Cofradía

Capitulo 2: Discusión.

Los juegos infantiles entre aquellas jovencitas eran algo habitual; Guerras de almohadas, chistes y juegos de verdad o reto, chismes, conversaciones sobre chicos y hasta sesiones de maquillaje.

Tamara acababa de pintar las uñas de los pies a Dona de un color violeta oscuro reluciente, el televisor transmitía una película de los 80's, Lucy se pintaba los labios en frente de un espejo de manos mismo que sostenía con la mano opuesta.
—¿En serio creen que Manón nos tome en cuenta? Lo que quiero decir es que nunca se nos ha manifestado de ninguna forma.—
Esto logró cautivar la atención de la desprevenida Donatela y causó su enojo en un santiamén.
—No digas tonterías, él es Manón. Justamente por eso es un Dios, los dioses tienen la cualidad de saberlo todo— la exasperación de esta hizo que Tamara pintara por accidente uno de los dedos de los pies a Dona, accidente inducido por la repentina brusquedad de la joven.

Tamara sostuvo entonces fuertemente el pie de Dona reprendiéndole por moverse constantemente pero está lanzó un golpe con el pié para safarse de su mano.

— Sé que vas a decir que no, pero yo insisto en que necesitas a una cuarta chica para estar completas—
Era el mismo discurso de Lucy que hacía molestar a Dona, cuya paciencia era poca y lograba exasperarse con facilidad.

Dona se sentó en la orilla de la cama bruscamente y un poco de esmalte de uñas cayó sobre la cama, Tamara lanzó un grito molesta por el esmalte derramado.

— ¿ Y dónde se supone que vamos a encontrar a la cuarta chica, Lucy? Sabes perfectamente que somos las raras de la escuela y no conocemos a nadie más que crea en lo mismo que nosotros, todas son unas santurronas que prefieren adorar a dioses traídos por el viejo mundo y no nuestras propias deidades—

Lucy se levantó de un salto de la cama y se dirigió a la ventana y corrió la cortina hacia un lado.
—Quizás la cuarta chica esté allá afuera en algún lugar, caminando por la acera o tal vez paseando en bicicleta. Quizás sea aquella chica de cabello rizado que va pasando por enfrente—
Las demás jóvenes se pusieron en pie colocándose al lado de lucy observando por la ventana a aquella chica que pasaba hablando por teléfono mientras caminaba por la acera.
—Creo que la cuarta chica podría ser aquella gorda que trata de subir una pantalla a la parte trasera de su coche— Bromeó sarcásticamente Dona mirando a una joven obesa en la acera de la casa de al lado.
Lucy frunció el seño.
—O quizás sea aquella anciana que se apoya sobre su bastón— Añadió Tamara soltando una risa potente.
—Ella es doña Enriqueta mi vecina— Agregó Dona y comenzaron a reir todas a la vez.

—Dona, hija. ¡Ya está la cena!— Mencionó la madre de la joven quien había habierto la puerta de la habitación sin avisar.
—¡Mamá! Toca la puerta por favor, te he dicho que odio que hagas eso.—
A Dona le molestaba el hábito de su madre quien solía entrar a su habitación sin permiso, la relación entre ambas era bastante liberal, su madre no ejercía su autoridad de madre y Dona no le rendía el respeto adecuado de una hija a su madre.
—¡Hola chicas! ¿Se quedan a la cena? Hoy hice espagueti y patatas rellenas.
—¡Yo sí!— Mencionó Lucy.
—¡No, gracias!— Mencionaba a la vez Tamara quien a su vez lanzó una mirada inquisidora a Lucy por su actitud, le parecía inadecuado quedarse a cenar.
Las chicas salieron de la habitación de Dona y se dirigieron al comedor donde su madre ya tenía la mesa servida dispuestas a tomar una deliciosa cena recién salida de la cocina.

La cena estaba servida y las jóvenes cenaban solemnemente acompañando a Donna y su madre quien pasaba su vista por cada una de las muchachas y les dirigía una sonrisa tierna y emotiva, no era muy común tener visitas y a Donna le avergonzaba la actitud de su madre a quien consideraba una mujer inmadura.

— ¿Y cómo vas con tus estudios Tamara? Donatella me dijo que andabas algo baja en calificaciones.—
Mencionó la mujer antes de llevarse el tenedor a la boca. Donna le lanzó una mirada escrutadora llena de molestia que más que una simple mirada se notó como una amenaza.

—¡Mamááá! ¡Por favor! Solo cenemos en paz. Sin preguntas y sin decir cosas raras, ¡Por favor!— mencionó Donna con molestia ante tal pregunta.

Lucy y Tamara intentaban controlar la risa pero una risa sorda se lograba escuchar. Lucy tapaba su boca evitando la risa, mientras que Tamara se llevaba la mano a la boca para igualmente y con ello evitar que la comida saliera despedida de su boca.

El súbito silencio se prolongó por un momento en el cuál el único sonido perceptible era el ruido que hacían los cubiertos al chocar en el plato, el tenue sonido de un reloj y el trinar de un ave que había dentro cerca de una ventana dentro de su jaula, un bello gorrión de pecho amarillo que brincaba de lado a lado de su jaula mientras entonaba hermosos cantos.

— ¿Y como van con sus sesiones de espiritismo?— Mencionó nuevamente la mujer mirando a las tres muchachas esperando una respuesta de alguna.
Donna soltó el tenedor y bajó sus brazos de sobre la mesa dejándolos caer sobre su regazo, sus jóvenes amigas comenzaron a reir.

—¡Aquelarre, mamá! Se llama aquelarre, no sesión de espiritismo, no hablamos con muertos— Aclaró Donatella reprendiendo una vez más a su madre por hacer preguntas incómodas para ella y sus amigas.

—Hija, sabes que yo soy una tonta, no sé que significa aquelarre. Últimamente andan con esas cosas raras de ocultismo o lo que sea, yo no sé nada de eso y de nada me sirve decirles que se dejen de esas cosas porque sé que no me harán caso—

—¡Tranquila! ¡No es nada malo!—
Aclaró Tamara con una enorme sonrisa y degustando un pedazo de carne asada.

—Es que mi familia siempre ha sido católica y se me hace feo que mi hija se haya desviado y ahora quiera ser satánica—

Las risas volvieron en unas carcajadas ruidosas.
Donna estaba roja como tomate y sus amigas la miraban mientras reían.




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