En la bóveda azul
brillan las estrellas.
Resplandece el regalo de Prometeo
bajo el vasto océano verde.
Sus olas se levantan
al compás del viento.
Las hojas bailan en vaivén
en las copas de los árboles.
Reciben el calor de la fogata.
El suave murmullo de las llamas
se mezcla con la música
de una vieja radio.
Dos jóvenes danzan alrededor del fuego.
Se dejan llevar por la música.
Saltan, giran y juegan.
Se acercan y se alejan
sin perderse jamás de vista.
Sonríen con los ojos y la boca.
Las palabras sobran entre ellos.
Sus miradas lo dicen todo.
Su cortejo es armónico y
en sincronía total.
El viento es de esencia lavanda
que emana de su bella melena castaña.
Deliciosa sensación es
sumergirse en ella en un abrazo.
Sentir los sedosos hilos
en el rostro y su aroma
en las fosas nasales
mientras bailan lento.
Nace el silencio.
Un silencio cómodo.
Un momento que parece eterno.
Sin luz, sin música.
En el bosque.