Colores

Nefrectomía

Carlos se sorprendió un poco al escuchar el nombre de Helena. Aunque conocía a varios compañeros que también eran latinos, no era tan común como había pensado encontrarse con gente latina en Ontario. Cuando Helena pasó al consultorio, su sorpresa fue mayor, ya que parecía ser una mujer muy joven. Él entendía que la edad no importa, y que uno puede enfermarse en cualquier momento, pero no entendía qué hacía alguien como ella ahí.

Helena saludó con una sonrisa a la doctora Green y luego dirigió su mirada a Carlos, dándole una sonrisa más tímida. Carlos, por alguna razón, se sintió sacudido al verla sonreír, entonces respondió con otra leve sonrisa, y ambos se quedaron mirándose sonrientes durante algunos segundos, hasta que la doctora Ana cerró la puerta de golpe.

—Siéntese, señorita Helena —dijo Ana.
—Claro, doctora —respondió Helena mientras se apresuraba a sentarse en la camilla.

Ana hizo como que miraba algo más en la lista, y Carlos se preguntaba qué sería, así que intentó leerla, pero solo tenía nombres de personas. Antes de que Carlos pudiera preguntar qué hacía a Ana, ella comenzó a hablar:

—¿Qué le duele, señorita?

Helena hizo un esfuerzo por no reír y respondió a la doctora, que la esperaba pacientemente:

—Bueno, hace unas semanas tuve una nefrectomía y vengo a ver si puedo volar a casa.

Carlos se quedó pensativo "¿Qué es una nefrectomía?" se preguntó, pero antes de que preguntara algo, Ana continuó hablando:

—Entiendo, señorita. En unos momentos más le vamos a sacar sangre para ver si puede volar —dijo Ana con total seriedad, mientras se alejaba y dejaba la lista de pacientes con la doctora Green.

La doctora Green estaba visiblemente aguantando la risa al ver toda la escena ya que le causaba tanta ternura ver a Ana tan decidida a cumplir bien su papel, que incluso continuó profesional, aunque obviamente no sabía qué era una nefrectomía.

Carlos miró a la doctora Green confundido, y ella, tomando aire para intentar ahogar la visible carcajada que quería salir de su garganta, habló poco a poco:

—Una nefrectomía, doctor Carlos, es una operación para quitar un riñón que está enfermo o dañado, puede quitarse solo una parte del riñón o todo el riñón. En el caso de Helena, le quitaron completamente ambos riñones debido a su cáncer y para que pudiera vivir bien, le hicieron un trasplante de riñón, que le ayudó a tener una función renal normal, aunque todavía necesita seguimiento.

La doctora Green sacó el esfigmomanómetro digital, el termometro y el oxímetro de pulso de un estante y se los pasó a Carlos.

—Por favor, toma los signos vitales mientras preparo el material para la muestra de sangre —le indicó con amabilidad.

Carlos asintió, un poco apenado. Se acercó a Helena y le explicó con voz calmada:
—Te voy a medir la presión primero, ¿de acuerdo?

—Está bien, no te preocupes —respondió Helena con una sonrisa tranquila— Ya estoy acostumbrada.

Carlos colocó el brazalete en el brazo izquierdo de Helena. El aparato comenzó a inflarse lentamente, mientras la pequeña Ana —con su libreta rosa que la doctora Green le había dado— observaba todo con ojos grandes de curiosidad.

—¿Qué es eso? —preguntó Ana, subiendo un poco la voz.
—Estoy viendo cómo trabaja el corazón de Helena. Mira, aquí dice la presión arterial —respondió Carlos, mostrando la pantalla cuando terminó de medirse.

—Presión arterial: 120/78 —dijo Carlos, Ana lo anotó con cuidado, aunque no entendía muy bien que significaba.

Luego, Carlos tomó el termómetro digital y se lo mostró a Helena.
—Ahora la temperatura —dijo un poco incómodo por tener que tomar tantos signos.
—Sí, no pasa nada —aseguró Helena con un gesto amable.

El termómetro marcó: 36.6 grados. Ana lo apuntó enseguida, haciendo un esfuerzo por escribir bien los números.

Por último, Carlos colocó el oxímetro de pulso en el dedo de Helena. Mientras esperaba a que marcara los resultados, se atrevió a preguntarle con timidez:
—¿Entonces...volaras a casa con tu familia?

Helena tardó unos segundos en responder, con la vista baja.
—Sí... bueno, es...complicado —dijo finalmente.

Carlos se sintió un poco avergonzado por haber preguntado.
—Perdón, no quiero ser metiche —dijo en voz baja.

Helena levantó la vista y le sonrió con suavidad.
—No, está bien...es solo que... sí, me gustaría ir a México. Hace muchos años que no voy y quiero verlo antes de que—entonces Helena miro a Ana quien la miraba atentamente—antes de que terminen las vacaciones...

Ana, con la emoción propia de sus seis años, intervino:
—¡Nosotros también vamos a ir a México! Al rancho en Amamberi.

Carlos rió un poco y la corrigió con ternura:
—A Aramberri, amor.

Helena abrió los ojos con sorpresa.
—¿A Aramberri? ¿Son de Nuevo León?

Carlos asintió con una sonrisa.
—Sí, de ahí mismo.

Helena, aún con los ojos grandes por la sorpresa, dijo:
—Yo también... bueno, soy de Apodaca, de Agua Fría.

Carlos sonrió al escucharla.
—¡Oh, conozco esa zona! Soy de Aramberri, pero viví un tiempo en la zona metropolitana. A veces buscaba leche, yogur, cosas frescas... y en Agua Fría se consiguen muy buenas cosas —terminó diciendo, mientras miraba el oxímetro de pulso.

—Saturación de oxígeno: 98% y frecuencia cardíaca: 75 —anunció Carlos, dándole a Ana el tiempo para anotar cuidadosamente en la libreta.

Con una sonrisa, la pequeña quiso sumarse a la plática:
—Yo quiero ir a Frías Aguas... ¿y si vamos juntos?

Carlos y Helena se miraron unos segundos antes de reír suavemente.
—No creo que sea buena idea... además, primero deberías preguntarle a tu mamá —dijo Helena, un poco cohibida.

—No tengo mamá —susurró Ana, bajando la mirada.

Helena abrió mucho los ojos, sorprendida y con un toque de vergüenza.
—Perdón... yo no...

Carlos la interrumpió enseguida, con un tono calmado y comprensivo:
—Descuida, no pasa nada, solo somos Ana y yo, y eso está bien...no tienes por qué disculparte.



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En el texto hay: apocalipsis, findelmundo, padresoltero

Editado: 15.07.2025

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