"Un arte que no se basa en el
sentimiento no es arte."
Paul Cézanne
La venta había sido un éxito, mi papá que es abogado, me ayudó en todos los papeles y, gracias a un increíble profesor de la universidad y a Carmen, pude determinar cuánto pedir por las obras.
Estaba volando, no podía más de la felicidad.
Me resultaba imposible pensar que hacía tan sólo unos meses mi vida era tan diferente.
Ahora, no sólo era una artista a la cual la llamaban de empresas para hacer intervenciones, sino que había expuesto y vendido mis cuadros... completamente irreal.
***
Estábamos ahora en la casa se Azul, terminando de guardar las cosas en cajas para llevarlas a nuestro departamento. Nuestro, esa palabra me sonaba tan rara y a la vez tan hermosa.
Hacía tan sólo unos meses, si alguien me hubiera dicho que esto pasaría le diría que estaba completamente loco.
Pero... ahí estábamos y nunca me había sentido tan feliz.
- ¿Qué demonios...? - escuché la voz de un hombre y me giré, el hermano de Azul. - ¿Te mudas hermanita? No me dijiste nada.
Miré a Azul, la cual estaba pálida.
- Hola. No sabía que venías. - su voz era nerviosa y casi en un susurro. - No, es, surgió de la nada. - dijo dejando la caja que tenía en sus manos sobre una silla.
- Me enteré que no estás más en la empresa esa. ¿Qué te pasó? - el tipo no me miraba era como si yo no existiera. Se acercó a Azul sólo un paso, con aire de superioridad.
- ¿Cómo sabes eso?
- Te fui a buscar y me dijeron que no trabajabas más.
- Si, renuncié. - comentó como si nada.
- ¿Qué vas a hacer entonces con tu vida?
- No sabe y creo que tampoco te interesa. - me apresuré a decir, no quería que le contara sobre el café. - Y por el momento estamos intentando mudar todo. Si querés podés ayudar. - intenté poner mi mejor cara de alegría pero sólo salió una mueca hipócrita y falsa.
Giró para mirarme. - Tu amiga es bien bocona. ¿No? - intentó ser gracioso pero no lo fue.
- Alejandro basta. Déjala en paz. ¿Qué es lo que querés? - los ojos celestes se le habían oscurecido y lo miraba con tanto odio, nunca la había visto así.
- Qué me cuentes de tu vida Azul. Vos no contás nada. - le respondió el tipo con tono de broma.
- A vos no te interesa nada de mi vida. Lo único que querés es que no deje de pasarte plata cuando te quedas sin nada. ¿Y sabes que? - puso sus manos en su cintura en forma de jarra. - Ya no va a pasar más eso.
- Para. ¿Todo esto porque dije que tú amiga es una bonita? ¿Tanto la defendes? ¿Qué es? ¿Tu novia? - se rió con una carcajada desagradable y ambas nos quedamos muy serias. - No me jodas Azul. ¿Te gustan las minas ahora?
- Eso a vos no te importa. Y si, es mi novia. - la voz de Azul había pasado de ser un susurro a estar completamente segura y firme.
- ¿La abuela sabe? - maldito infeliz, quería ir a donde sabía que a ella le iba a doler.
- Sabe y está feliz. ¿Sabes por qué? Porque me quiere ver bien, no como vos que sólo querés que sea miserable. - se cruzó de brazos y el tipo se quedó en el mismo lugar sin cambiar la expresión.
- Ella siempre la protegida de la abuela. - comentó irónicamente.
- Si, ella y el abuelo me cuidaban porque sabían que a ustedes tres sólo les importa la plata, nada más. Nunca les importe yo como persona. - sus ojos se llenaron de lágrimas y su cara se enrojeció demasiado. - Yo no quería ir a Estados Unidos, pero me convencieron, porque era chica, porque pensaba que querían lo mejor para mí, pero no, lo único que querían era la plata. Cuando papá se enfermó me dijeron que en quedé que mande plata. Nada más. - nunca la había visto tan enojada y a la vez tan vulnerable.
- Yo me tuve que quedar acá a cuidarlos. Jimena me dejo por eso. - le recriminó el tipo. Quería actuar pero a la vez sabía que no tenía que hacerlo, está era su batalla y tenía que pelearla sola.
- No. - gritó Azul y golpeó el piso con un pie. - Jimena se separó de vos porque la engañabas Alejandro. Y no con una, no sé ya ni con cuántas, perdí la cuenta. La engañaste sistemáticamente durante años. No seas hipócrita. - la vi rodar los ojos, frustrada y bufar. - Si tu vida es una basura es porque vos quisiste que fuera así. Yo no te pienso dar un peso más. Nunca más.
- ¿Y esta? - giró hacia mí y me tensé - ¿Te pensás que no quiere plata? Mirate. - me señaló y sonrió de costado, me dio asco. - ¿Tabajas en una obra que estás llena de pintura?
- Lo que haga Lila a vos no te importa y lo que yo haga tampoco. - le respondió corriendo el foco de mi.
- Bueno llegaron los autos. ¿Qué bajamos? - la voz de mi amigo se escuchó desde atrás nuestro. - Hola. - saludó sin entender.
- Andate Alejandro. No te quiero ver más. - se le acercó. - ¿Estás con alguien ahora no? Tu "novia". - le dijo haciendo comillas con sus dedos. -, si le cuento a su marido ¿Va a interesarle no? - el tipo se puso pálido. - No te quiero ver más y no te quiero cerca ni de la abuela ni de Lila. ¿Escuchaste?
Sin decir nada el tipo se dio media vuelta y se fue.
Azul se sentó en el piso.
- ¿Tobi podés llevar eso? - le dije señalando unas cajas - Ahora bajamos. - mi amigo se limitó a asentir, tomó lo que le dije y se fue. Me acerqué a Azul y me senté a su lado. - ¿Estás bien?
- Si. - me miró y sonrió. - No va a volver a molestar. Sé hasta donde presionar a mi hermano. Sabe que no puede seguir exigiendo nada. - respiro, aliviada.
- Eso fue muy valiente. - posé una de mis manos en su hombro.
- Gracias. Estaba temblando, te juro. - me mostró las manos, las cuales aún temblaban levemente, las tomé sin pensar y las bese. - Pero... cuando le empecé a decir todo lo que tenía acumulado, se sintió... bien. Mejor que bien.
- Lo importante es que le hayas podido poner un fin. - le respondí.
- Si. Ya era hora.