedarse en Buenos Aires, pero también entendía las preocupaciones de sus padres. Sabía que este era un momento en el que tenía que ser madura y encontrar la comprensión mutua si quería ser escuchada y para lograrlo, Guadalupe tenía que enfrentar las cosas; llorar no resolvería nada.  

Se limpió la humedad del rostro, y miró a sus padres directamente a los ojos. —Papá, mamá, — Hablaría con total honestidad. Mentir solo había complicado las cosas, como Ian le había advertido. —Sé que estamos viviendo una situación complicada, pero quiero que sepan que crecí mucho estos meses. Estoy aprendiendo a tomar decisiones por mí misma y a enfrentar las consecuencias. Esta experiencia me ha hecho madurar de muchas formas.  

Las lágrimas amenazaban con nublar sus ojos, pero Guadalupe se esforzó por contenerlas. —No quiero que piensen que lo hice a sus espaldas por rebeldía. Lo hice porque quería demostrarles y demostrarme que puedo ser fuerte y valiente, que puedo cuidar de mí misma y tomar decisiones importantes. Ian ha sido una parte fundamental de este proceso, y deseo que lo conozcan antes de tomar una decisión, porque realmente quiero quedarme en Buenos Aires.  

La habitación quedó en un silencio tenso tras las palabras de Guadalupe. Su corazón palpitaba con fuerza, esperando la respuesta que determinaría su destino. Buscó la mirada de su madre en busca de apoyo, y finalmente, Martina habló con una voz llena de entendimiento y cariño.  




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