Cofradía

Una luna de octubre

Una de noche octubre, en una época reciente, tres jovencitas que apenas alcanzaban la mayoría de edad salieron de sus casas hacia el bosque de la población donde vivían, dirigiéronse entonces a paso lento por las veredas donde antes habían caminado pies humanos rumbo a un lugar desconocido internándose en aquel espeso arboleaje cubierto por una leve brisa de la lluvia anterior.

Llegaron hasta el lugar acordado haciendo un círculo de sal de tres metros en el suelo con un pentagrama dentro, colocándose cada una en diferentes puntos cardinales del círculo levantaron sus manos al cielo en ese cielo que volvía a ocultarse con nieves espesas y cuya luna se ocultaba por minutos detrás de ellas .

Levantaron sus manos y continuaron su ritual.

—¡Oh! Sabio señor, criatura antigua, dios de dioses, señor de señores, señor de oculto dador de vida y transformador de energía, invocamos esta noche tu presencia y rogamos nos brindes tus hermosos dones a éstas tus fieles hijas quienes están dispuestas a seguir tu mandato y esparcir tu cofradía por los confines de la tierra.
Tú, serpiente antigua, dígnate a mirar con tu magnificencia la bajeza de tus siervas quienes fervientemente te ofrecen sacrificios.
Un ave; para tu lugar en los cielos.
Una serpiente; para que te manifiestes en tierra.
Un pez; para que nos brindes tu agua que da vida.
Nos reunimos hoy el sur, el norte, y el este para servirte a tí anciano Manón ¡oh! gran señor.
Te invocamos en tu sagrado y poderoso nombre pidiendo tu manifestación aquí y ahora, hazte presente ¡oh! Señor en nuestras vidas y en nuestra sangre que corre en nuestras venas, llénamos con tu inmenso amor y sabiduría, brindanos un poco de tu poder y llámanos tus hijas.—
Recitaba la líder del grupo, cuyo nombre es Donna, una chica de cabello corto, delineador en los ojos y labios, y ropas oscuras mientras las demás muchachas, Danny y Lucy repetían "Salve manon, hazte presente" una y otra vez sin cesar en una letanía interminable.

Terminado este conjuro, Donna soltaba la serpiente que mantenía en un frasco de cristal dentro del pentagrama, por su parte Lucy Dejaba libre el ave que mantenía dentro de la jaula y Tamara vertía un poco del agua de la pecera del pez sobre el enorme círculo.
Procedente a esto, la líder quien ejercía su labor de sacerdotisa sostenía un grial de plata en la mano y la alzaba al cielo para luego depositar unas gotas de sangre de su dedo el cual tuvo que pinchar con en filo de una navaja cutter, luego esta pasaba a cada una de las jóvenes que tenían que repetir la misma hazaña y depositar las leves gotas de sangre en la copa metálica, las gotas se mezclaron como el rocío de la mañana en en el pasto hasta formar una misma sangre: tres almas diferentes en una sola sustancia liquida y viscosa.
La sangre derramada caía en el centro de aquella copa que brillaba al resplandor del sol de finales del solsticio de primavera que lucía incandescente.
La ultima en verter su sangre en aquel cacharro metálico fue la pequeña Tamara, más pequeña en edad: tan solo unos meses y la más pequeña en estatura y también la más sensible y temerosa, quien al cortar su dedo hizo un gesto de dolor y luego ayudando a sangrar su dedo índice presionándolo con su dedo pulgar de la misma mano para que cayese en la copa ya con sangre vertida en ella.
Donna, quien sostenía la copa la alzó hacia el cielo e hizo una leve declaración a viva voz.

—En esta copa deposito mi sangre y la sangre de mis hermanas: Norte, Sur y Este. Bebemos de esta sangre que es la comunión contigo implorando nos brindes tu bendición y ofreciendo a cambio todo nuestro amor, toda nuestra fe y todo nuestro ser.

Luego bajando la copa y llevándosela a los labios añadió.
—Yo Donatela represento a las tierras del Norte y bebo de esta copa y con ella bebo de mis hermanas en honor a tí oh gran anciano.—
Luego bebió de la copa inclinándola un poco para humedecer sus labios y luego beber un sorbo de la sangre para luego pasar la copa a sus acompañantes quienes hicieron la misma oración solo variando en su nombre, su punto cardinal y su elemento de acorde al animal que habían llvado cada una.

Bebieron todas de la sangre y Donna bebió lo sobrante en la copa sin dejar una sola gota.

Después de esto esperaban una respuesta de ese viejo dios, alguna manifestacion de que estaba allí presente en aquella invocación; una ventisca, un sonido, el trinar de las aves, un rayo de luz, lo que sea que fuere, pero la respuesta jamás se hizo visible.
Luego se acostaron sobre el pasto bajo la media sombra de los viejos arboles del bosque cercano a un parque.

—Es la cuarta vez que lo hacemos y no obtenemos nada, ya estoy harta de probar la sangre—
Decía Lucy colocando sus manos sobre su cara en signo de vergüenza opacando su voz.

—Odio ese sabor, sabe cómo el óxido y huele igual—
Apoyó Tamara

—¡Ya basta, chicas! Seguiremos haciéndolo cuántas veces sean necesarias, Manón solo está probando nuestra fidelidad hacia él.—
Intervenía Donatela en favor a su deidad.

—Necesitamos a una cuarta, tres no son suficientes, eso solo aplica en el cristianismo—
Mencionaba Lucy mientras se acostaba sobre su costado para mirar de frente a sus amigas al lado de ella mirando hacia el cielo.

—Ya hablamos de eso, Irma. Manón nos aceptará ya sea que seamos tres o menos, da igual si somos cuatro—
Alegaba Donna.

Tammy (Tamara) levantaba la mano pidiendo dar su opinión: era un hábito en ella.

—¡Habla, Tamara!—
Le concedió Lucy.
—Creo— Mencionó esta adoptando la misma posición que Lucía: apoyarse sobre su costado mirando hacia en frente de sus amigas del lado derecho.
—Creo que Lucy tiene razón... Lo que quiero decir es que, tú Donni eres Norte, Lucy es el Sur y yo el Este, pero ¿Donde queda el Oeste? Necesitamos una cuarta para cerrar el círculo ¡Queramos o no!—

Esto causó el enfado de la líder quien apoyando sus manos en el suelo acojinado por la yerba verde se reincorporó sobre su espalda sentada en el pasto, sus acompañantes hicieron lo mismo al ver que estaba por dar un discurso.




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