El vándalo se acercó al peliazul, y se puso tan cerca de él, que sus rostros quedaron frente a frente rosándose, al mismo tiempo, ambos percibían cómo la respiración de los dos chocaban la una con la otra, y esta acción provocaba en ellos que sus estómagos se revolvieran.
—¿Y qué pasará si no quiero irme... Munakata? —mencionó el pelirrojo.
—Entonces me veré en obligación a echarte yo mismo a patadas —se le escuchó decir aquellas palabras con firmeza, mientras elevaba un poco la empuñadura de su espada como para tomarla en cualquier instante.
—¡Oigan, oigan, no se peleen! —entró a interrumpir el más bajo de ellos, era Misaki. Al parecer, había llegado a detener ese enfrentamiento.
—Misaki... no deberías de entrometerte en lo que no te importa, tú no eres el que ella eligió para esto —se presentó el tercero al mando, Fushimi Saruhiko, apareció detrás de chico más bajo.
—¡Tch, cállate mono!, tú ya tienes tu lugar —mencionó el pelinaranja, quien estaba tristemente excluido del plan de la señorita que manejaba los hilos.
—Pero tampoco se debe elegir de esta manera... Munakata-san ya había... —fue interrumpido por Mikoto.
—Ustedes dos... no les concierne a ninguno meterse en esto —la mano del rey rojo ya estaba mostrando una llama, y estaba dispuesto a empezar la lucha en cualquier momento.
—Tan salvaje y descortés como siempre. Si tienes motivos para luchar contra mí, pues entonces vayamos a fuera —sentenció el de ojos violáceos, y el otro apagó su llama para darle un empujón y así apartarlo, ese mismo no fue nada cuidadoso, ya que hizo que el uniformado chocara contra el escritorio de maquillaje, donde éste se desmoronó por el impacto junto con Munakata. Al mismo tiempo que el contrario se incorporaba, el de ojos de león se llevaba a la muchacha fuera de la habitación, dejando allí a Reisi. Los otros dos se apartaron del camino de ese rey salvaje, puesto que sabían que no podían detenerlo, sin embargo, no podían evitar sentir algo de pena e impotencia por la situación, como siempre, no podían hacer nada para detener a ambos reyes.
—¡No te saldrás con la tuya Suoh! —se escuchó enseguida el sonido de la espada de Munakata al ser desenvainada su hoja, y a continuación, fue detrás de él motivado por alguna fuerza mayor.
—Je... —sonrió mientras miraba por sobre su hombro al de lentes acercarse a su persona, y en el proceso que arrastraba a la chica de la muñeca fuera del lugar, lograron llegar a un sitio lleno de nieve. Sí, estaba nevando, y eso podría traerle aún más angustias al rey azul.
—¿Recuerdas éste momento Munakata? —soltó a la chica y dejó que se fuera para que tuviera una vista más alejada y precisa de su contienda, y a lo lejos, se podían apreciar a los otros dos miembros de cada clan.
—Esto es...—llegó a murmurar el capitán. Estaba seguro que había llegado a experimentar está escena alguna vez, por lo que su alma empezaba a corromperse.
—Así es... debes darte por vencido de una vez... Munakata —le indicó el rey de intensa mirada.
¿Qué debería de hacer ahora?, la verdad no se veía nada preciso, sin embargo, allí estaban, a unos pocos segundos de llevar a cabo la contienda que nunca antes podrían haberse imaginado ambos reyes. Uno que nunca planeaba aparecer, y otro que planeaba ser eterno, ¿los papeles se estaban intercambiando ahora?, así parecía ser.