Coffee

Estoico

Dando pasos acompasados, avanzamos sin rumbo fijo por una calle donde puede verse la ciudad entera. Una calle sin salida conectada a un pequeño balcón descuidado y rodeado por unos barandales azules, donde alcohólicos y vagabundos suelen reunirse para pasar la noche. Adivino que escogen ese sitio porque en el ocaso, la vista debe ser fenomenal.

Es un parque nostálgico. No quiero estar aquí.

Ella, ignorando mi mala disposición, caminó hacia las bancas de madera bajo un alto y viejo árbol al que se le caía el cabello de a poco.

⎯La banca está fría ⎯dijo, mientras sacaba una caja de cigarros de su bolsillo⎯. Toma, se ve que necesitas uno.

Tomé el veneno y lo fumé como quien toma penicilina para curar una enfermedad. El ardor en mi garganta era tan cautivador como relajante. La colilla me quemaba los dedos, y aun así, yo seguí fumando.

⎯Ey, cuidado, no es una carrera.

⎯¿Me das otro, por favor? ⎯No quería ser abusivo, pero de veras que lo necesitaba.

⎯Solo si me compras otra caja.

⎯Hecho ⎯Luego de encenderlo y darle el primer jalón, me tomé una pausa para recapitular.

No lo había pensado, pero estuve los cinco minutos que me tomó acabar ese cigarro sin decir una palabra. Seguro que se siente incómoda; fui yo quien la invitó, después de todo.

⎯¿Cómo te llamas? ⎯Pregunté.

⎯Anahí. ¿Y tú?

⎯Dylan.

⎯Un gusto, Dylan. Eres el primero que conozco con ese nombre.

⎯Para todo hay una primera vez, dicen ⎯Golpeé mi cigarro para quitarle la ceniza, y le di otro jalón ⎯. ¿Qué edad tienes?

⎯¿Eso importa?

⎯Supongo que no. Eres lo suficientemente mayor para trabajar, así que no debería preocuparme.

⎯Podría trabajar sin ser mayor de edad.

⎯No pareces alguien menor.

Es curioso. A estas alturas, ya habría escuchado esa voz de nuevo. Tal vez solo fue un episodio psicótico.

⎯Bueno, no te equivocas ⎯hizo una pausa para apagar su cigarro⎯. ¿Y qué hay de ti? ¿Cómo llegaste a la cafetería?

⎯Estaba aburrido y el lugar se veía interesante. Pensé que ahí podría pasar el rato.

⎯¿Por qué ordenaste el sánduche de atún? De todo lo que servimos... ¿Por qué?

«Dile que querías tomar la orden que nadie toma.»

Es una pésima idea. No veo forma de que decir eso salga bien.

⎯No sé. Supuse que nadie lo pedía, así que pensé... ¿Por qué no?

En lugar de una sonrisa o una pista de alegría, dio un suspiro insípido y encendió otro cigarro. Se recogió el cabello tras su oreja y volteó a verme, solo para exhalar el humo en mi cara.

⎯Qué aburrido.

⎯Si tú lo dices.

Para una "primera cita", esto fue desastroso. La charla siguiente fue superflua y sin demasiada personalidad. Apuesto que por eso la olvidé. Además, está el factor de que no quería estar en este parque. Es uno de esos lugares de los que no puedes escapar; huyes, corres, te escondes, haces de todo, pero sin siquiera moverse, ese sitio que tanto odias vuelve a encontrarte.

La futura tumba de los tantos recuerdos que quieres asesinar no se presta para ser el sepulcro de tu sicariato. Te azota con látigos empapados en las lágrimas que derramaste para dejar de lado todo lo que te rompe, y aun así no logras olvidar.

A veces pienso que todas las personas somos masoquistas. Todos tenemos un momento que no nos atrevemos a olvidar; una situación que no podemos evitar. Una persona que no queremos soltar. Puede hacernos tanto daño que llegamos a odiarnos al punto de considerar la muerte, pero no nos importa, porque somos egoístas, y queremos de vuelta ese pedacito de cielo que solía correspondernos; un cielo que ya no veremos.

Todos somos masoquistas, porque todos queremos lo que creemos que nos hace bien, e ignoramos que poco a poco, nos mata por dentro.

Bueno... Este parque es parte de mi pequeño cielo.

Creo que nos terminamos su caja de cigarros. Estaba llena cuando llegamos. Bueno, le compraré una nueva, y tal vez compre una para mí.

⎯¿Y tú por qué fumas? ⎯Me preguntó cuando subíamos las escaleras para irnos del parque.

⎯A veces porque tengo frío ⎯mentí⎯. ¿Y tú?

⎯Me trae recuerdos. Fumar se siente como en casa.

Su respuesta no fue tan reveladora que digamos, pero no me atrevo a protestar. Es una chica que habla solo lo justo y necesario. Me gusta eso.

De regreso, tomamos un pequeño desvío hacia una calle muy transitada, tanto por personas como por autos, y noté que buscaba algún taxi o autobús mientras avanzábamos. Tiene sentido que ya quiera irse, esto fue patético.

«No dejes que se vaya. Dile que comprarás sus cigarros.»

Lo necesitaba antes para encontrar un tema de conversación interesante, ahora no me interesa si se va o no.

«¿Quieres que ella vuelva? Haz lo que te digo»

No debería usar esa carta en mi contra. No es justo.

⎯Oye, ven conmigo un momento. Vamos por tu caja de cigarros.

Se detiene en seco y voltea, frunciendo el ceño en lo que parece una sonrisa.

⎯¿A dónde crees que te estoy llevando? Quiero cruzar la calle, la tienda en la que compro está al otro lado.

Comienzo a dudar de las capacidades de mi "yo del futuro". Ahora quedé como un idiota y no en un buen sentido.

Hay edificios y pequeños almacenes de este lado de la ciudad. Las calles son muy amplias, de al menos dos carriles; y hay pocos semáforos, entonces cruzar no es tarea fácil. La acera está adornada por líneas de arbustos decorativos y una que otra banca cada tanta distancia. El espacio para caminar es suficiente para ir lado a lado. A veces nuestros brazos chocaban y podía sentir su aroma. Huele como un viñedo de uvas

.Al final, pudimos comprar sus cigarros, y compré unos para mí. Parece que coincidimos en la marca. La acompañé de regreso a la esquina donde toma el transporte. Durante todo ese tiempo, no tuvimos contacto visual, pero sí hablamos. Hablamos mucho.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.