Colores

6. Pánico

Sólo a través del arte podemos emerger de nosotros mismos y saber lo que otros ven”
Marcel Proust

Al otro día pensé que vería a Azul. Habíamos pasado toda la noche hablando y riendo, sentí que por fin estaba conociendo a la verdadera persona que se ocultaba bajo esa fachada de estricta.

En vez de eso, su oficina permaneció cerrada.

- Se tomó una licencia. Razones familiares. No dio especificaciones. - me dijo Mariana cuando pregunté por ella.

Durante toda la semana su ausencia me presionó el pecho. Era una sensación horrible y a la vez incomprensible.

***

Ya era viernes y aún no había vuelto, eso me preocupaba un poco.

- Mari ¿Tenés el teléfono de Azul? ¿Me lo podés dar? - le pregunté a mi flamante amiga mientras me apoyaba en su escritorio con los codos.

- Si, lo tengo, pero, no sé. Se va a molestar. - Mariana es de esas personas que cree que debe pedir permiso para dar un paso. Es un ser hermoso, pero a veces, su sentido de la responsabilidad me pone nerviosa.

- Es por algo de trabajo. Necesito su autorización para comprar unas cosas. - mentí. Sabía que esa era la única opción que me quedaba para que me diera de una maldita vez el teléfono.

- Dime qué necesitas y yo me comunicaré con ella. - me respondió.

Cerré muy fuerte los ojos, intentando encontrar la frase perfecta.

- Me dijo que teníamos que hablar en persona sobre mi idea, pero como no está viniendo no puedo avanzar y si no avanzo, no termino el mural y todos los plazos se extienden. - utilice palabras que de seguro Azul usaba usualmente.

Suspiró. - Está bien. Aquí tienes. - me anoto un número en un papel y me lo entrego, aunque no parecía estar demasiado segura.

***

Ya cuando había llegado a mi casa la llamé, pero me atendía directo el contestador.

- Lil, amor. - escuché a Tobías que golpeaba la puerta de mi habitación. - Hice la comida. ¿Venís? - conteste un leve "ya voy" y me levanté de la cama. - ¿Qué te pasa? - me preguntó cuando me senté desganada en la mesa. Maldito, me conocía demasiado.

- Nada es que...

- Yo conozco esa mirada y esa cara. Lila... ¿Quién es? - se sentó a mi lado y apoyé la cabeza en su hombro.

- No sé de lo que hablas. - mi clara depresión, por así decirlo, era obvia.

- Estás hasta el fondo con alguien. Te conozco. Decime.

Bufé, no había motivos en mentir. - Azul.

- Azul. - repitió de forma automática. - ¡Para! ¿Azul? ¿La Azul de Pilar? - asentí. - No vi venir eso.

- Yo tampoco. - confesé.

- Ay amiga. Esa chica parece que te pego muy duro. - me dijo abrazándome por la espalda

- Lo sé y... es extraño porque ni siquiera somos amigas o, la conozco tanto. - apoyé mi cabeza sobre su hombro

- No hace falta eso si sientes una conexión.

- Tengo pánico Tobi. Nunca me había pasado algo así. - expresar por primera vez lo que sentía y... en voz alta, hizo que algo dentro mío se destrabar. Inmediatamente me sentí un poco mejor.

- ¿Por qué no lo intentas? No creo que tengas miedo a que te diga que no.

- ¿Estás loco? Es mi jefa. - le dije aunque si, mi mayor temor era que me rechazara.

- Cuando termines el mural, entonces.

En ese momento comenzó a sonar mi teléfono.

- Es ella. - anuncié mirando la pantalla.

Tobías comenzó a tirar besos al aire y no pude evitar sonreir.

- Hola.

Si. Tengo tres llamadas perdidas de este teléfono. - con sólo escuchar su voz sentí como el corazón se me aceleró

- Soy Lila. - respondí con un hilo de voz. Comencé a caminar y termine en mi cama, sentada.

- Li... Lila. ¿Cómo conseguiste mi teléfono? - la había tomando de sorpresa y... ella también a mi al devolverme el llamado.

- Se lo pedí a Mariana. No te enojes con ella, - me apresuré a aclarar. - le dije que era por trabajo.

- De acuerdo. - me respondió en un tono no muy propio de la Azul con la que me cruzaba todos los días, pero si de la persona con la que me había divertido tanto en ese bar.

- Quería saber cómo estabas. - mi voz tampoco era como la de siempre, sino que sonaba mucho más aguda.

- Bien. Es decir, dentro de todo, bien. Vine a ver a mi hermano, ordenar las cosas. - la voz se le quebró y no pudo seguir hablando.

- Quieres.... no lo sé... - me aclaré la garganta. - Necesitas. ¿Algo? - otra vez no sabía cómo reaccionar ante ella.

- No, estoy bien. Gracias por preocuparte. - su intención era terminar la charla en ese momento, tenía que hacer algo para evitar que concluyera así.

- ¡Espera! ¡Azul! - dije casi gritando.- Yo... quería decirte que, a pesar de todo, me divertí el otro día. - comencé a comerme las uñas, un hábito que había abandonado hacía años, pero que, al parecer había regresado.

- Yo también. Me ayudó el poder hablar.

- Me alegro. - sentía el corazón golpeando contra mis costillas, casi tan fuerte que me dolía.

- Gracias por llamar. - soltó y colgó sin previo aviso.

Me tiré en la cama.

- Estás jodida... muy jodida. - Tobias se acercó y se acostó a mi lado en la cama. - Tremendamente jodida

***

Al otro día volví a la empresa y Azul estaba allí, en el salón, mirando el mural.

- Buenos días. - saludé un poco sorprendida.

Se giró y me sonrió

- Me encanta. Esta quedando muy bien. - no pude evitar sentir otra cosa más que euforia.

- Gracias. ¿Estás mejor? - no me gustaba volver al mismo tema, pero, sentía que hasta casi era mi responsabilidad, era la única de la empresa que lo sabía.

- Si... pero....

- Lo sé lo sé. Nada que demuestre que eres algo menos que un robot.

Soltó una carcajada y eso hizo que mi corazón se acelera.




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