Incontables son mis
noches en vela.
Profundas mis ojeras
y ligero mi sueño.
Largas mis absurdas fantasías.
Largas las horas oscuras en las
que doy vueltas y vueltas
en mi cama.
He visto a las tinieblas
degradarse hasta ser luz.
A Helios cabalgando su
carroza de fuego en el oriente.
Se eleva tras las cumbres que
se ven desde mi habitación.
La noche es descanso y quietud,
pero no para todos, no para mí.
No todo es silencio.
Mis padres y mi perro roncan.
Suenan fiestas, sirenas y bocinas.
Suena la ciudad.
No se calla la urbe
No se calla mi mente.
Sin silencio no hay sueño.
En Lima se oyen aviones.
En Chiclayo, los gallos.
El insomnio es el alto precio
del estrés, la imaginación y
el desequilibrio hormonal,
Son horas muertas y yo sigo viva.
Un ser despierto en la ciudad adormecida.
Horas solitarias de una persona solitaria
que desea un merecido descanso.
Hago viajes en casa.
Me escabullo como ratón.
No siempre lo consigo,
pero lo intento.
Miento al llegar el alba.
Nadie debe saber que sigue.
Que todavía hago piyamadas
con las estrellas.
Que sueño despierta y
tengo la secreta tentación de seguir.
Que soy nocturna por convicción.