Colores

10. Cena

"El objetivo del arte es quitar el polvo de la vida diaria de nuestras almas

Pablo Picasso

Al salir de mi habitación me encontré con Mariana y Tobias. Ambos desayunando, demasiado cariñosos.

Al verme Mariana comenzó a toser nerviosa.

- No voy a juzgar. - dije levantando las manos y comenzando a reír.

- Ni empieces. - respondió Tobias.

- No lo haré si me das café ahora mismo. - respondí intentando ordenar mi cabello.

- ¿Cómo van las cosas con Azul? - soltó mi amiga de golpe. - En la oficina jamás la había visto tan contenta, parece no lo sé.... - movió los brazos desde el centro de su pecha hacia afuera. - liberada.

Solté una carcajada al verla. Iban dos semanas desde que Azul había venido a casa a hablar y, de verdad, me sentía feliz, nunca había sentido nada parecido.

- Si, bien. - intenté disimular los nervioso. - Es decir... todo es nuevo, sé que debo darle tiempo. Nadie lo esperaba...

- Marianita si. - dijo mi amigo riendo. La chica lo miro con los ojos entrecerrados, un poco molesta.

- ¿De qué hablas? - pregunté confundida.

- Contale.

Mariana se aclaró la garganta antes de empezar a hablar: - Bueno es que... le decía a Tobias - lo volvió a mirar mal. -, que cuando empezaste a trabajar en la oficina conocí a una Azul que no había visto nunca. Se reía, me hacia bromas, incluso se tomaba el tiempo de hablar con nosotros en los descansos. Sabía que no era casualidad.

- ¿Querés decir que...

- Que a Azul, aunque no se dio cuenta en el momento, siempre le gustaste. Algo de vos la hacia sentirse diferente

Ese comentario me hizo sentir demasiado bien. Disimule una sonrisa escondiendo mi rostro en mi cabello.

***

En la noche habíamos planeado cenar juntas. Iría por primera vez a la casa de Azul y eso me ponía demasiado nerviosa. Pero por otro lado me emocionaba, por fin conocería su verdadera esencia.

- Buenas noches. - dije cuando abrió los puerta. Me sonrió demasiado ampliamente, lo que hizo que mi corazón enloqueciera. Hizo un gesto para que entrara y en el momento en que lo hice me quedé asombrada.

El departamento era demasiado luminoso; en el living ninguna silla y sillón combinaba, pero al mismo tiempo si lo hacía, los colores amarillo, verde, rojo se extendían por todos lados, en la alfombra, cuadros, almohadones.

Hice un sonido de asombro.

- ¿Qué? - preguntó moviendo las manos en círculos, nerviosa.

- Es increíble. Jamás me hubiera imaginado que tu casa se iba a ver así. - giré sobre mi eje para poder contemplar todo.

- Me gustan los colores. - sonrió.

- Me doy cuenta. - le devolví la sonrisa y me acerqué dándole un beso, casi casto. - Adoro tu casa. - bajo la mirada y murmuró un "Gracias." - ¿Qué vamos a cenar? - pregunté mirando hacia todos lados. - ¿Me vas a cocinar? - en ese momento vi que su rostro cambiaba, algo le pasaba. - ¿Qué te pasa?

- Nada es que... - cruzó los brazos. - no lo sé. Había pensado que tal vez podríamos salir. - cuando me miró sus ojos parecían aún más inmensos que de costumbre.

- ¿Las dos? ¿Afuera? - pregunté sorprendida. - Me encantaría. - agregué.

Ella sonrió, yo estaba casi en shock, no es que me molestara, sino que me asombraba demasiado que ella hubiera sido la que había propuesto aquello. Saber que, comenzaba a dejar de lado toda aquella imagen que tenía de ella misma y toda esa estructura, me encantaba.

***

- Este lugar es hermoso. - dije cuando entramos. Azul había elegido el lugar y, en lo único que podía pensar era en que no tenía suficiente dinero como para comer en ese lugar.

- No te preocupes. Yo pago. - dijo leyéndome la mente. Bajé la mirada un poco avergonzada.

- No tienes problema de que alguien... no lo sé. ¿Nos vea? - le dije mientras nos sentamos en la mesa.

- Si, te seré honesta, me aterra. - esbozo una media sonrisa. - Pero... no quiero seguir ocultando lo que siento y lo que quiero por el miedo a que la gente me vea. - tomé su mano y estaba temblando, lo que hizo que me diera demasiada ternura.

Charlar con Azul me era fácil y confortable. Me escuchaba y se interesaba por lo que decía, eso me hacía sentir bien... además, pudimos hablar mucho de arte, artistas y cuadros; yo nunca había podido entabla una conversación de ese estilo con alguien que no fuera compañeros o profesores; nadie parecía estar demasiado interesado en el tema como para tener una conversación sobre eso. Me había acostumbrado a dejar un tema que me apasionaba porque a otros le aburría.

- ¿Este año terminas? - me preguntó y cruce los dedos.

- Creo. Es decir, debería haber terminado hace dos años pero... las cosas no han sido de lo más sencillas. Tuve que empezar a trabajar doble turno para pagar y comprar materiales, pero a la vez eso no me dijo tiempo. - era una situación bastante deprimente, lo sabía, pero era mi realidad.

- Entiendo. A veces es difícil.

- Lo sé es que ... a veces siento que mi mamá tenía razón. - sonreí amargamente. - Ella decía que debía estudiar otra cosa y dejar el arte en segundo plano. A veces creo que tendría que haberla escuchado.

- No. Nunca digas eso. - respondió y buscó mis ojos. - Lila Gabbana, vos naciste para ser una artista. No sólo lo digo porque me gusta lo que haces, de verdad pareces otra persona cuando pintas, nunca vi a nadie disfrutando tanto.

- Gracias, pero, es difícil. - habíamos entrado a un terreno de frustración del que iba a ser difícil salir.

- Lo sé y también sé que vas a tener tu oportunidad. Qué te va a llegar tu momento y que todos van a ver lo que vi yo.

De repente un tipo se paro al lado nuestro. 

- Señoritas. ¿Puedo ofrecerles una copa? - dijo haciéndose el importante. - ¿Están solas?




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