“En el arte como en el amor la ternura es lo que da fuerza.”
Oscar Wilde
Durante los días que tuve para hacer los bocetos sentí que todo a mi alrededor era más brillante.
Incluso, en mi trabajo, no me habían regañado ni una vez y eso, para mí era demasiado.
- ¿Qué pensás? - le pregunté a Tobías. Había esparcido los dibujos en la mesa de la cocina.
- Creo que este. Este y este. - dijo señalando cada uno de los bocetos. - Son los mejores.
- ¿Si? - a mi también me gustaban los que él había elegido. - ¿Y este? - señaló uno que, me llama la atención.
- Me gusta.
- Entonces estos cuatro. - los tomó y los guardo en un portafolio.
- Excelente. - me toma la mano y no puedo evitar sonreir. - Esa tipa va a volverse loca. - suspiro nerviosa. - ¿Cómo es? - dice de pronto. - Pilar no me ha hablado nada de ella. Solo dice que es exigente.
Pongo cara de pensativa y me acomodo el cabello hacia atrás.
- Esa sería una buena forma de describirla. - hago una mueca con la cara, pensando. - Pero... no lo sé, algo en su... ¿Aura? Me dice que es solo una máscara. - la primera vez que la había visto me pareció el ser más desagradable del mundo, pero luego, cuando me había hablado, sentí algo completamente diferente. Incluso sus ojos, esos que casi parecían irreales, me habían seguido, durante horas.
***
El día de la presentación estaba muy nerviosa. No sólo porque era la primera vez que alguien iba a contratarme para hacer algo que de verdad me gustaba, sino que, el hecho de volver a encontrarme con la mirada de Azul me desestabilizaba.
Llegue a la oficina, antes del horario que habíamos pactado. Mariana, la asistente, que, sabía que debía agradecele de alguna forma por haberme ayudado, estaba sentada en su escritorio.
- Hola Lila. - me saludo muy amablemente y con una gran sonrisa. - Azul está en la sala de reuniones. Tiene un buen día hoy. - susurró. - Llegó muy contenta. - luego, en un tono más alto agregó. - Es por el pasillo a la derecha, la segunda puerta. Asentí mientras sonreía.
- Gracias. - mire alrededor. - Creo que voy a necesitar un mapa, este lugar es laberinto. - Mariana rió, pero en ese instante comenzó a sonar el teléfono, por lo qje volvió a ponerse seria.
Me acerqué a la sala de juntas. Era un lugar inmenso con una gran mesa de vidrio en el medio y sillas... qué parecían sillones. Las ventanas daban al parque que se encontraba frente al edificio, por lo que todo el ambiente era demasiado agradable.
- Veo que cumplió con su promesa señorita Gabbana. - me dijo sonriendo. Estaba rodeada de papeles y carpetas, las que rápidamente ordenó y colocó a un costado.
- Le dije que si me daba la oportunidad no se arrepentiría. - me costaba tratarla de usted; no estoy acostumbrada a hacerlo y tanta formalidad me parecía innecesaria.
- ¿Trajo los bocetos? - preguntó sacándome de mis pensamientos; asentí. - Perfecto. - quise sacarlos e hizo un gesto para frenarme. - Voy a mostrarle la sala en la que estará el mural. ¿Esta bien? - volví a asentir.
"A alguien le gusta controlar todo." Dijo mi mente. "¿En qué aspectos más le gustará tener el control?" Me reprimí mentalmente, no podía estar pensando en eso, en ese momento.
La seguí por el pasillo hasta llegar al final del mismo.
Frente a mi había una habitación con sillones, máquinas expendedoras, cafeteras y un reproductor de música... era increíble pero... demasiado blanco, las paredes estaban como muertas.
- ¿Qué opina? - preguntó abriendo los brazos. - ¿Cuál de esos bocetos quedarán mejor en esta habitación?
La mire sorprendida: - ¿No va a elegir usted?
- El artista debe elegir la obra. Por lo que... dígame. ¿Cuál?
Removí los papeles y la miré.
- ¿Puedo? - pregunté señalando el piso.
- Adelante.
Puse los becerros en el suelo y comencé a observarlos, a imaginarme cómo cada uno quedarían en esa enorme pared.
El corazón me latía a toda velocidad, de la felicidad y la emoción.
Azul caminaba alrededor mío, pero no era una mirada inquisidora, como había sentido antes, sino todo lo contrario.
- Este. Dije después de un rato. - tomé el boceto y lo deje en sus manos.
- Genial. Necesitaré una lista de todos los materiales que va a utilizar para enviarla, que se apruebe y realizar la compra. Cuando todo esté listo la llamaremos para que empiece. - su voz era monocorde, parecía incluso, que había practicado o aprendido de memoria aquellas palabras.
- Gracias. - dije y la abracé, sin pensar, fue lo que me surgió en ese momento. No pude evitarlo. Ella de quedó dura, sin reacción. Me aclaré la garganta y me aleje unos pasos. - Lo siento. Es que... estoy muy emocionada, es la primera verdadera oportunidad que tengo y... saber que esto va a quedar aquí es... - los ojos se me llenaron de lágrimas. - Increíble.
- No hay problema. - esbozó una sonrisa. - Pero... le agradecería que esas muestras de afecto no se repitieran
- ¿Sos un robot? - pregunté sin poder refrenar mis palabras
- ¿Disculpe? - su voz sonaba indignada.
- Es que... pareces un robot. Cuando hablas de arte parece que sos una persona y al instante pareces fría y completamente alejada de todo lo que te hace humana.
La forma en la que me miró me hizo entender de qué habla arruinado todo.
- Envíele a mi secretaria la lista de materiales señorita Gabbana. Y a partir de ahora... no vuelva a hablarme. Todo lo que quiera decirme se lo puede decir a Mariana.
Dicho esto se giró y se alejó.
***
- Lo arruine todo soy una imbécil. - a la noche Sofía había venido a cenar y ahora estábamos acostadas en el sillón, comiendo helado y mirando películas de zombies, nuestras favoritas.