Colores primarios

Capítulo 10

Cuando me di cuenta de lo que estábamos haciendo detecté en la mirada de Santiago preocupación, pude adivinar que se dio cuenta mucho antes que yo de nuestro destino. Miré a mi hermano que se mantenía ocupado con su celular mientras se recostaba como si no se sintiera bien. Volví a mirar al frente, estábamos a unas manzanas.

Casi asustándome, el portón eléctrico se abrió para nosotros. Gabriel, detrás de nosotros, enviaba mensajes a nuestro padre según había informado. Respiré profundamente como respuesta a la mirada de Santiago que buscaba ánimos y esperanza. Luego entramos a la casa donde mi padre nos esperaba, aunque miró extrañado la presencia de un tercero no pareció sospechar de quién podría tratarse. Por modales atinó a querer saludar al inesperado invitado primero.

—Él es Santiago —anuncié.

Quedó pasmado al oír su nombre y no avanzó con los saludos. Ignoró a Gabriel y a mí me dedicó una mirada de sorpresa haciendo más largo e incómodo el momento. En ese instante recobré el sentido y la conciencia, y esa insolencia que me dominaba cuando mis padres se mostraban disconformes.

—Es mi novio —aclaré innecesariamente.

Santiago no se sintió mejor con mi actitud y lo atacó una gran timidez.

—Un gusto —casi murmuró mientras le daba la mano a mi padre.

Entonces Gabriel decidió romper la tensión declarando que había chocado.

—Hola. Yo estoy bien, gracias por preguntar. Solamente choqué pero no me morí —habló con una marcada ironía.

Eso fue suficiente para que a mi padre le dejara de importar la presencia de Santiago.

Luego de varias preguntas que Gabriel no respondió, nuestro padre nos obligó a ir donde estaba nuestra madre para que ella también se enterara que chocó. A veces mi padre pecaba de inocente, como en ese momento donde nos llevó al patio trasero sin tener la delicadeza de avisarnos que había invitados. Encontramos a gran parte de la familia reunida.

Mi hermano hizo un ruido de desagrado porque su plan no era que todo el mundo se enterara del choque, mientras Santiago quedaba asombrado al descubrir que la situación empeoraba para él. Todos nos miraron. Mi madre fue la primera en recibirnos con alegría, ignorando qué le había pasado a Gabriel y quién me acompañaba.

—Pensé que no iban a venir. ¿Por qué no contestaron los mensajes que les envié? —preguntó aún feliz de ver a sus esquivos hijos.

—Será porque Gabriel chocó —respondió mi padre de manera poco sutil.

Con eso el resto de la familia se alteró y mi madre se abalanzó sobre su hijo menor para asegurarse de que estaba entero. Después de que él respondiera más o menos algunas de sus preguntas ella comenzó a reclamarle el no haber llamado a sus padres para socorrerlo.

—¡Te pudo haber pasado cualquier cosa y yo sería la última en llegar al hospital! La última en verte. ¿Y si no llegaba a verte nunca más? —exageró con más enojo que preocupación.

Gabriel se mantenía neutro dejando que se descargara.

—¡Y tú! —me miró enojada—. No nos avisaste tampoco.

—¿Podemos comer? —preguntó Gabriel interrumpiéndola—. Tengo mucha hambre.

La expresión de ella cambió a una más suave.

—Si tienes hambre quiere decir que estás bien —dijo un poco aliviada.

Mi padre hizo un sonido de carraspeo para llamar su atención.

—Tenemos un invitado —le comunicó junto a una mirada poco disimulada.

Finalmente mi madre notó la presencia de Santiago, quien trató de sonreír sin demostrar sus nervios.

—¡Ah! —comenzó Gabriel—. El novio de Dani: Santiago. —Mi madre lo miró sorprendida—. ¿No decían que querían conocerlo? —agregó.

Los presenté tan deprisa como pude antes de que mi hermano agregara algún otro comentario poco oportuno. La presentación terminó siendo una extensión al resto de la familia que observaba extrañada. Ante tal escenario mi madre trató de comportarse como si todo fuera un hecho normal y nos acomodó a los tres en un rincón de la mesa mientras que el resto de la familia se reacomodaba un poco para darnos lugar. Tuvimos suerte y el supuesto choque de Gabriel se volvió el centro de la atención. La excusa perfecta para evitar hacer de la presencia de Santiago algo difícil de manejar. Todos se dirigían a mi hermano preocupados por su salud, luego por su auto y, por último, por las acciones legales que tomaría. Él evadía todas las preguntas aclarando que seguía sorprendido y un poco mareado. De apoco todos volvieron a comer más tranquilos como si nada extraño pasara, hasta que mi abuela decidió dedicarme tiempo.

—Así que un novio... —comentó con complicidad.

No dejaba de sorprenderme que mis abuelos fueran, aparentemente, los más abiertos y tolerantes. Los que estaban alrededor miraron desconcertados, desconfiando de lo que mis abuelos fueran capaces de entender o decir, incluso Santiago, que parecía alarmado por la observación. Mi tío político decidió presentarse ignorando al resto de la exagerada familia.

—Yo soy Rafael, tío de Dani. Espero que sepas disculpar la curiosidad, para la familia es la primera vez que Dani presenta un novio.

Me causó gracia la elección cuidadosa de la palabra curiosidad para describir el desconcierto y la impresión. Santiago asintió intimidado por las miradas, sus manos, escondidas por la mesa, estaban inquietas. Los demás también se fueron presentando obligados por los modales. Mi madre, la anfitriona, observaba todo con cuidado. Mi tío político volvió a llevar la conversación al supuesto accidente de mi hermano y empezó a hacerle preguntas sobre el seguro. Gabriel inventó la historia de haber sido chocado en un semáforo muy temprano y que se dieron a la fuga, no vio la patente y no había testigos posibles. La historia era tan sencilla que parecía real. La atención de mis familiares estaba puesta en él y, cada tanto, algunos ojos se desviaban en dirección a Santiago, quien evitaba el contacto visual para no provocar otro intento de conversación. Mi madre nos servía comida a los tres sonriendo, como podía, ante la presencia del novio de su hijo mayor y la de su hijo menor accidentado.




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