Después de la llamada al 911, Carlos regresó al auto con pasos lentos debido al peso de lo que acababa de ver dentro de la casa de los Lavoie. Era como si su cuerpo hubiera decidido llevar todo el horror de la casa con él; en cada paso que daba podía ver al señor Lavoie inerte al inicio de las escaleras, a Liam, que seguía en su habitación, y a Olivia... quien no vio, pero estaba seguro de que estaba descansando en aquel clóset. Al llegar al vehículo, Ana fue la primera en hablar; su voz sacó a Carlos de su trance.
-¿Y Olivia? -preguntó algo confundida al ver a su padre regresar solo al carro.
Carlos tragó saliva, sintiendo cómo la pregunta lo golpeaba en el pecho. No podía responder con la verdad, no podía. Entonces, Leah, que lo había estado observando en silencio, intervino rápidamente con una voz tranquila pero firme, como si ya supiera lo que estaba pasando por la mente de Carlos.
-Olivia y su familia salieron a ver a unos familiares; parece que estarán allá durante todas las vacaciones.
-¡Oh, no! -respondió Ana, cruzándose de brazos con un pequeño puchero en su rostro.
-Pero todavía podemos ir al zoológico, ¿verdad? -preguntó Owen desde el asiento trasero.
Carlos asintió, sin estar completamente seguro de lo que hacía, y esbozó una sonrisa forzada.
-Claro que sí, chicos. Vamos al zoológico.
Durante el trayecto, Carlos se esforzó por prestar atención a las conversaciones de los niños, pero sus pensamientos no le permitían concentrarse del todo. Ana hablaba emocionada sobre los animales que quería ver, su voz estaba llena de entusiasmo, mientras miss Leah les contaba anécdotas de sus visitas pasadas al zoológico. Carlos apenas podía seguir el hilo, sus pensamientos regresaban una y otra vez a la casa de los Lavoie: los cuerpos, el silencio, el odio que parecía haber puesto la señora Lavoie a su propio esposo e hijos.
Al llegar al zoológico, Carlos se esforzó por mantener una buena cara y ayudó a los niños a bajar del auto. El lugar estaba sorpresivamente solo, no había muchos autos estacionados. Por un momento, Miss Leah y Carlos se miraron confundidos.
-Tal vez esté cerrado -dijo Carlos.
Los niños miraron con tristeza a Carlos, pero entonces Owen comenzó a saludar a alguien a la distancia. Un empleado del zoológico, notando la presencia del grupo, se acercó rápidamente con una sonrisa cálida y amable. Llevaba un chaleco verde con el logotipo del zoológico bordado en el pecho junto a su nombre, "Harry", y un paquete de bandas de colores en la mano.
-¿Les gustaría ayudar a alimentar a algunos animales? ¿O prefieren solo un recorrido? -preguntó mientras mostraba las bandas blancas y amarillas.
Los rostros de los niños se iluminaron al instante. Carlos, al ver sus expresiones de genuina emoción, sintió una chispa de alivio en el pecho, no fue muy grande, pero lo suficiente como para intentar disfrutar el día.
-¡Alimentar a los animales! -gritaron los tres niños al unísono, con voces cargadas de entusiasmo.
Harry, divertido por su respuesta, les entregó las bandas blancas.
-Entonces sean bienvenidos, compañeros míos. Mi nombre es Harry y trabajaremos juntos el día de hoy -dijo esto mientras los guiaba hacia el interior de las instalaciones. Mientras caminaban, les explicó con paciencia cómo debían alimentar a las jirafas, los rinocerontes, las cebras y los peces del acuario. Su tono era animado, como si supiera exactamente cómo captar la atención de los niños.
-Si hacen un buen trabajo -añadió con una sonrisa cómplice-, podrán tomarse fotos de cerca con Tobi, nuestro panda estrella.
Los niños se miraron entre sí, emocionados, pero enseguida intentaron adoptar una expresión de seriedad. Estaban decididos a hacerlo bien, con la esperanza de poder acercarse al adorable Tobi.
Carlos observó todo en silencio, intentando dejar que las risas de los pequeños y el entusiasmo del guía llenaran el espacio vacío en su mente y se permitiera una pequeña tregua emocional, pero era imposible borrar aquellas imagenes de su mente y sobre todo el olor de aquella casa.
El primer recinto al que llegaron fue el de las jirafas. Harry los llevó hasta el área de alimento y notó cómo Carlos se fue quedando atrás, así que les indicó a los niños y a Miss Leah cómo alimentar a las jirafas y después llamó la atención de las mismas. En cuanto todos estaban ocupados, Harry se acercó a Carlos, curioso al notarlo tan perdido y callado.
¿Cómo podía una madre hacer algo tan terrible?
Se preguntaba Carlos una y otra vez. En contraste, veía a tantos padres haciendo todo lo posible para regalar a sus hijos felicidad en sus últimos días, cumpliendo sueños y arrancando sonrisas en medio de la desesperanza. La diferencia era abrumadora.
Harry se paró a un lado de Carlos y lo miró atentamente.
-¿Está usted bien? -preguntó con un tono amable, pero directo.
Carlos parpadeó, sacudiendo ligeramente la cabeza como si intentara despejar sus pensamientos.
-Perdón... Estaba pensando -dijo, dejando escapar un suspiro pesado-. Hace tiempo le prometí a mi hija que vendríamos al zoológico. Por trabajo, por cansancio, por cualquier cosa, siempre lo posponía. "Ya habrá tiempo", "No pasará nada si vamos después", decía. Y ahora... me lamento tanto de no haberla traído antes, por no haber aprovechado mejor el tiempo cuando lo tuve. Ahora intento hacer que cada minuto valga la pena y... -Hizo una pausa, su mente seguía recordando la casa de los Lavoie. No comprendía cómo una madre era capaz de algo así, pero no podía simplemente decírselo a Harry, el joven que tan atentamente esperaba que continuara hablando. Así que solo sacó su duda sin entrar en detalles-... me preguntaba cuántos padres están pasando por lo mismo ahora.
Harry lo escuchó atentamente. Su expresión era reflexiva mientras asimilaba las palabras de Carlos.
-¿Lo dice porque no hay mucha gente aquí? -preguntó Harry, mirando a su alrededor.
Carlos se detuvo un momento antes de responder. Sus ojos recorrieron el zoológico: apenas una docena de familias caminaban entre los recintos. Los niños se emocionaban con los animales, los adultos mantenían expresiones felices, pero algo en sus ojos lo hacía sentir que realmente sentían arrepentimiento, tristeza, como él.