Coffee

Añicos

Al parecer Sofía se sintió un poco mal el martes. Estuvo escribiéndome todo el tiempo durante su salida con Adrián, pero yo no respondía. Dijo que eso le hizo sentirse mal.

A veces no tengo la menor idea de cómo hacerla feliz. Ella me ignora todo el tiempo. Lo hacía siempre. Yo le dedicaba hasta la última pizca de mis palabras y ella prefería hacer la vista gorda y no volver a topar el tema de mis sentimientos. Le confesé muchas cosas. Fui muy vulnerable con ella. Jamás me sentí tan débil.

Recuerdo que le escribía mensajes animados mientras yo lloraba. Le decía que me alegraba que su día hubiera ido bien, o que nada se revolvió en mi estómago cuando se juntó con sus amigos a fumar marihuana luego de sus clases. Por alguna razón, cuando me lo contó, no pude dejar de pensar en su madre. ¿Qué cara pondría si supiera que Sofía hizo tal?

La mamá de Sofía me adora. Sus padres, en general. La conocí porque era maestra en nuestra escuela. Mientras nosotros estábamos en nuestro último año, a puertas de graduarnos, su madre enseñaba a los niños. La primera conversación formal que tuve con ella fue durante la organización de un evento de carnaval para los niños. El presidente del consejo estudiantil, un gran amigo mío, me pidió ayuda para terminar rápido de preparar las decoraciones. Mientras atábamos algunos globos, escuché a la maestra decir mi nombre, y que ya había escuchado de mí. Le pregunté cómo, y su respuesta casi me paraliza. "Mi hija me ha contado mucho sobre ti."

No sabía que era la madre de Sofía, pero tuve cierta duda de qué era lo que ella le contó.

Para ese entonces no estábamos saliendo todavía. Éramos amigos. Muy buenos amigos. Nos conocíamos desde hace unos tres años porque salía con una amiga de ella, pero no contaré ese cuento. Aquella relación duró poco entre terminar y volver. Fue de las peores experiencias de mi vida. Ambos fuimos muy tóxicos al respecto, y busqué la primera oportunidad para escapar. Me sentí muy culpable en su momento.

Formalicé una amistad con Sofía el último año de clases. Un amigo organizó una fiesta de Halloween a la que obviamente estuve invitado, y Adrián me preguntó si quería formar un grupo para ir disfrazados juntos a la fiesta; grupo al que pertenecía Sofía y una amiga más.

Fue un momento interesante. Mucho alcohol, pero yo odiaba beber en ese entonces. Sofía bebió de más, y me encargaron cuidarla. No estaba tan mal como para no poder hablar, pero estaba lo suficientemente mal para que tener una conversación conmigo no fuera incómodo. Hablamos de muchas cosas que casi no recuerdo, y haciendo retrospectiva, creo que me enamoré de ella en ese momento.

Recuerdo que hacía muchísimo frío. Ella llevaba un vestido negro con los hombros destapados, y me preocupaba que estuviera congelándose. Dijo que no, y le creí. Hice la clásica táctica de tomar su mano para que sintiera lo fría que estaba la mía, y nos quedamos con los dedos entrelazados bastante tiempo. No lo sabía, pero me había enamorado de sus manos.

Recuerdo que cada tantos comentarios, ella se reía, y no paraba de pensar en que tal vez podría ser más ocurrente, y sacarle otra sonrisa. Su sonrisa es hermosa. Quería verla toda la noche, pero no me había dado cuenta.

La amaba, y no se lo dije.

Al día siguiente, ella me escribió para agradecerme por cuidarla, y le dije que no había problema; que fue divertido. Ahí comenzaron nuestras charlas diarias.

No la vi en la escuela porque justo el día siguiente de la fiesta, sería sometido a una operación. Quería divertirme un poco antes de estar dos meses en cama.

Cuando regresé a la escuela, solo Sofía se emocionó. Tenía miedo de verla. Soy un introvertido por naturaleza; pensé que verla en persona no sería igual de mágico que hablar por mensaje. Fue todo lo contrario; hablar con ella cara a cara lo hizo aún mejor.

Pasaron los días, y las semanas, y nos volvimos más cercanos. Adoraba molestarla, y ella se estresaba mucho por muchas cosas. Las tareas, las clases, la entrada a la universidad. Ella estaba frustrada, y yo trataba de alivianar su malestar. Quizás por eso se enamoró de mí.

No obstante, en ese tiempo, yo creí que me gustaba otra chica. Durante mi recuperación, comencé a hablar con ella también, y al final terminó gustando de mí. Cuando pude volver a la escuela, comenzaba a pasar los almuerzos con esta otra chica, y mis tiempos libres con Sofía. Pensé que ella me gustaba, y traté de sugestionar a mi cerebro para que se enamorara. No pude.

Tuvimos un mes de salir juntos cuando terminé con ella. Me hago responsable de haberle roto el corazón. Dijo que yo fui su primer novio; su primer beso. Me sentí como una mierda.

Ese sentimiento no lo logré explicar, y cuando se lo conté a Sofía (que se había convertido en algo así como una mejor amiga), llegamos a la conclusión de que me sentía culpable por no sentirme culpable. Después de todo, romper con esa chica no me hizo sentirme mal, y fue precisamente eso lo que terminó por deprimirme.

Parte de la razón por la que me sentí mal era que casi engañé a esta chica con Sofía. En mi escuela celebran el festival deportivo en el transcurso de dos semanas aproximadamente, y yo, debido a mi operación, no podía participar, así que me quedé en el salón, solitario. Sofía también estaba ahí, haciéndome compañía, y pronto comenzamos a jugar. Yo le hacía cosquillas, y ella se pegaba a mí, abrazándome y casi sentándose sobre mis piernas. Estábamos tan juntos que fue la primera vez que noté lo suave que era su piel, y cuánto amo sus lunares.

Estuvimos a nada de besarnos. Sus labios buscaban los míos, y mis labios no querían resistirse a mis deseos. Estuve a nada de ceder, pero aunque sea una basura de persona, jamás sería infiel, así que pude poner fin al juego sin que ninguno de los dos nos sintiéramos incómodos y sin un desenlace que podría traerme problemas.

Y entonces, rompí con mi novia. No estaba triste. Me sentía libre, pero no sabía en qué sentido.




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