Cohibida

Capítulo 4

 

¡¡Que disfrutéis bellas florecillas!!

 

En mis dieciocho años de vida, jamás me había dado un baño como aquel y menos aún con agua caliente. Debía reconocer que la sensación fue de lo más extraña y al mismo tiempo placentera. El vapor del lugar hacía que de un modo inusual me relajara y tal vez, el hecho de estar solo con compañía femenina lo acentuara. 


Tal vez podía ser mi oportunidad de interrogarlas, pero desconocía si me estaban vigilando. No podía, de ningún modo, dejarme descubrir. ¿Sería posible que existieran más mujeres como yo?, ¿Mujeres a las que la droga del azambar no les afectaba de ningún modo? 


Me colocaron unas prendas finas que tapaban muy poco por no decir prácticamente nada de mi cuerpo. Podía notar como mi piel se volvía levemente áspera en contacto con el frío de aquel lugar vacío y me dejaron en una sala completamente oscura. Unas luces me enfocaron directamente y pasados varios segundos volvieron a por mi para llevarme a una especie de celda completamente vacía con la única luz de un leve foco en el techo como compañía. 


Tenía frío, de donde yo venía se decía que el frío era malo si calaba los huesos porque entonces caíamos enfermas y podía ser peligroso. A veces incluso combatíamos el frío dándonos calor corporal si no podíamos recurrir al fuego, pero en aquel lugar solo me quedaba abrazarme a mi misma y frotar la piel para entrar en calor al mismo tiempo que me movía en círculos. No podía permitirme enfermar, no cuando debía estar preparada en el momento idóneo para saborear la libertad de nuevo y buscar a mi hermana.

No supe cuantas horas pasaron hasta que aquella puerta volvió a abrirse. Me ordenaron caminar por el angosto pasillo y pasar varias puertas antes de terminar en un lugar igualmente desconocido donde después de quitarme la prenda que apenas me cubría me colocaron una aún más fina que extrañamente se ajustaba a la piel, pero que no proporcionaba calor alguno y por insólito que pareciera me pidieron internarme dentro de lo que parecía una gran caja repleta de cosas pequeñas de color blanco. 

Lo desconocido era abrumador, pero no podía quedarme quieta sin hacer nada. El temor a que me descubrieran era aún peor que lo que me esperaba si hacía lo que me pedían. Convencí a mi propio cuerpo a reaccionar y a mi propia mente a acatar cualquier orden hasta que tuviera la oportunidad de desobecer y estuviera segura de ello.

―Se puntual. Han pagado un alto precio por ella. ―Fue lo último que escuché antes de que aquella caja se cerrase y la oscuridad completa viniera con ella. 


Notaba el movimiento al tiempo que intentaba despejarme de aquellas cosas blancas que estaban por todas partes y apenas pesaban. Decir que aquello era asfixiante era quedarse bastante corto. Hice presión para intentar salir, pero era imposible hasta que me di cuenta que detrás de mí había unos pequeños agujeros minúsculos por los que traspasaba la luz, así fue como supe que estaba en el exterior y que era de día.

Un golpe en seco hizo que me tuviera que sujetar a las paredes de aquella caja que se tambaleaba. Era presa de la incertidumbre y escuchaba voces lejanas sin poder definirlas correctamente, incapaz de sacar en claro algún sonido o frase. Esperé… esperé lo que me pareció una eternidad hasta que aquella maldita caja en la que me habían metido se abrió de pronto e intenté adaptarme a la luz después de haber pasado tantas horas en la oscuridad.


―¡Vamos!, ¡Sal! ―Esa voz era bastante autoritaria y en aquel momento noté la presión en mi brazo y un tirón hizo que saliera de golpe sin poder reaccionar siquiera ante tal ataque de severidad.   


Cuando me fije en el individuo que tenía ante mis ojos, la atrocidad recorrió mis entrañas y puede que mis pesadillas se hicieran realidad. Era la repulsión en persona, aunque no supiera definir porque razón lo hacía, pero unas ganas irrefrenables de apartarme de su contacto se apoderaban de mi, provocando que sintiera incluso náuseas ante aquel hecho.


Evité fijarme en su persona que comenzaba a dar vueltas a mi alrededor, podía notar su carne flácida moverse e incluso llegaba a ser colgante por algunas partes de su cuerpo, así que miré hacia el frente y me encontré de pronto con unos ojos grises sin luz que me observaban. Enmudecí al observar el cuerpo de aquella joven surcado de marcas y lo que reconocía como cardenales enormes que incluso llegaban hasta su rostro.

«Dioses» gemí al observarla y darme cuenta de que el individuo que estaba a mi alrededor estudiándome debía ser el culpable de aquellas señas de dolor.


―Voy a disfrutar enormemente marcando esta carne. ―Le oí susurrar mientras era consciente de cómo sus dedos tocaban la piel de mi brazo desnudo.


«Antes muerta que dejarme tocar por ese espécimen» me susurré mentalmente. 


Tenía claro que no pensaba tolerar que aquel individuo me pusiera una mano encima, y sospechaba que sus intenciones de hacerlo no distaban mucho de la lejanía por lo que debía darme prisa. 




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