¿Nadamos o nos hundimos? Estamos sobre nuestras cabezas
Ambas miradas cruzadas, hicieron que el mundo se detuviera a sus pies, los segundos pasaron como horas, una fortuita mirada y una atracción que por desgracia, solo fue efímera, las circunstancias volvieron la todo a su lugar y la tierra volvió a su recorrido, pero mientras el mundo de otros está en las nubes, otros tienen que afrontar las circunstancias como parte de la vida.
Elizabeth es una persona que cree que las personas son definidas por como físicamente se presentan ante las personas. Nuestra alma es el reflejo de nuestro cuerpo. Al ver por primera vez a este hombre no sintió miedo, quizás si sintió mucha desconfianza, pero no lo vio como una amenaza. Hace unos minutos pensó que era un secuestrador o algo parecido. Sus mejillas se coloraron y se acercó al hombre. Él no la dejaba de mirarla hasta que Elizabeth desvió la mirada al sobre en sus manos.
— ¿Cómo entraste? —. La pregunta fue muy obvia para este chico. Señaló la puerta principal y dijo: —Estaba abierta.
Elizabeth recordó que la dejó abierta y quedó boquiabierta, pero rápidamente se enderezó y firmemente respondió.
—Supongo que eres la persona que mi tía mandó para que hablara conmigo, pero. ¿¡Por qué a esta hora!? ¡Casi haces que muera de un susto!... —se exaltó con sus manos moviéndolas en el aire.
Él miró su reloj y se avergonzó totalmente de la situación, pero sin olvidar a lo que vino, tenía una excusa bastante buena.
—Perdóneme… Es que es una emergencia… Se trata de Denisse, tú tía. ¿Cierto?
Elizabeth asintió la cabeza y jugueteó con sus manos, nerviosa. Ella caminó hacía la entrada y se aseguró que no hubiera más nadie afuera y la cerró, con llave, por precaución. Miró su reloj en la pared, eran un cuarto para las tres de la madrugada. —Supongo que hoy no dormiré—dijo con una sonrisa algo forzada llena de preocupación.
—Me llamo Oliver Benjamín, un placer conocerla, a partir de ahora yo seré su jefe en su nuevo trabajo.
— ¿Jefe?... ¿Emergencia?... Por favor, explíquese. —Elizabeth se sentó en el sofá con sus manos en ambos lados de la cara.
—Oh, cierto… Lo había olvidado—miró su reloj y prosiguió— Este dinero se lo dejó su tía para cubrir sus gastos hasta que pueda mantenerse sola—le entregó el sobre sentándose a su lado en el sofá. Suspiro pensando en cómo le dirá la verdad a la chica—Tú tía, está en un problema legal… está en la prisión por estar involucrada en casos de estafa y extorción —Elizabeth cabizbaja abrió los ojos como platos y miró a Oliver sorprendida, no tenía palabras y espero que prosiguiera. —No sabemos si es verdad o no, pero yo le debo un gran favor a tú tía y esta es mi manera de pagarlo, cuidando de su sobrina.
Elizabeth estaba sin palabras, no sabía que decir, pero ahora todo encajaba.
—Debió de haberme dicho algo… Pero, de todas formas, ya no soy una niña, puedo cuidarme sola, no necesita cuidar de mí.
—Ya veo, entonces como no necesitas trabajo, me iré.
Elizabeth se exaltó parándose del mueble y miró a Oliver.
—Nono, no me mal entienda sí que lo necesito. —Dijo preocupada por su respuesta, emocionada sonriendo torpemente. — ¿Quiere café o algo de té?
—No, porque es hora de que me vaya.
—Oh, si quiere llamo a un taxi, es muy tarde para estar por las calles a esta hora de la madrugada, hay mucha gente peligrosa.
Él se rio sin ocultarlo y suspiro caminando a Elizabeth. —Eso debería decirte yo a ti…—En ese momento iba a decir algo más pero lo pensó y no lo dijo.
Elizabeth se sonrojó porque tenía razón, agarró sus llaves sin hacer más preguntas y se acercó a la puerta, abrió y él salió. —Nos vemos en la mañana…. Por cierto, todos me dicen jefe, pero puedes decirme Benjamín.
Benjamín suspiró cansado por su falta de sueño y se pasó la mano por su cabellera castaño oscuro.
—El sobre de tu tía, míralo…Vengo por ti mañana a las ocho, se puntual, no me gusta que me hagan esperar y me gusta el café cargado, tenlo en cuenta.
Después de eso se marchó sin dejar que Elizabeth tenga tiempo de decir algo más.
Y así fue. Después de eso se acercó a la mesa y al abrir el sobre encontró una nota firmada de su tía que decía “Te deseo suerte en tu nuevo trabajo, feliz cumpleaños…No estás sola” se sintió muy feliz el haber leído eso y eso la motivó a dar lo mejor en esta nueva etapa de su vida. Junto a la nota había dinero, era más de lo que podría ganar cinco meses trabajando de mesera. Pensó que debió de haberse esforzado por haber conseguido ese dinero y que lo utilizaría bien. Por el agotamiento mental y físico se quedó dormida en el sofá, olvidándose por completo de todo.