Colores mágicos ©

CAPÍTULO 5 - Los primeros quilómetros

Profecías impuestas IV

Caer al vacío es peligroso. Pero lo es más cuando no te has percatado que ya estás en el fondo. Si recibes una felicitación de tus padres y el coche sigue avanzando quilómetro a quilómetro. ¿Cómo puedes salvarte? Quizá lo que no saben ninguno de esosterrenis es que cuando una está a punto de perderlo todo se transforma en alguien un poco más valiente.

Alysa contemplaba la hoja con una mezcla de rabia y terror. En ella le informaban educadamente que había superado las pruebas con éxito y que estaba plenamente capacitada para formar parte del proyecto Atenea. 

—¡No puedo creerme que al final yo también vaya contigo! —exclamó Nora abrazándola. Alysa la contempló asustada, ¿y si las estaban engañando?

—Que tú no quieras unirte a esto —le reprochó Nora mostrándole su hoja—. No significa que yo no pueda estar feliz.

—Cierto —suspiró—.Felicidades, sabía que lo conseguirías. ¿Ya te has despedido de tus padres?

—Sí, acaban de marcharse. ¿Los tuyos no te han llamado?

—¿De verdad creías que iban a llamarme? Me han mandado una nota de felicitación, es más de lo que me hubiera esperado por su parte.

Alysa a sus diecisiete años ya no esperaba absolutamente nada de sus padres. Esa terrenis excepcional no recordaba ni una sola vez que sus padres la hubiesen apoyado en algo. Más bien siempre se habían mantenido en las sombras y solo cuando había fallado, se habían encargado de castigarla.

—Juntas lo superaremos —intentó animarla Nora.

—Claro —le contestó Alysa mientras intentaba imaginar qué les sucedería a partir de ahora.

—¿¡Chicas!? —las llamó una vocecita a través de la puerta acompañada por una cabeza rubia.

—¡Entra Lilah! —le contestó Nora.

—¿Aún no estáis? —les dijo cargada con su maleta rosa y blanca.

—¿Se puede saber a dónde te crees que vas? —le preguntó Alysa cuando se fijó en el vestido turquesa que se había puesto a juego con unos zapatos de tacón.

—Vamos a disfrutar de un viaje con chicos guapos.

—No creo que disfrutemos de nada —le replicó Alysa recordando a los siniestros chicos de Las águilas doradas.

—Tiene usted razón —las sorprendió la profesora Catherin desde la puerta. La mujer las estaba contemplando con ojo crítico, si bien la profesora de ciencias no era demasiado mayor, vestía de forma tan aburrida, que aparentaba ser mucho mayor. Siempre llevaba su cabello recogido en un tirante moño, usaba unas gafas de pasta enormes y su ropa era de tonos apagados—. Nada de vestidos, zapatos inadecuados ni…

—¡Estos zapatos son carísimos! —le replicó Lilah.

—¡Basta! Empiece a comportarse o quedará expulsada del proyecto. Todas ustedes van a ir juntas en un coche y por lo que parece —les aclaró mientras miraba la hora en su reloj de pulsera—. Están llegando tarde.

—¿Y usted cómo lo sabe? —le preguntó Lilah.

—Porque yo voy a acompañarlas —le contestó colocando sus brazos en jarras—. Le recomiendo que empiece a morderse la lengua si desea seguir acompañándonos en el futuro —le advirtió mientras una Lilah bastante desilusionada pasaba por su lado para llevar su equipaje al coche.

Alysa contempló una última vez el dormitorio en el que había vivido gran parte de su vida y suspiró. En sus sueños siempre se había imaginado que cuando lo dejara sería para largarse a un sitio mejor pero ahora…

—No me digas que ahora tienes dudas —le dijo Nora que la estaba esperando en el pasillo con el equipaje.

—¡No es eso! ¿Y si donde vamos es peor?

—Prométeme que nunca volverás a huir —le susurró Nora.

—Sabes que no puedo prometerte eso —le contestó. Entonces Nora le colocó una mano encima de la suya.

—¿Y puedes prometerme que la próxima vez me lo contarás todo antes?

—¡Quería decírtelo! Pero todo fue tan precipitado.

—¿Por qué? —le preguntó mirándola con sus ojos azules—. Siempre nos lo hemos contado todo. ¡Estaba tan preocupada!

—Tuve miedo —le confesó Alysa avergonzada—. Me sentí acorralada y actué como una tonta.

—¡Vaya! —le dijo Nora con una sonrisa—. Ahora resulta que tú también tienes debilidades.

—¡No te burles! —exclamó su amiga abrazándola mientras le susurraba—. La próxima vez prometo avisarte —le juró. Alysa le dio un beso en la mejilla y Nora asintió. En ese momento Nora se fijó que un atractivo chico de cabello rubio escoltado por un séquito de estudiantes estaba cruzando el pasillo en dirección opuesta a la suya.




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