Detrás de los camarotes se encontraba un rey, un rey que vio pasar su vida frente a sus ojos en un solo instante, sin embargo, no porque la muerte lo estuviera llamando, sino, por otro hecho.
—Munakata Reisi, es hora.
—¿Tan pronto? ¿Acaso no puede esperar un poco más? —apenas llegó a verse como su cabeza se volteaba sin la necesidad de mostrar su rostro a la persona que lo llamaba desde la entrada del cuarto, aquella era la que movía los hilos de todo, y lo estaba invitando sutilmente a hacer algo, pero... ¿a qué?, eso se vería más adelante.
—¿No tienes pensado responder?
—Yo sólo respondo por lo que siento —mencionó el de lentes.
—Tú no respondes por lo que sientes, sino por lo que crees que es correcto —refutó la chica que poseía unos papeles en sus manos, y que claramente abrazaba con mucha fuerza, lo que daba a entender que no quería perderlos por nada del mundo.
—En eso tienes toda la razón... —una sonrisa se posó sobre los labios del joven azul, quien luego se puso de pie—. Sin embargo no tengo intensiones de hacerlo —la mirada amatista del chico era ferviente, al parecer hablaba enserio, no obstante, la muchacha también lo hacía, y mostró una mueca de desagrado ante su comentario.
—Eso es lo que me desagrada de ti... que nunca te rindes. Te viene bien el papel del rey azul —le declaró. Detrás de ella había algo que no le gustaba al más alto, y claro que no tardaría mucho en averiguar qué era.
—Jo~ ¿qué es esto?, nunca antes había visto que reaccionara así, señorit- —pero antes de decir algo más, una sombra de alguien familiar apareció tocando el hombro de la joven que parecía ser asolada por algún mal mayor—. Eres tú... no debería ni existir la más mínima posibilidad de que estés aquí —dijo casi ahogado en palabras el uniformado.
—Je... Es natural que me apareciera después de tí, Mu~na~ka~ ta~ —de entre las sombras, apareció nada más y nada menos que el mismísimo rey rojo, quien era todo lo contrario a ese hombre uniformado que poseía todo el honor del mundo.
El capitán no dudó ni un segundo, y le quitó la mano a la chica de su hombro, la apartó y la puso detrás de él como si tratara de protegerla de algún mal de lo más blasfemo.
—¡Tu presencia no es para nada requerida, así que vete de una vez! —el rey azul marcó su punto, pero el otro sólo sonrió de lado.
Las cosas se estaban poniendo calientes, ¿qué pasaría ahora? Al parecer, el hielo y el fuego empezarían a tener su enfrentamiento.