Las vacaciones de verano solía pasarlas en casa de los abuelos, la abuela solía tener una extraña lista de normas que se debían hacer… y no me refiero a cosas como lavar tu plato, acomodar los zapatos o no correr dentro de casa, de hecho, era el único que los seguía visitando luego de comenzaron con las extrañas reglas nadie más de la familia los visitaba desde hacía ya tres años cuando el abuelo cayó enfermo en cama.
Siempre pensé que debido a esto la abuela se volvió más estricta, cuidar las veinticuatro horas del día al abuelo quien era como un niño incapaz de moverse de su lecho, creí que eso la cansaba y hasta quizá había hecho nacer algo de amargura en su corazón.
—Abuela ya está todo listo —por un segundo observe su cuerpo cubierto por leves hematomas— ya te he dicho que si necesitas ayuda para mover al abuelo puedes decirme no te esfuerces demasiado—
—Si… las cosas no siempre son lo que parecen hijo —su voz cansada resonó en la vieja casa de dos pisos.
—Claro —respondí sin saber que más decir mientras veía la lista de normas— No tirar la sal en el suelo, no silbar nunca, no cerrar las puertas de los cuartos y dejar un vaso con agua bajo la cama antes de dormir—
—Recuerda las normas —ella se percató de que leía en voz baja la lista
—Si—
La última noche de las vacaciones del 1992, maldición, aún recuerdo esa noche; un grito estridente que provenía de la planta de abajo me despertó sobresaltado, era la abuela, bajé de inmediato y la vi sentada en el suelo frente a un montículo diminuto de sal.
—Lo hice, lo hice, rompí las normas él se enojará mucho esto es —seguía repitiendo esto en un tono lúgubre con una mirada vacía
—Tranquila abuela no pasa nada yo lo limpiare —camine hasta las escaleras pues debajo de ellas se guardaban los utensilios de limpieza
Lo que vi cuando regrese a la cocina aun me atormente veinte años después era… ¿cómo decirlo?... era algo que aterrorizaría a tu peor pesadilla, una figura enorme y oscura con un par de ojos blancos y vacíos una sonrisa llena de dientes filosos que dibujaban una sonrisa… no una mueca inhumana
—Sandra… rompiste las normas de nuevo y ya que estas sola te debo de castigar —un sonido de ultratumba algo que solo un monstruo podría expresar.
Lo cierto es que después de que esa cosa golpeo el brazo de mi abuela me di cuenta de que los numerosos hematomas eran causados por… eso, me considero un cobarde desde entonces al día siguiente hui de esa casa y solo volví una vez más, para el funeral del abuelo ese día la abuela se acercó a mí y me dijo ´´Los monstruos vienen en muchas formas´´.
Días después una tía se mudó a casa de la abuela para estar con ella, dijo que todo había mejorado, ella ya no presentaba hematomas y se había desecho de la lista de normas, los doctores estaban anonadados una la enfermedad que según ellos durante tres años le había provocado esos daños milagrosamente despareció, lo cierto es que eso ocurrió un mes después del funeral del abuelo, al día de hoy no tengo el valor de volver a esa casa ni cuando va toda la familia, quizá soy un verdadero cobarde.