Comienza la Revolución

CAPITULO 3

AÑO 2896

Mi padre me acompañó hasta el gran edificio donde, a partir de ahora, pasaría gran parte de mi vida y, donde según él, se encargarán de enseñarme los conocimientos necesarios para seguir adelante en esta vida.

Un montón de niños de mi edad, acompañados de sus padres, estaban agrupados en la puerta, fabricada de una especie de metal y pintada completamente de un verde oscuro. Este sitio no me gustaba, los barrotes que rodeaban el edificio me hacían sentir que iba a estar encerrada como un animal al que era necesario adiestrar para, algun dia, poder salir de allí.

-No quiero entrar Papá- mi padre se agachó para quedar a mi altura, apoyando una de sus rodillas en el suelo y me puso una de sus manos bajo la barbilla, alzando un poco mi cabeza para que conectasen mis ojos con los suyos.

-Ya lo hemos hablado Irina- notaba el cansancio en su voz, esta conversación la habíamos tenido ya varias veces- todos los niños de tu edad estáis obligados a venir a un centro de educación como este, todos vosotros tenéis que conocer bien toda nuestra historia, nuestra tecnología, nuestra forma de actuar ante los posibles conflictos de hoy en día- por un breve segundo un charco de sangre apareció ante mis pies, recordando aquel fatídico día- además, esto te vendrá bien para socializar con los demás niños Irina, no puedes pretender estar toda tu vida sola. Para enfrentar los problemas que te surjan en el camino necesitarás a alguien que te ayude.

-¿Pero tu lo has visto bien?- mi padre gira su cabeza hacia el edificio y una sonrisa se escapa de sus labios- además, no necesito compañía de nadie, me las apañaré sola- mi padre niega con la cabeza aún manteniendo su sonrisa tan característica.

-Se que no es lo más bonito que has visto.

-Es horrible- cruzo mis brazos y sigo mirando aquel edificio mientras continuo quejándome de lo espantoso que es- tu lo que quieres es que me encierren aquí y así librarte de mí- oigo la risa de mi padre pero me niego a dirigirle la mirada.

-Irina, dale una oportunidad, ya verás como no es tan malo como te crees. No juzgues un libro por su portada, puede ser que luego si le das una oportunidad te lleves una grata sorpresa- el sonido de un timbre resuena por todo el recinto de aquel edificio, mi padre me da la mochila que llevaba a su espalda- dentro tienes toda la información necesaria para guiarte, si tienes alguna duda le preguntas a cualquiera de los adultos que te encuentres dentro ¿de acuerdo?- no puedo evitar que un resoplido salga de mis labios, vuelvo a dirigir la mirada a mi padre y asiento en un breve movimiento.

-De acuerdo- le doy un abrazo a mi padre y me dirijo hacia la enorme puerta de metal verde.

-Irina, cuando salgas espérame justo en este sitio- asiento con la cabeza, alzo mi mano derecha y la muevo como forma de despedida.

Una vez dentro hay mucho más caos del que había visto fuera, mucha más gente corriendo de un lado para otro, tanto niños de mi edad, y algo más mayores, como adultos.

Saco el papel en el que figuran las instrucciones que ha mencionado mi padre, arriba del todo salen mis datos personales, tales como el nombre, edad y lugar de nacimiento. Justo debajo aparece un número acompañado de una letra, lo que según se explica en la hoja es el número y la letra de la clase que me habían adjudicado.

Miro hacia todos lados, buscando alguna pista que me ayudara a guiarme por los pasillos de aquel lugar, llegué a la conclusión de que no solo era horrible por fuera, también lo era por dentro, los pasillos eran bastante estrechos para la cantidad de personas que pasábamos por ellos, las paredes estaban pintadas de amarillo claro, el suelo era de mármol con un color tipo crema, para no desentonar mucho con el tono de las paredes supongo, las puertas de las clases eran blancas y en ambos laterales estaban acompañadas de unas cristaleras que abarcaban toda la altura de estas, el cristal era un cristal opaco, por lo que por mucho que las clases tuvieran estas cristaleras no alcanzabas a ver con claridad nada del interior.

Vuelvo mi vista a la hoja que tengo en la mano, después de varios minutos dando vueltas sigo perdida sin saber hacia donde ir, al final decido preguntar a una mujer bastante alta, delgada con la piel muy pálida y ojos claros, el pelo rubio le caía por la espalda en forma de ondas, podía llegarle fácilmente hasta la mitad de la espalda, no parecía muy mayor, tampoco se la veía ningún tipo de arruga. Llevaba una especie de tablet en una de sus manos, mientras que en la otra llevaba, lo que parecía, una especie de maletín negro.

-Hola, me preguntaba si podías ayudarme a encontrar esto- la mujer me dedicó una cálida sonrisa, dejó un momento el maletín en el suelo y agarró el papel que tenía entre mis manos.

-Estás de suerte, es la misma clase a la que me dirijo yo- me devuelve la hoja y me vuelve a sonreír- acompáñame.

Caminábamos las dos por los pasillos de el edificio, la mayoría de ellos ya vacíos por la presencia de los profesores asignados a las distintas clases. Me fijé en la que iba a ser mi profesora, llegué a la conclusión de que mi teoria era cierta, no podia tener mas de 35 años, las pecas en la cara, la falta de arrugas, la forma de hablar y su estilo a la hora de vestir me lo dejaban claro. Llevaba un jersey gris con cuello en forma de pico, acompañado de una camisa blanca por debajo y unos pantalones negros algo anchos por la zona baja de la pierna, terminaba todo el conjunto con unas botas negras con la punta en forma alargada.

Tras varios minutos andando llegamos a nuestro destino, la puerta estaba cerrada pero los gritos y los ruidos que provenían de dentro de la clase eran lo suficientemente altos como para escucharse sin problemas desde el pasillo. La profesora abre la puerta y se queda mirándolos fijamente a todos y cada uno de ellos mientras permanecía apoyada en el marco de madera.




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