Colores primarios

Capítulo 13

La llamada del abogado fue inesperada y decidimos ir ese mismo día. Ya atardecía cuando despachó a su último cliente para recibirnos muy animado, pensé que esa actitud era buena señal pero en Santiago no ocasionó el menor efecto tranquilizador. Me había dicho que siempre era así; cuanto peor la noticia más positivo se mostraba el abogado para restarle importancia y convencer que todo tenía solución. El abogado se dio cuenta que Santiago no se dejaba persuadir por su entusiasmo.

—No pongas esa cara —le pidió—. ¿Por qué nunca me crees cuando digo que tengo buenas noticias?

Santiago suspiró con calma.

—Si me llamaste es porque algo pasó. Y ese algo no puede ser bueno —insistió.

Su pesimismo se me hizo lógico porque cuando visitaba esa oficina quedaba preocupado, no se me hacía que recibiera buenas noticias muy seguido. Como siempre, guardé silencio sin importar cuanto insistiera el abogado en hacerme participar con gestos de invitación. Después de un par de intercambios de palabras, donde hablaron casualmente sobre la hermana de Santiago, se decidió informar la novedad.

—Recibí una carta documento del abogado de Julieta donde confirman que se dan por notificados por sobre el cambio de domicilio.

Sonreía al decir eso mientras que yo no podía descifrar el verdadero significado ante tanta ceremonia, Santiago seguía inmutable en modo pesimista.

—¿Solo eso? —preguntó con recelo—. ¿No dijeron nada más?

—Bueno, hay una condición bastante lógica. Se propone dejar el régimen de visitas tal como está, pero, y esto es muy obvio —agregó con exagerada simpatía—, Iris no podrá quedarse a dormir hasta que tenga su propio cuarto.

Volví a mirar a Santiago esperando su reacción para saber si era bueno o malo lo que nos estaban diciendo. El abogado también observó esperando una respuesta de su parte. Él se limitó a asentir luego de procesar un momento la información. No pude descifrar ninguna emoción en ese gesto pero el abogado pareció interpretarlo como bueno y suficiente

—¿No te dije que eran buenas noticias? Y no querías creerme.

—Pensé que sería más problemático —respondió—. Es extraño que no se negara.

—Eso es verdad —admitió el abogado—. Llamé a su abogado para corroborar que todo estuviera en orden, la realidad es que no hay mucho que puedan hacer de querer negarse. Fue una charla bastante amena —se adjudicó con orgullo—. Pero no es que Julieta esté feliz o conforme, me contó, lo que sucede es que tampoco quiere cometer un error. También se debe estar acostumbrando —opinó.

Santiago volvió a asentir, yo seguí esperando una reacción más concreta de parte de él. El abogado se relajó.

—Mostrarse transparentes y accesibles siempre es buena idea —siguió diciendo—. Demostrar que no hay motivo para desconfiar. —Luego me miró con mucha simpatía—. Dejar que Julieta vea tu casa fue una buena decisión.

Quedé sorprendido al escucharlo, incluso yo había olvidado el hecho.

—¿Qué? —preguntó Santiago.

***

Difícilmente Santiago se enojaba, o lo demostraba, pero ese día no pudo evitarlo. Cuando quedamos solos en el ascensor detecté que evitaba hablarme o mirarme.

—Perdón, tuve que habértelo contado.

No respondió. Me apoyé en la pared del ascensor sin poder creer mi propia torpeza.

Cuando salimos del edificio Santiago se encaminó hacia el lado opuesto de donde se encontraba estacionado el auto.

—Necesito irme a mi casa —anunció sin mirarme ni detenerse.

Lo seguí y me paré frente a él deteniéndolo.

—No quiero que te vayas sin decir algo.

—¿Cómo qué? —preguntó con una terrible calma.

—Que estás enojado, que fui un idiota, un irresponsable, cualquier cosa.

Mi pedido sonaba a ruego, no quería que se fuera y escondiera lo que sentía. Guardó silencio un momento, indeciso entre responderme o no.

—¿Por qué no me lo contaste? —su voz tenía un dejo de decepción.

—Quise pero pensaba que tal vez... —suspiré— Tuve la tonta idea de que tal vez no pasaría nada y si te lo contaba te preocuparía más. Quería que tuvieras un poco de paz y no empeorarlo.

—Fue una idea estúpida —respondió molesto—. Aunque esta vez no pasó nada la próxima podríamos no tener tanta suerte.

Asentí en silencio y me corrí de su camino pero él decidió no avanzar, sacó una caja de cigarrillos del bolsillo con intención de ponerse a fumar. Nos quedamos un rato allí parados en la vereda, mirando pasar los autos, me sentía tan en falta que me mantuve callado como un niño castigado.

—No puedo creer que Julieta haya hecho eso —comentó a mitad de su cigarrillo—. ¿Qué te dijo? —preguntó con curiosidad.

Me sentí aliviado de que me dirigiera la palabra.

—Quería ver cómo era mi casa, nada más. Casi no hablamos.

Siguió fumando mientras la gente pasaba.

—Dani, no estás obligado a lidiar con esto por mí. Y viviendo juntos podrías tener momentos difíciles, yo no puedo garantizar que no se presenten situaciones como esas nuevamente.

Sabía que pasaría, tarde o temprano, que él supondría que me imponía sus problemas. Pero ya lo había pensado muchas veces y, aunque me asustaba la relación con Iris, nada me hacía dudar.

—Quiero estar contigo sin importar qué pase. —Sonreí un poco—. Y lidiar con todo... seguro voy a cometer algún error como ya quedó demostrado. Pero si no puedo hacer nada por lo menos quiero abrazarte y no dejar que te sientas solo.

Santiago me miró un poco sorprendido.

—Entonces... —dije más animado, cambiando la atmósfera— con eso dicho, ¿vamos a vivir juntos?

No pudo evitar sonreír.

—No sé cuál de nosotros dos está más loco.

—¿Eso es un sí?

—Es un sí.




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