Colores

13. Frustrante

Un arte que no se basa en el sentimiento no es arte.

Paul Cézanne

La mañana siguiente, fui, como pude a trabajar y... cómo es obvio, fue un desastre.

- Lila. Es la tercera taza que rompes. - me dijo con los dientes apretados mi jefe. - Está vez saldrán de tu salario y todo lo que rompas a partir de hoy.

No pude más que asentir, no tenía ni ganas de discutir o defenderme.

Al salir en la tarde, revise mi celular y me encontré solo con un mensaje de Azul. Como una ilusa pensaba que tendría por lo menos cien, en los que me pediría perdón llorando, pero no, solo un simple y frío.

Hablemos. Hoy, si querés podés venir a la oficina.

No recibí ningún comentario sobre lo que había pasado la tarde anterior o de los mensajes que le había enviado en la noche. Era como si todo estuviera perfecto.

Camine decidida hasta la oficina. Abel, el empleado de seguridad me dejó entrar sin problemas. Saludé a Mariana cuando llegue al tercer piso e ingresé a la oficina de Azul con la frente bien alta.

- Estas enojada. Lo sé. - me dijo, sentada en su enorme sillón, detrás de su escritorio.

- No estoy enojada, estoy furiosa y a la vez decepcionada. Lo que hiciste fue horrible. - apoyé las manos sobre el escritorio y la mire fijo, está vez yo no era la errada y merecía, no sólo una explicación sino una disculpa.

- Mi hermano me tomó por sorpresa. - hablaba con voz suave, como si con eso pretendiera que yo me calmara.

- No me interesa si le querías decir que estamos juntas o no, lo que quería es que mínimo no me sacaras de tu vida como si nada. - golpie con el puño la mesa y bajé la mirada un poco aturdida.

- No te estoy sacando...

Bufé antes de volver a hablar: - Sos frustrante. - le grité.

- Baja la voz Lila. - parecía aterrada y la odiaba por eso.

- ¿Por qué? ¿No querés que todos tus empleados sepan que sos una cobarde? - los ojos se me llenaron de lágrimas, pero no de angustia sino de ira.

- Lila, por favor. - se levantó pero no se movió.

- Sos una cobarde y ¿Sabes qué? Me cansé de jugar este jueguito. Si a vos te divierte, perfecto, pero hacelo con otra persona. No conmigo. - me giré dispuesta a irme.

- No quería que mi hermano te dijera algo que pudiera hacerte sentir mal. - respondió y eso hizo que me detuviera. Ahora sí empezaban las verdaderas explicaciones.

- ¿A mí? Azul he vivido con gente que se burla de mi durante toda la vida. - dije y me giré.

- ¡No me importa! - se acercó unos pasos. - Mi hermano no entiende y nunca va a entender. Iba a hacer comentario tras comentario hasta que te hartaras. Él ya se fue, no va a volver en mucho tiempo. - parecía como si durante la conversación se hubiera hecho más pequeña.

- No es una excusa. - respondí cruzándome de brazos.

- No quería que me veas con mi hermano. ¿Está bien? - se abrazó a si misma. No quería que veas como me manipula y me hace sentir culpable. - se giró y apoyó la cabeza contra la ventana. - Él no tuvo una vida fácil y.... me hace sentir responsable por eso. - me miró de reojo pero yo no podía moverme. - Cuando me fui, mi papá se enfermó. Quise volver, pero no me dejaron, me dijeron que no volviera. Mi hermano dejó de estudiar para poder ayudar y trabajar en el negocio de mis papás. Después cuando volví y... mi mamá se enojó conmigo, él siguió haciéndose cargo de todo. - ya sabía que Azul no era esa persona dura y sin emociones que quería mostrar, pero a veces, me sorprendía lo sensible que podía ser. - Él estuvo con ella todos los días hasta que murió. Ale aparece cuando necesita plata, me pide, me hace sentir una basura y luego se va. De lo único que me hago cargo es de mi abuela.

- ¿Único? - me acerqué un poco y odie que tuviera ese poder sobre mi. - Azul. No sos la culpable ni responsable de las enfermedades de tus papás ni de la vida de tu hermano.

- Lo sé pero... no puedo evitarlo. - se tapó la cara avergonzada. - Aunque me digo a mi misma... no voy a caer está vez, siempre lo hago. No quería que me veas cómo la tonta que de deja manipular con por él.

La abracé. - Mira. No puedo decir que entiendo, porque... jamás me ha sucedido algo así, mi familia siempre fue... no sé, buena conmigo, pero... nunca te vería como la tonta. ¿Sabes qué sos? - me miró con esos ojos celestes, llenos de lágrimas. - La persona más sensible y generosa que conozco. Te encerraste tanto en ese papel de la mujer fría que querés aparentar que sos que... cada vez que te permitís mostrar tus sentimientos te aterras y retraes.

- No me gusta ser así. Quisiera poder mostrarme como soy en el trabajo, demostrarles que no soy un robot. Pero... es

- No tenés que demostrarles nada a nadie. ¿Sabes? - volví a abrazarla. - Yo... creo que lo que te pasaba era que te daba vergüenza. - comenté por lo bajo.

- Ay Lila. - rodó los ojos y tomó mi rostro. - Vos nunca podrías darme vergüenza. Es verdad, al principio me costó y... no te voy a negar que todavía me es difícil, pero, entendí que no puedo ir en contra de lo que me haces sentir cuando te tengo cerca. - puso mi mano sobre su corazón, el cual latía a toda velocidad. - No puedo negar esto.

Sonreí un poco engreidamente y la besé. No de forma suave y tierna, como siempre, sino con violencia, con necesidad, con pasión. Me agarré a su cabello mientras ella colocaba sus manos en mis hombros.

- ¿Qué te parece si a partir de ahora nos dejamos de tonterías? Si nos pasa algo, tenemos que decirlo. - ella asintió mientras se mordía el labio. - ¿Sabes? No sé. - me alejé un poco. - Pensé que te ibas a enojar cuando te mandé esa foto, que ibas a ponerte celosa. - me puse colorada, lo sabía, porque sentí como el calor me subía a las mejillas.

- No me enojé por eso. - tomó su celular. - Me volvió loca esto. - dijo y me mostró una foto que le había enviado un teléfono desconocido. Era yo y ese chico con el que había hablado.




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