Ciento cincuenta naves persiguiendo a tres. Como en nuestro planeta natal: ciento cincuenta leones persiguiendo a tres gacelas. Pero estas tres gacelas tenemos nuestros propios planes. Se despliegan en una forma de boca para poder comernos y tener fuego desde todos los lugares posibles para que no nos podamos escapar. Su primer error.
Damos rápidamente la vuelta para atacar el paladar de esa boca. Las naves, totalmente desprevenidas, son volatilizadas. Además, provocamos mucho fuego amigo entre sí mismas. Solo con este movimiento, destruimos la formación boca y pierden casi cincuenta naves.
Salimos zumbado con el resto de las naves persiguiéndonos, dando un rápido rodeo a un planeta que se interpone en nuestro camino. En ese rodeo, aprovechamos, hasta tres veces, para hacer pequeñas escaramuzas y seguir destruyendo a las naves que no nos seguían en grupo.
-Ala Dragón, estamos preparados para vuestra vuelta.
Podemos volver, pero no de forma directa porque seríamos volatizados. Aunque hayamos destruidos casi setenta naves, siguen quedando otras ochenta persiguiéndonos.
-Señor, damos un rodeo. Tenemos unas ochenta naves persiguiéndonos.
-Perfecto.
Después de varios movimientos de despiste, conseguimos ganar suficiente ventaja para poder dirigirnos a la nave nodriza donde esperan nuestras doscientos cazas con las armas preparadas. En menos de un minuto todo ha acabado. Resuenan gritos por todas las cadenas. Gritos de alegría. La primera escaramuza se la lleva la humanidad.
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