Colmena de muertos #1

Capítulo 8

A Ethan Larson lo habían puesto en una habitación individual. Él era especial. Los bastardos que trabajaban en el zoológico de humanos no querían que él les contara a los demás lo que había allá afuera. Ni siquiera Ethan quería lograrlo, pero era mejor que estar encerrado en la Colmena, en su opinión. Cinco años… ¿y aún tenía la esperanza de encontrarlo? ¡Fue un verdadero idiota!

  Pero ahora, gracias a la chica llamada Raina, saldría. No se le hubiera presentado la oportunidad de salir sin ella. Siempre le habían dicho que su guapo rostro transmitía confianza, y él lo sabía.

   Abandonó la cama temprano para hacer su parte del plan. Buscó en la cómoda de su cuarto la ropa genérica de la Colmena. ¿No se les pasó por la cabeza contratar a un diseñador?, fue lo primero que se preguntó al ver la ropa. En cuanto estuvo vestido sacó tres mochilas de debajo de su colchón que había robado el otro día de la lavandería. Para él era fácil robar (lo había hecho cientos de veces), y más cuando la seguridad de la Colmena era tan mediocre. Sacó tres conjuntos de ropa blanca y las metió en las mochilas que eran del mismo color. Terminaría odiando el color blanco.

   Una señora regordeta pero con un rostro afable entró una hora más tarde en su habitación para dejarle el desayuno.  Era un sándwich de jamón y una botella de agua. ¡Vaya! De seguro el chef se fue de vacaciones a Huelgalandia.  No se los comió; eso era parte del plan. Guardó su desayuno en una mochila y se dirigió a su baño privado. Tomó el cepillo de dientes, champú y jabón para después guardarlos junto a lo demás.

   Los bastardos lo dejaron salir para tomar sus clases individuales con el profesor Mind a la hora en  la que los demás evolucionados comían en el comedor. A media clase le pidió al anciano que lo dejara ir al baño y él aceptó. Obvio no fue al baño. Fue casi corriendo por los pasillos que estaban algo vacíos. Esperaba que todo saliera bien, solo era robar comida y productos para el día a día, no podía actuar de manera estúpida y  dejar que lo cacharan con las manos en la masa.

   Entró en la cocina y estaba vacía. Como todos estaban en el comedor, incluidos los cocineros para apoyar en la vigilancia, sería pan comido robar. Metió un paquete de sándwiches de quien sabe que en la mochila que había dejado escondida durante el trayecto hacia sus clases de pre-telequinesis, puesto que aún no le ponían el Suero de Evolución. Primero tendría que aprender cómo funcionaba esa magia digna de un libro de ficción antes de usarla. Le parecía inútil pero ya que. También agarró botellas de agua y un paquete de galletas. Solo uno. ¿Por qué no había alcohol en el refrigerador? Cierto, tenía que dejar esa maldita adicción. Dejó la mochila en el escondite, en el horno que según Raina nadie usaba desde que ella llegó. Confiaba en que sus conocimientos fueran ciertos. Y volvió con el profesor Mind fingiendo que no había hecho nada malo. Ojala y todo saliera bien. La verdad es que estaba confiado, no creía que los trabajadores de la Colmena se enteraran de que iban a escapar.

     Otra cosa que le pareció estúpida de la seguridad del zoológico era que a él, alguien con un pasado nada favorable para su persona, lo dejaran vagar por los pasillos sin algún guardia que lo acompañara o vigilara. Estaba buscando entre los pequeños cajones de la farmacia cuando debería estar yendo a su habitación. Raina le había dicho que Clarisse necesitaría unas cuantas dosis del Suero de Evolución, sino se le administraba cada seis meses algo insalubre ocurriría. Por suerte encontró unas cuantas y las metió en la mochila. Cuando volteó para irse vio un armario enorme, revisó dentro de este y cogió unos trajes de protección nuclear, junto a unas máscaras antigás; después de todo, él sabía que las necesitarían. Le robó la llave de un auto, y una tarjeta, a un guardia que llevaba una máscara antigás, quien estaba durmiéndose. Patético. Todo irá bien, se dijo.

 

 

 

 

 

La tarea de Raina era muy sencilla.

   Era la hora en la que los jóvenes del turno vespertino entraban a clases. Ella se paseaba por los pasillos pensando en lo que gritaría. Los evolucionados harían tremendo alboroto que los trabajadores del sótano irían hasta allí.

    No le gustaba gritar o llamar la atención. Eso era un pequeño problema para Raina, quien en la escuela siempre trataba de pasar desapercibida. Aun así se prometió que se armaría de coraje y lo haría. Era por el bien de todos… Bueno, ahora que lo pensaba ese plan sólo los lograría sacar a ellos tres, no a los demás chicos que al igual que ella, llevaban encerrados cinco años. Sintió tristeza por ellos y culpa por no sacarlos; pero si los sacaba entonces las consecuencias serían graves. No quería arriesgar vidas. A pesar de que la cantidad de  evolucionados  era mayor a la de trabajadores de la Colmena, ellos tenían mucho poder, no debían subestimarlos. Prometió que en cuanto ellos salieran entonces ayudarían a los demás.

 Hace mucho tiempo se tenían a algunos chicos secuestrados en el sótano pero Clarisse se había enterado que ellos aún tenían a algunas personas allá abajo, solo que aquellos desafortunados nunca saldrían. Su mejor amiga le había dicho que eran trasladados o algo así. Entonces utilizarían eso a su favor.

      Todo el montón de alumnos caminaba hacia el mismo lugar, como un cardumen de peces. El salón del profesor Mind estaba justo arriba de donde se encontraban las oficinas del sótano. Era el momento perfecto.




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