"El arte no cambia nada, el arte te cambia a ti.”
David Lynch
Llegue a la empresa. Según lo que había llegado a investigar, era un despacho de abogados, pero no cualquiera, sino uno que llegaba a tener dentro de sus clientes a los empresarios y políticos más influyentes del país. Sólo saber eso me generaba ansiedad y temor.
Azul, que conocía a la persona con la que tenía la entrevista, me había dado algunos tips para que la primera impresión fuera excelente.
El señor Gerald era un hombre canoso, de aspecto agradable y con una sonrisa demasiado amplia. Me hizo acordar a las publicidades de Coca Cola, en las que muestras a un Papá Noel completamente adorable.
- Señorita Gabbana. Su trabajo me impresiona. - me dijo el hombre, en el momento en el que nos sentamos en lo que parecía una sala de reuniones. - No soy un gran fanático del arte, pero mi esposa si, fue ella la que me convenció de llamarla. Le mostré sus obras y quedó fascinada.
- ¿Enserio? - pregunté completamente sorprendida.
- Si. - sonrió y apoyó sus manos sobre la carpeta con mis trabajos, que había llevado. - ¿Puedo? - asentí. Mientras miraba las hojas siguió hablando, distraídamente. - Ella tiene una galería y me pidió que le dé su tarjeta. Llámela, seguro podrá ofrecerle un contacto o cualquier cosa que necesite para impulsar su carrera. - levantó la mirada, saco de uno de los bolsillos de su traje una tarjeta y me la dio.
La tomé con las manos temblorosas. - Gracias. - me dediqué un momento a mirar las letras impresas en la tarjetas. Conocía esa galería, había ido en tres oportunidades y había quedado fascinada con lo que vi. - Enserio. Agradezco la oportunidad que me está dando. - hice un esfuerzo para no ponerme a llorar en ese momento.
- No agradezcas muchacha. - me dijo sonriendo. - Ser artista es difícil y lo que más necesitas son oportunidades; lamentablemente no muchos están dispuestos a darlas.
***
A la salida, lo primero que hice fue llamar a Azul. Necesitaba contarle a alguien lo que había sucedido.
- Me ofrecieron el trabajo y me dieron una tarjeta de una galería. - le semi grité sin darle tiempo a que dijera "Hola". En respuesta Azul gritó de la emoción. Jamás la había escuchado así.
- Estoy feliz por ti. Orgullosa. Te felicito. - me dijo y pude notar que estaba al borde de ponerse a llorar.
- Gracias. - le respondí. - No llores Azul, porque si vos lo haces yo voy a empezar a hacerlo y no voy a poder a parar.
- Perdón. - me respondió. - Sabes que soy así.
- Lo sé. - me mordí el labio. - Voy a llamarla ahora.
- Hacelo. - me alentó. - Llamame cuando tengas una novedad.
Corté y al instante estaba llamando a la mujer.
- Hola soy Lila Gabbana me dio su teléfono el señor Gerald. - estaba demasiado nerviosa, las manos y la voz me temblaban.
- Si, Lila. - me contestó. - Encantada. Mi nombre es Carmen. Mi esposo me mostró su trabajo y la verdad es que me encantó. El manejo de los colores es increíble. - escucharla y no llorar era imposible.
- Gracias. - respondí con un hilo de voz. Me senté en el banco de una plaza, ya que las piernas no me estaban respondiendo.
- ¿Esta desocupada ahora? ¿Te parece que nos juntemos para almorzar? - comentó.
- Si, me encantaría. - respondí al instante. No iba a perderme esta oportunidad por nada del mundo.
- Excelente. Te paso la dirección.
***
Veinte minutos después estaba llegando al restaurant. Era demasiado elegante como para lo que yo estaba acostumbrada.
Si bien le había pedido ropa Azul para ir a la entrevista, ya que sentía que no tenía nada adecuado; me parecía que estaba bastante fuera de lugar. Sólo esperaba que la mujer no se diera cuenta o no le importara demasiado eso.
- Tengo que encontrarme con la señora Gerald. - le dije a una camarera que se encontraba en la entrada.
- Por allí, en los sillones. - me dijo, señalando un lugar que, claramente, estaba reservado para los clientes especiales.
- Lila por aquí. - me dijo una mujer rubia, delgada y con grandes ojos color avellana. - Es un placer conocerte. - me dijo haciendo un gesto para que me sentara.
- Igualmente. - respondí nerviosa. - Antes que nada quería decirle que adoro lo que hace en su galería. - ella sonrió y murmuró un "gracias". - También le agradezco por hacerte un momento para recibirme.
- Eres adorable. - dijo riendo y luego bebió un sorbo de su vaso de vino.
- ¿Gracias?
- Lo digo enserio, - se acomodó su cabello y acto seguido me sirvió vino, sin decir nada. - conozco a muchos artistas por año, tengo una galería, como te imaginarás es algo que debo hacer, entrevistarme con ellos. - rió por lo bajo. - A lo largo de los años he desarrollado un sexto sentido por así decirlo. Me permite darme cuenta cuando un artista está dispuesto a crecer, mejorar y tiene ambición, también cuando creen que ya llegaron a su punto máximo y solo genialidad es lo que surge de sus mentes.
-¿Cuál seria yo? - pregunté dando un sorbo al vaso. Era el vino no sólo más rico, sino más fino que había tomado en la vida. Podía acostumbrarme a tomar esto todos los días. Lo haría con gusto.
- Del primer grupo, claramente. Viniste aquí, sin una cita previa, - usaba sus dedos para enumerar. - agradeciste, no te sentaste hasta que no lo ofrecí. Eso quiere decir no sólo que consideras que soy alguien al que es necesario respetar, sino que sabes que aún no has llegado a ser la maravillosa artista que puedes ser. ¿Que vas a almorzar? Yo invito.
***
Dos horas después estaba saliendo del lugar con una propuesta concreta.
Hacer 5 cuadros nuevos y presentárselos a Carmen. Luego, los pondría en su galería, como parte de su nueva muestra.