"No creo que podamos separar
el arte de la dignidad
y la esperanza humana"
Adrienne Rich
El bar - librería "Colores" llevaba abierto más de un año y se había convertido en todo un éxito.
La gente amaba su café, la clientela no hacía más que aumentar; luego de tomar algo, la mayoría visitaba su libreria, la cual no sólo contaba con una extensa variedad de libros, sino que su dueña, Azul Denver, conocía el lugar exacto en el que se encontraba cada uno. Era casi una atracción turística el preguntar por un ejemplar y escuchar como ella decía, con gran seriedad, el estante, pasillo y espacio que ocupaba dicho libro.
Además, debo admitir, recibía la visita de muchos admiradores, no sólo de la literatura, sino del arte, ya que en ese bar tan especial, se encontraban tres enormes murales realizados por mi, que, según la última revista de arte que se había publicado, era la artista en ascenso más influyente de la última década.
La gente se acercaba a Colores, con demasiada expectativa y se iba, deseando volver.
Azul y yo, manejábamos juntas el lugar, aunque, durante la mañana, mi tiempo era ocupado en el arte; había conseguido alquilar un taller a unas pocas cuadras, lo que me permitía ir allí, cada vez que la inspiración me atacaba.
En ese año, las cosas habían cambiado radicalmente. El hermano de Azul no había regresado nunca más a molestar y eso era algo que nos alegraba demasiado a ambas. Habíamos convencido a la abuela de Azul para que se mudara a un departamento cercano. A la mujer le había costado, dejar atrás su casa, en la que había vivido tantos años era difícil, pero la idea de que pudiéramos ir a visitarla más seguido, fue el factor principal para que nos dijera que si.
Tobi y Mari estaban esperando a su primer bebé, ambos, estaban demasiado felices... jamás había imaginado a mi amigo como padre, pero, al verlo ahora, no podía creer el hecho de que no me hubiera dado cuenta del gran padre que ese hombre iba a ser.
***
- Tercera vez en la semana. ¿No? - le pregunté a Azul, señalando a una chica que, desde hacía dos meses venía de forma constante.
- Viene por vos. ¿Lo sabes no? Se sienta todos los días en la misma mesa, a la misma hora y cuando entras se le ilumina la cara. - me respondió sonriendo. - Anda a hablarle.
- ¿Te parece? - preguntó un poco nerviosa. - ¿Qué tal si digo algo y se desilusiona?
- No va a pasar. Anda. - me respondió empujándome un poco.
Me acerqué a la mesa y me senté delante de ella.
- Hola. Lila Gabbana. Un gusto. - le dije acomodándome el pelo por detrás de las orejas. La chica se puso pálida y su boca quedó en forma de "O". - Noté que venís muy seguido. ¿Cómo te llamas?
- I... Isabella. - me respondió con un hilo de voz.
- Un gusto Isa. - apoyé los codos en la mesa. - ¿Te gusta el arte?
- Me encanta. - respondió segura.
- ¿Sabes? - puse cara de pensativa y de mi mochila saque una bolsa de papel madera. - Si te gusta el arte entonces, creo que sos la indicada para tener esto. - lo apoyé en la mesa y lo moví un poco en su dirección.
La chica dudo un momento, pero luego, con desesperación, tomó la bolsa y sacó lo que había dentro.
- No, no puedo aceptar esto. Debe valer millones.
Me reí ante su respuesta, me dio demasiada ternura. - No vale tanto como crees, te juro. Capaz cuando en muera, como Van Gogh, pero ahora no. - bromie. - Venís casi todos los días, Azul me dijo que estás siempre con algún libro de arte, incluso yo te vi algunas veces. Sé que nadie más que vos va a valorar este regalo. ¿Querés ser artista no? - ella asintió efusivamente y yo suspiré. - ¿Sabes que Isa? Nada de esto me hubiera pasado si no me hubieran dado una oportunidad, nadie me la daba, pero, la persona correcta me dijo que si y desde ahí... mi vida cambió completamente. - la chica escuchaba lo que le decía con demasiado interés. - Nunca dejes de buscar tu oportunidad.