A las diez de la noche, ella se dirigió a la sala de prueba de resistencia. A Raina esa habitación le recordaba a las salas de interrogatorios que alguna vez había visto en series y películas; jamás había visitado una en persona. No era la primera vez que le pedían a la chica que fuera ella quien sometiera a los jóvenes a la prueba de resistencia. Ella tendría que introducirse en la mente del joven asignado, buscar en lo más profundo de su mente, sin permiso o previo aviso, encontrarse con sus miedos, recuerdos, con todo. Era una prueba dolorosa para Raina, pero lo era aún más a quien ella le leía la mente. Si sobrevivía a esa prueba significaba que la Colmena podría usar el Suero de Evolución en él, sino… moría.
Sin embargo, esa vez era diferente. Las anteriores personas a las que había examinado eran adolescentes que la Colmena tenía encerrados en el sótano del edificio, o sí eran voluntarios para probar un suero casi mortal. Ahora Raina tendría que aventurarse en la mente de un chico al que habían traído de afuera, un lugar que ella llevaba cinco años sin observar.
En parte, esa nueva experiencia la emocionaba: podría ver recuerdos del mundo a través del chico; ese chico para ella era un misterio. Era un bicho raro en esa colmena de abejitas que llevaban encerradas ahí desde hacía cinco años o más.
Raina miró a la Dra. Wright y a otros dos guardias parados en frente de la sala de prueba de resistencia. No quería que la vieran mientras realizaba la prueba de resistencia.
-Haz llegado- dijo Audrey en cuanto Raina se paró en frente de ella y los guardias-.Bien. Pues ya sabes lo que debes hacer- la temible líder la Colmena se apartó de la puerta para que Raina la cruzara.
A la chica le sudaban las manos de los nervios. Abrió la puerta y pasó a la habitación. Había una mesa blanca en el centro. En la primera silla estaba el chico que había visto entrar en el comedor con anterioridad. Estaba mirando sus manos, apoyadas en la mesa, pensativo.
El olor de la habitación era raro: olía a alcohol. Y Raina recordaba que la habitación no olía de esa manera las otras veces que había entrado.
Se sentó en la otra silla, enfrente del chico. Él levantó la vista. Lo primero que Raina pensó era que sus ojos esmeraldas no se podían comparar con los ojos zafiro de él. Eran tan bellos que le resultaba imposible apartar la vista de ellos, hipnotizada, pero se obligó a hacerlo.
-¿Cómo te llamas?- Lo primero en la prueba era comenzar con una plática normal, como si solo se tratara de una entrevista, para después atacar.
- Ethan Larson- Su voz era masculina y sensual.
-Mi nombre es Raina Verrat. ¿Cuántos años tienes?
-Veintiuno… ¿Por qué no va al grano y me tortura o me hace cualquier otra mierda que hacen aquí?
Raina le hizo caso.
Cerró sus ojos. Se imaginó que ya lo conocía, como si él fuera su amigo. Lo recordó sentado frente a ella, esos ojos azules hechizantes. Voces. Rostros. Paisajes. Se le vinieron muchas imágenes a la mente.
Charly, Joanne.
¡Son infectados!
Volveré, lo prometo.
Lo tenemos…
El lugar que Raina vio no le gustó para nada. Era devastador. Rostros que no reconocía. Vio una imagen de Ethan en un lugar pequeño, tomando alcohol y hundiendo sus penas. Inclusive ella quería que esa prueba parara. Pero antes de hacerlo, oyó la voz de Ethan.
¿Por qué sigues en este lugar?
Cuando abrió los ojos sintió cómo el sudor bajaba pro su frente. Vio al chico: sudaba, se tocaba la frente con una mano, tenía los ojos como platos y le salía sangre por la nariz, pero había superado la prueba.
Aún les quedaba tiempo, las pruebas de resistencia duraban una hora y ellos solo llevaban ahí la mitad del tiempo. A Raina no le había gustado nada de lo que había visto en su mente.
-¿Qué hay allá afuera?- le preguntó.
El chico sólo negó con la cabeza. Se calmó y volvió su mirada hacia ella.
-Debemos salir. Todos.
-No se puede, Ethan. Todos hemos intentado de todo y no hemos conseguido nada- mintió. No lo había intentado. En cuanto la secuestraron ella se resignó a salir. Una vez, un chico, Sebastián, había intentado salir pero los guardias lo encontraron. Utilizaron eso en su beneficio. Ahorcaron al chico enfrente de todos, en el comedor, para que los jóvenes supieran lo que les pasaría si intentaban escapar. Además el cuerpo del pobre Sebastián tenía señales de tortura. Nadie tenía en su plan de vida terminar así.
-Yo no permitiré que estos bastardos experimenten conmigo.
-¿Y qué vas a hacer?
-Aún no lo sé.
-¿Por qué confías en mí? ¿No crees que podría cruzar esa puerta y avisarles sobre tu aun no planeado plan?
Ethan esbozó una leve sonrisa.
-Te vi, Raina. Eres solo una chica más con la que ellos experimentan. Les tienes miedo.
Hasta cierto punto eso era cierto.
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Editado: 04.06.2021