La comida estaba rica, Raina quería felicitar a Nathan por hacer tan buenos, sin embargo, Ethan estaba alardeando que él podía hacer mejores. De hecho el chico mencionó que a él le hubiera gustado estudiar gastronomía, y que quería entrar a la cocina junto a Nathan.
Raina pensó que Ethan era un poco egocentrista, aunque claro, nada comparado con James. No acabaría con el egocentrismo de Ethan tan fácil, pero se le ocurrió la idea de demostrarle en persona que no era el mejor con una competencia, como habían quedado con anterioridad. Raina no pensaba ser la mejor en la cocina, pero según sus padres, a quienes les cocinaba siempre que volvían de sus viajes, era una excelente cocinera.
Ethan y Raina quedaron en que después de la comida se verían en la cocina de Nathan, quien probaría sus platillos y debatiría quién era mejor.
-Hola, abejita chef- la saludó Ethan mientras entraban en el comedor.
-Hola, bicho raro.
-Hola, pasen- les dijo Nathan mientras acomodaba los utensilios e ingredientes para hacer pizza en su mesa-. Quiero recalcar que esto sólo es una competencia entre novatos, ya que como verán, yo soy el experto. Y no importa quién sea el ganador, los dos serán mis asistentes.
Ok, pensó Raina. Todos son egocéntricos.
-¡Listo, a preparar!
Raina se puso en su lugar, iba a comenzar a cocinar pero fue interrumpida al ver a Ethan ponerse el mandil y lavarse las manos.
-Oh-dijo apenas en un susurro.
-Abejita olvidadiza- se rió Ethan-. Déjame te digo que eso es algo básico, no quiero imaginarte en los siguientes pasos.
Raina sólo lo miró con indignación.
Se pusieron el mandil, lavaron sus manos y comenzaron. Primero tomaron un recipiente para mezclar el agua tibia y la levadura. Los nervios hacían que Raina estuviera volteando a ver a Ethan cada cinco segundos; no quería fallar y quedar como estúpida, ¿en qué se había metido? Sólo podía ver a Ethan con una sonrisa en el rostro mientras seguía los pasos de una receta “sencilla”, que de seguro tenía memorizada desde hacía mucho.
Iban casi en el mismo paso.
Hicieron el volcán de harina y en el centro agregaron la mezcla anterior. Ethan recordó que cuando era más pequeño a él le daba miedo hacer esos pequeños volcanes porque no quería que se deshiciera y la mezcla cayera; siempre había querido que cada paso de una receta se hiciera al pie de la letra, en ese sentido si era perfeccionista.
¿Qué rayos? Ethan amasaba excelente. La masa de la pizza no se le pegaba en las manos como a ella. Raina estaba batallando porque no se le pegara la masa en las manos, le puso un poquito más de agua para ver si así se despegaba. Odio cocinar. ¿Dónde había quedado eso de ser la mejor cocinera? Quién sabe pero ese don lo había perdido hace mucho tiempo. Tal vez, con cinco años en la Colmena, ya no se acordaba de cómo hacer una simple pizza.
Ethan ya había partido la masa en dos y la había puesto a reposar en un recipiente con tapa, y Raina seguía amasando.
Ethan se rió y apartó a Raina.
-Será mejor que te ayude o estarás aquí hasta el día de tu muerte.
Raina no protestó, ya ni quería cocinar.
-¿Desde cuándo cocinas? De verdad pareces saber mucho-dijo Raina, con cierta irritación en la voz, lo cual Ethan notó.
-Tranquila, cocino desde que tengo memoria, siempre me ha gustado- Ethan tomó un pequeñísimo pedazo de masa y lo metió en su boca, sólo para probar.
-¡No te lo comas!- Lanzó hacia Ethan una pequeña porción de harina, que cayó a un costado de su rostro.
Ethan se quitó la harina con una delicadeza fingida y le lanzó un puñado de harina a Raina sin que ella hubiera tenido tiempo de reaccionar. Y así comenzó una guerra de harina.
Se les olvido por completo la pizza mientras se lanzaban harina como locos mientras se reían.
Raina había olvidado lo bien que se sentía jugar con amigos, o tan solo pasar un momento con ellos. Si bien su única amiga había sido Clarisse por mucho tiempo, también había perdido aquellos momentos con ella. La Colmena les tenía casi prohibido divertirse o reír. Añoraba aquellos días tan comunes, incluso aquellos en los que sus padres se iban, porque de todos modos no sufría como lo hizo en la Colmena. Esa rutina diaria que tanto odiaba, ahora quería que volviera, se daba cuenta de que no había logrado apreciar el sólo hecho de estar en su propia casa sana y salva.
Llegó un momento en el que Raina se acercó más hacia el lado de Ethan para lograr lanzarle más harina, pero mientras pasaba tiró las charolas para hacer las pizzas, y pareció que los dos habían recordado por qué estaban en la cocina.
Ethan se levantó para ayudarla a levantar las charolas. Las pusieron en su lugar pero cuando al fin se voltearon a ver, se dieron que estaban muy cerca.
Sin previo aviso, Ethan tocó la mejilla de Raina con su mano aún cubierta de harina, pero eso a ninguno de los dos le importó.
Raina lo miró a los ojos, aunque en realidad quería apartar la mirada para no volver el amiente incómodo. Pero la culpa era de esos ojos azules, ojos de zafiro… Podías ver el cielo a través de ellos. Le hubiera gustado leer la mente de Ethan, pero no podía ni siquiera concentrarse.
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Editado: 04.06.2021