Colores

14. Sueños

"El amor, como el arte, devuelve proporción exacta de la emoción que se le pone: uno encuentra lo que busca."
Tina Modoti

- Por supuesto. Allí estaré. - dije en el tono más serio que pude. En cuanto corté el teléfono solté un gritó de emoción y comencé a saltar por la cocina.

- ¿Qué te pasa loca? - me pregunto Azul mientras me seguía con la mirada.

Me detuve frente a ella y la besé.

- Tengo una entrevista. Me llamaron para hacer otro mural, pero en esta lugar. - le dije mostrándole lo que había anotado.

Ella lo leyó y sonrió: - Increíble. Ya hablan de vos. Ya sos famosa.

-¿Qué? - pregunté sin entender.

- Es un cliente de nosotros. Alguien debe haberle comentado sobre la talentosa artista que tuvimos trabajando. - comentó y sentí como el corazón amenazaba con salirse de mi cuerpo.

- ¿Vos lo hiciste? - pregunté sonriendo de costado.

- No. Te juro. - levantó las dos manos y poniendo cara de inocente. - Te lo hubiera dicho, pero al gerente de marketing le encantó el mural y ya te dije que quieren que hagas lo mismo en otras áreas, seguro que te recomendó.

- Siento como si un imposible se hiciera realidad. - dije casi sin pensar. De todas formas, era lo que de verdad sentía.

- ¿Imposible? Lila solo necesitabas una oportunidad. - se estiró para tomar mis manos, las cuales hasta ese momento no me había dado cuenta de que temblaban.

- Hay cosas que son simplemente imposibles. - comenté sentándome delante de ella.

Azul apoya uno de los codos en la mesa y sobre la mano su cabeza, suspirando: - Ya no creo eso. Hace unos meses hubiera dicho que era imposible que me enamorara de una mujer y aquí estamos...

Ambas nos quedamos quitas. Mirándonos fijo.

- Enamorada. - repetí en un susurro.

Azul se puso demasiado pálida y bajo la mirada.

- Bueno, es, una forma de decir. - comenzó a removerse en la silla, entre nerviosa y asustada.

- Te amo. - solté para cortar con la situación. - Y me alegro de que lo hayas dicho porque no quería ser la primera en hacerlo. - se levantó de su asiento y se me acercó, acto seguido, sin mediar ni una palabra, me besó. Apoye mi frente sobre la de ella. - Pilar está loca, pero, lo que para ella empezó como una forma de hacerme sentir mal se convirtió en lo mejor que me ha pasado.

- Qué nos ha pasado. - me corrigió sonriendo.

- Deberíamos llamarla para agradecerle. - bromie empezando a reír.

- Tal vez mejor llamamos a Mariana. - respondió mordiéndose el labio. - Fue ella la que me convenció de que te fuera una segunda oportunidad.

- Esa mujer es una santa.

- ¿Qué se siente que tus sueños se empiecen a hacer realidad? - preguntó mientras me tomaba la mano y nos dirigía al sillón de su living. Ella se sentó y yo me acosté boca arriba, usando sus piernas como almohada, aproveche la posición para jugar con su cabello castaño.

- No lo sé, decímelo vos. - comenté distraídamente.

- ¿Yo? - se señaló a si misma con sorpresa.

- Si, sos la jefa de recursos en una empresa de... - me quedé muda un momento.

- ¿No sabes de lo que trabajo? - no estaba molesta, sino que su voz parecía muy divertida. - ¿Trabajaste un mes ahí y no sabes lo que hacemos?

- No entiendo de computadoras. - hice una mueca de desinterés. Nunca logré comprender nada de ese mundo y no me avergonzaba el admitirlo. -¿Eran videojuegos? - pregunté.

Soltó una carcajada demasiado ruidosa, frunció la nariz de esa forma que me parecía de lo mas adorable mientras se tapaba la boca: - Brindamos soluciones tecnológicas a plataformas digitales. - dijo casi como una computadora, en tono completamente apasible.

- Eso... no entiendo nada de lo que acabas de decir, pero... eso. Sos la jefa del área. - recalqué.

- Ese no es mi sueño. - confesó mirándome directo a los ojos y tomando un mechón de mi cabello, jugando con él. Instintivamente cerré los ojos, para disfrutar de aquella caricia. - Ese era el sueño de mis padres. Que estudiara algo y que trabajara en un puesto importante. No el mío, nunca quise esto.

- ¿Entonces cuál es? - aún tenía los ojos cerrados.

- Siempre quise tener una liberia. - dijo y abrí los ojos sorprendida. - De esas que también tienen cafetería, donde la gente puede no sólo comprar un libro, sino luego de hacerlo sentarse a disfrutarlo. - lo explicaba con tanta ilusión que hasta pude imaginarme el lugar. - No lo sé, me imagino un lugar agradable, donde todos se sientan cómodos. - era justo la imagen que se había formado en mi cabeza.

- Puedo ser tu camarera. Si necesitas una empleada. - bromie. - Soy torpe, pero tengo experiencia. - ambas reímos ante mi comentario. - Podría pintar algo si quieres.

- Necesito mucho más que sólo una empleada. - respondió con un poco de pesadez.

- ¿Y que te detiene? - ver a Azul con esa mirada de ilusión me parecía tan hermoso, que no podía concebir que anulara ese deseo.

- Hay muchas cosas Lil. No es sólo hacerlo.

- Si, es solo hacerlo. ¿Qué te detiene? - me levanté para sentarme a su lado. - ¿Tu hermano? ¿Que vas a poder darle más dinero? - bajo la mirada y supe que la respuesta era si. - Ya hablamos de esto, Azul. - tomé su rostro para obligarla a que me mirara. - Si es tu sueño no podés dejarlo por una persona. Si yo hubiera hecho caso a lo que quería mi mamá...

- Ya lo sé. - respondió.

- Los sueños no se cumplen se trabajan. - esa frase me la habían dicho una vez y la había adoptado casi como un mantra, aunque, a veces, hasta yo me olvidaba de el.

- Sos... - murmuró pero se detuvo.

- ¿Qué? - la anime a seguir

Antes de hablar acarició mi mejilla. - Maravillosa. No sé cómo viví toda mi vida sin vos cerca. - sonreí.

- Por eso parecías un robot y ya no. - respondí. Levante mi meñique y puse la cara más seria que pude. - Me tenés que prometer que nunca más vas a dejar de lados tus sueños... ni siquiera por mi. Empezá a pensar en vos.




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