Come, perro

I

Diana nunca pensó que los rasgos viriles de Samuel le causarían un escollo sensual tan profundo. Su delicioso aroma a perfume costoso, su mirada de cazador unida a su porte masculino con su chaqueta negra de cuero y sus vaqueros ajustados la enloquecerían como nunca en su vida. Se juraron amor eterno y meses después, se casaron; nadie dudaba que hicieran una pareja formidable, pues eran realmente jóvenes y hermosos, encantadores en plena flor de la juventud para quienes los veíamos. Cualquiera hubiese dicho que eran el uno para el otro y, en cierto sentido, así era. Sin embargo, en todo cuento de hadas siempre es necesario un villano y en este caso, el apuesto Samuel pronto demostró tener los oscuros atributos, necesarios que le aseguraban dicho perfil al joven galán: era impaciente, obsesionado con controlar todo en casa, incluidos los pasos de su mujer y en ocasiones, se portaba hasta paranoico. Diana hacía esfuerzos ímprobos por no darle importancia a los defectos de Samuel.

De hecho, casi un año después el hogar perfecto era solo un recuerdo. Samuel sufrió una devastadora metamorfosis para demostrar la clase de persona que era en realidad. En definitiva, lo que viviría Diana dentro de las cuatro paredes de aquella casa era solo el inicio de un verdadero infierno. Empezó haciéndose la vista gorda de las pasadas de mal humor de Samuel, sus golpes en la mesa y los suculentos platillos arrojados contra la pared porque no le había gustado la comida. Poco tiempo después llegaron las bofetadas y en un final inesperado, puños y puntapiés. El cuadro general se delimitó completo cuando llegaron los forcejeos en la alcoba cuándo y cómo quisiera poseerla, siempre a la fuerza. Al principio, la hermosa Diana luchó con todas sus fuerzas, pero tiempo después ya se había acostumbrado de manera sumisa a obedecer en todo a su marido. Cualquiera diría que lo hacía para lograr que su idílico matrimonio funcionara, aunque sus esfuerzos jamás serían suficientes. En honor a la verdad es necesario decir que simplemente le tenía terror, sabía de lo que era capaz un hombre como Samuel o al menos eso pensaba; un ser despreciable y sin escrúpulos.




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