Colmena de muertos #1

Capítulo 5

Cinco años después

Raina caminaba hacia el comedor para sentarse a lado de Clarisse. Ocupaban su lugar de siempre. Clarisse tenía un aspecto cansado, como era lo habitual. Su cabello estaba recogido en una coleta baja, ahora su amiga tenía un flequillo que le venía muy bien, sus labios estaban secos y sus ojos, que antes contagiaban una inmensa alegría a la persona que los veía, ahora reflejaban tristeza. En los años que llevaban en la Colmena su amistad tuvo varios altibajos y uno de ellos fue cuando Raina, en un ataque de locura, le gritó a Clarisse que era su culpa el que ellas estuvieran ahí encerradas. A su mejor amiga le salieron lágrimas, decía que no era cierto, pero después se separaron un tiempo. No se hablaban ni porque compartieran cuarto. Al final volvieron a juntarse, Raina se disculpó pero ahora Clarisse sentía culpa, pensaba que sí era su culpa por haberle insistido a su amiga. La chica rubia trató de convencerla que no era así aunque no logró conseguir algún cambio en la opinión de Clarisse. Entonces decidieron no volver a hablar del tema.

  Raina agarró una servilleta que cogió del baño de chicas y, con una pluma traída desde su cuarto, escribió en ella: "¿Algún nuevo chisme?". Escribirle eso a Clarisse era parte de la rutina y eso le sacaba a su amiga una leve sonrisa. Lo hacía con una servilleta porque los guardias, quienes estaban recorriendo los pasillos día y noche revisando que los jóvenes no hicieran algo en contra de las reglas, les prohibían hablar a la hora de la comida y casi a cualquier hora para evitar la filtración de información confidencial.

   Arrastró la servilleta debajo de su palma hacia Clarisse, la chica lo agarró y lo leyó. Sonrió y con la misma pluma que la de Raina escribió: "No, Rai. Este lugar de mierda no tiene chismes picantes como los de Hollywood." Clarisse aun sentía pasión por los chismes, eso nadie se lo quitaría. Ser chismosa era su talento nato. En realidad Raina solo usaba esa pregunta para comenzar una conversación por medio de una servilleta; lo normal era que sus conversaciones trataran sobre quejas a cerca del lugar y sus más profundos deseos.

   Clarisse estiró su brazo para acercar dos bandejas de plata con un sándwich de huevo y un licuado de proteínas cada uno. La verdad no se les antojaba nada de lo que la Colmena les daba pero era eso o morirse de hambre; bueno, habían pensado que era mejor morirse pero los doctores se las arreglaban para mantenerlas con vida.

   Mientras comían se escuchó cómo las puertas de la entrada se abrían. Ese solo sonido hizo que todos los jóvenes presentes en el comedor se voltearan de inmediato. Una vez habían intentado salir cuando los doctores y otros trabajadores salían, pero quienes lo intentaban no terminaban bien. Dos hombres con unos trajes de color negro, máscaras anti gas y chalecos antibalas entraron. Cada uno arrastraba por un brazo a un chico que forcejea. Es el primero que entra desde hace cinco años. Estaba pálido, tenía moretones en el rostro y su cabello negro estaba despeinado. A pesar de que parecía que lo habían atacado, sus ropas eran las mismas que las de los demás jóvenes de la Colmena vestían. Raina lo miró a los ojos por encima de su hombre. Decepción y un dolor inmenso fue lo que Raina detectó en él. Los guardias se lo llevaron por las escaleras que dirigían abajo, en los cuartos prohibidos.

   Raina volvió a su mediocre comida y vio como Clarisse le daba la servilleta de las conversaciones. "QUIEN ERA ESE TIPO????" le había escrito. "Ni idea. Parece un milagro hecho por Dios el que alguien entrara" le respondió.

  Raina sentía una gran curiosidad por el chico. Tal vez sería el nuevo evolucionado del lugar y ella tendría que ponerle su primera prueba.

    Al terminar su comida, las amigas llevaron las charolas hacia la cocina, y para llegar a ella tenían que recorrer varios pasillos, nada práctico.

  La puerta del profesor de telequinesis estaba abierta y varios jóvenes vestidos de blanco salían de ella. Raina se quedó apoyada en una pared a esperar a que ellos salieran para entregarle la tarea al profesor Mind. Era la última en entregárselo porque se le había olvidado. Ser un poco olvidadizo era algo normal en la Colmena, era un efecto secundario de los poderes mentales que se habían adquirido con el Suero de Evolución. Antes era la primera en entregar las tareas y ahora muchas veces se le olvidaba, por suerte en ese lugar no sacaba calificaciones. Las tareas y demás deberes eran sólo para que los jóvenes mejoraran en sus poderes mentales. Raina hubiera querido estudiar derecho, era una carrera que de verdad le interesaba, claro que al final esto no se pudo.

   Cuando ya nadie pasaba por el pasillo la chica se encaminó hacia el salón de telequinesis. El profesor Mind estaba sentado detrás de su escritorio de metal. Tenía muchísimos papeles esparcidos por todos lados. Él temblaba, como todos los demás trabajadores. Era de escaso cabello canoso, pero con un gran bigote, unas gafas pegadas con cinta adhesiva y vestía la misma bata que todos en la Colmena. A Raina le daba lástima, daba clases muy bien y durante estas mostraba una sonrisa, pero cuando algún otro trabajador ingresaba a su salón - o cuando los alumnos se iban- su expresión cambiaba a una temerosa y triste. Cuando lo veía, Raina notaba que sentía un odio enorme por sí mismo, nunca había tenido la oportunidad de indagar en su mente y saber el por qué.

  Cuando la vio, el profesor Mind levantó la vista de los documentos que examinaba, le sonrió y la saludó.

-Hola, Raina-Miró la libreta abierta que Raina traía consigo y supo en seguida de qué se trataba- .Oh, me estaba comenzando a preguntar por qué la Srta. Verrat aún no me entregaba su tarea.

   Raina también le sonrió, era imposible que el profesor Mind le cayera mal a alguien.

-Aquí está el mapa mental- le dejó su libreta en el escritorio.




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