Colores

Vacaciones

Después de varios minutos, Ana regresó cargando con dificultad un montón de hojas blancas y crayones. Apenas podía sostener todo entre sus brazos. La pequeña miró el piso de la sala para asegurarse de que no hubiera nada en el suelo y, tras revisar durante menos de tres segundos que no hubiese suciedad ni algo que estorbara, dejó caer las hojas y los crayones. Observó atentamente cómo todo caía y luego miró a su padre con una amplia sonrisa, y se se sentó de golpe sobre unas hojas.

—Listo—Dijo la pequeña dando un par de golpes a un lado de ella, invitando a su padre a acompañarla.

Carlos acepto gustoso acompañar a su pequeña y mientras se sentaba con ella sonreía, contagiado por la emoción de su pequeña, pero entonces recordó la televisión y se levantó para buscar el control remoto. Pero al voltear, con el control en la mano, dispuesto a apagarla, se quedó congelado.

Ana estaba mirando fijamente la cuenta regresiva: 42 días, 22 horas, 10 minutos y 48 segundos.

La palabra "Impacto" ya no aparecía.

Carlos sintió un nudo en la garganta. Intentó apagar el televisor, pero el control había desaparecido. No supo en qué momento cayó de sus manos, y para su sorpresa, ni siquiera se veía en el suelo. Entonces intentó llamar la atención de la pequeña:

—Amor, ¿qué quieres hacer en estas vacaciones? ¿Dijiste que querías dulces, verdad? ¿Quieres chocolates? ¿O paletas?

Ana seguía con la mirada fija en la pantalla, como si intentara leer lo que decía.

—Papi, ¿por qué hay un reloj grande?

—Oh... es el tiempo que nos queda de vacaciones —atinó a decir Carlos, sintiendo cómo su boca se secaba.

—Son muchos días de vacaciones —comentó la pequeña, mientras su rostro volvía a recuperar ese brillo lleno de felicidad.

Carlos tragó saliva y le sonrió. No era una sonrisa falsa, pero tampoco era de felicidad. Le parecía hermoso que, para Ana, fuera mucho tiempo... pero él estaba aterrado. Tal vez no fuera suficiente para cumplir todas las metas.

—Pueden parecer muchos días, pero no podemos desperdiciar ninguno. Me imagino que quieres hacer muchas cosas... y solo tenemos 42 días para hacerlas todas.

Entonces, el reloj desapareció de la pantalla y en su lugar apareció un joven con vestimenta de camarógrafo, visiblemente nervioso ante la cámara. Aclaró su voz y, con algo de vergüenza, dijo:

—Al parecer las reuniones han terminado y tendremos información directa por parte del primer ministro y los presidentes en breve.

Hizo una breve pausa, volvió a aclararse la garganta y añadió:

—Oh, parece que ya comenzará... Vamos contigo, Krilin... digo, Justin Poirier.

Las imágenes en el televisor cambiaron a un hombre de unos cuarenta años, visiblemente calvo, eso explicaba el apodo. Estaba haciendo esfuerzos por no reír, pero soltó una leve carcajada antes de hablar:

—Jajaja gracias, Justin. Bueno, aquí nos encontramos, donde en unos minutos el primer ministro nos brindará un informe sobre lo esperado... en estas vacaciones.

"¿Vacaciones? ¿A qué se refiere?"

Se preguntó Carlos, confundido, mientras seguía buscando el control remoto. Ya había decidido desconectar la televisión para evitar que Ana escuchara la verdad, pero en ese momento comenzó la conferencia. El primer ministro apareció en pantalla con una sonrisa extraña en el rostro y habló rápidamente:

—Buenos días. Tengo entendido que muchos niños podrían estar viendo la televisión con sus padres ahora, así que seré breve, para que puedan disfrutar pronto sus vacaciones en paz.

Carlos se quedó inmóvil, mirando la pantalla. Ana también observaba con atención, sonriendo, pues eso solo confirmaba lo que su padre le había dicho: todo el mundo estaba de vacaciones.

—Primeramente, queremos agradecer el arduo esfuerzo de nuestra población en los últimos años. Merecen ser recompensados, y es por ello que todos los países nos hemos puesto de acuerdo para brindar vacaciones a todos nuestros ciudadanos, para que puedan disfrutar del tiempo con sus familias y cumplir sus sueños.

La voz del primer ministro se quebró un poco. Por su expresión, era evidente que estaba luchando por continuar, pero suspiró, y mirando directamente a la cámara, añadió:

—Sabemos que el tiempo es poco... pero les pedimos que aprovechen cada momento.

Carlos sintió alivio al escuchar esto. Era prácticamente lo mismo que le había dicho a Ana.

"Tal vez... tal vez podre mantener la mentira hasta el final."

El primer ministro continuó:

—Queremos que estas vacaciones sean felices y tranquilas para todos, así que hemos establecido unas normas que esperamos puedan seguir.

Se hizo una breve pausa y, entonces, una joven con una banda blanca en la cabeza se acercó rápidamente al podio con tres listones gruesos en las manos: uno blanco, uno amarillo y uno rojo. Se paró a un lado del primer ministro y levantó los listones para que todos pudieran verlos.

—Se implementará el uso de bandas en la cabeza. Estas pueden estar hechas de cualquier pedazo de tela o listón, siempre que tengan más de tres centímetros de grosor para que sean visibles. La primera banda será la blanca, para los ayudantes. Quienes deseen colaborar en comercios, fábricas, etc., podrán hacerlo portando dicha banda. Quienes solo estén disfrutando de sus vacaciones deberán usar una banda amarilla. Y la banda roja...

Su voz se entrecortó un poco, como si recién estuviera comprendiendo el peso de sus propias palabras.

—La roja será para quienes deseen apoyo para terminar con este periodo de vacaciones. Mayores detalles se brindarán en una hora más.

Aquello dejaba claro que la declaración sería repetida más adelante, pero sin la censura que la suavizaba ahora.

—De momento, es todo. Continúen disfrutando de sus vacaciones con sus hijos. Solo recuerden que en una hora más se brindará la información sobre estados de bolsa, política y cosas aburridas de adultos.



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En el texto hay: apocalipsis, findelmundo, padresoltero

Editado: 14.06.2025

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