Estaba igual de vacío que todo lo demás. Las amigas caminaban por los pasillos del segundo piso. De nuevo, todo era blanco; de vez en cuando, algunos trabajadores del lugar pasaban por ahí pero, de no haber sido por eso, la Colmena hubiera parecido abandonada. Había varias habitaciones, con dos literas, un clóset enorme y dos mesitas de noche cada una.
-Antes, estas habitaciones eran más salas de pruebas pero pequeñas-le explicó Clarisse a Raina- Desde la semana pasada las han llenado con literas y esas cosas. No sé el motivo pero me parece bien.
Después bajaron las escaleras para volver al comedor. Habían otras escaleras del lado derecho de este lugar pero estas se dirigían hacia abajo. No había mucha luz lo cual atrajo la atención de Raina. Se acercó a esas escaleras pero Clarisse la detuvo.
-No nos dejan ir ahí.
-¿Por qué no?
-Está prohibido; es lo único que nos dicen.
-¿No te parece que ya son demasiados misterios? ¿Tu querida organización te sigue pareciendo buena?-las palabras de Raina salieron con un tono más brusco del que esperaba, en realidad no quería sonar grosera.
-Rai, sé que todo esto te transmite desconfianza pero yo llevo muchos años con ellos y no han hecho nada malo, de verdad. Ven, hay cosas interesantes en este lugar-su amiga le sonrió para darle confianza pero no lo logró.
Raina no quería saber más de ese asunto. Le quería ver el lado positivo pero no podía. El Dr. Green, al igual que todos los demás doctores que había visto hasta el momento, mostraba infelicidad. Como si no les gustara estar ahí y no entendía por qué se quedaban.
Cruzaron varios pasillos hasta que Raina ya no notaba ni una diferencia entre ellos. Después de bastantes pasos, Clarisse se paró frente a una puerta de cristal. La abrió y la habitación era idéntica a la que Clarisse había entrado a hacer su prueba.
-Siéntate ahí, Rai- le indicó Clarisse a su amiga señalando la camilla.
Raina le hizo caso con un poco de desconfianza y miedo, aunque sabía que no debía sentirse así puesto que era su amiga de toda la vida.
-Te pondré en una prueba de miedo- le advirtió la chica de cabello color caoba, pegándole cables en el cuerpo a Raina.
-¿Va a doler?
-Digamos que… será… ¿Un dolor mental? ¿Ficticio tal vez? No sé cómo explicarlo. Cada quien lo interpreta como se le da la gana.
-Eso me da ánimos- dijo Raina con sarcasmo.
Clarisse no le dijo nada. Tecleó algo en la computadora de al lado y de inmediato la vista de Raina se nubló y se volvió negra.
Cuando abrió los ojos ella estaba en una habitación de metal, tenía a sus padres enfrente de ella con expresiones serias. Le comenzaron a gritar insultos sin motivo alguno para después irse. Le dolía un poco lo que acababan de hacer pero ya estaba acostumbrada a que la abandonaran. Cuando alguien pasa muchas veces por el mismo sufrimiento, llega un punto en el que ya no le duele, incluso desea recordar ese dolor. Y eso era lo que le pasaba a Raina con el abandono.
La chica fue rodeada por ratas y arañas, se le subieron a la ropa y ella comenzó a gritar y a tratar de quitárselas. Sentía como sus asquerosas patas recorrían su cuerpo, como le comenzaban a morder la piel, cientos de ellas. Una rata intento meterse en su boca, las arañas se le metieron por las orejas, se apoderaban de ella. Raina no pudo más y se dejó caer en el piso. Cerró los ojos, sudorosa, deseando que se fueran por arte de magia. Y algo parecido a eso pasó. Cuando abrió sus ojos ya no había nada que la atemorizara, o eso pensaba.
Se sentó en el piso de metal a respirar y calmarse por la experiencia aterradora que acaba de vivir. Justo cuando ya su respiración se estaba regulando, las paredes hicieron un ruido que la sobresaltó. De inmediato se puso de pie solo para ver cómo las paredes crujían y comenzaban a hacer que el lugar se volviera más pequeño. Raina se estrelló contra las paredes. Se apoyó contra una de ellas mientras que con su pierna izquierda trataba de empujar la otra pared. Era inútil, las paredes seguían uniéndose. Raina comenzó a gritar y pedir ayuda como loca. Sabía que nadie la escucharía con esas paredes de metal pero aun así lo intentó, ella pensaba que hasta el más mínimo esfuerzo valía la pena.
Luego, en las paredes, que seguían juntándose, aparecieron las palabras ¨NADIE TE AYUDARÁ¨. Y lo entendía, porque para la mayoría era solo una rara más. Las personas que le prestaban atención solo lo hacían por su físico y no por lo que en realidad era. Cuando charlaba con ellos sobre lo que la apasionaba, no le prestaban atención, así que si estaba en una situación de vida o muerte no la ayudarían, sólo tenían que buscar a otra chica bonita y seguir con su vida. Fácil.
Rai, yo siempre estaré para ti, incluso cuando tú no me necesites.
Era la voz de Clarisse, su amiga de verdad, la persona con la que no compartía sangre pero aun así la quería como una hermana.
Raina de inmediato se tranquilizó al escuchar esa aguda pero dulce voz y abrió los ojos para despertar en la habitación blanca pero Clarisse no estaba al lado de ella, como esperaba. Estaba al otro lado de la puerta de vidrio, gritándole algo a Audrey que Raina no podía comprender porque seguía desorientada por la prueba. Audrey miraba a Raina con seriedad, ignorando a Clarisse.
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Editado: 04.06.2021