Abro mi boca, sorprendida después de escuchar todo lo que Jules y Connor tuvieron que decirme.
Bien. Recapitularé todas las estupideces que hice anoche en la fiesta del chico del cual no recuerdo su nombre. Sin orden específico, porque eso solo haría que la cabeza me duela más de lo que ya lo hace gracias a la bendita resaca, esa que te acompaña después de tu primera borrachera, y de todas las demás.
Esta era la primera mía, y la última, para variar.
Número uno, ir a la fiesta.
Número dos, bailar encima de una mesa.
Número tres, aceptarle el trago a Connor.
Número cuatro, mentirle a mis padres para poder escaparme con mis amigos. Unos no muy responsables, que digamos.
Número cinco, tirar mi dignidad a la basura.
Creo que eso era todo, muchas gracias.
Me llevo las manos al pelo, alborotándolo más de lo que ya estaba de por sí, frustrada, nerviosa y con la cola metida entre las patas.
—Mi madre me aniquilará —murmuro contra la almohada. Escucho las risas de Jules y Connor. Levanto la cabeza y los miro a ambos—. Ya está, quiero tulipanes en mi tumba. Y una aspirina, por favor.
Un segundo después me ofrecen la pastilla y un vaso con agua, ya preparados con lo que había pedido. La trago sin pensar. Me cubro con la cobija por completo, solo dejando un hueco para mi cabeza.
—Tu funeral puede esperar. Llamé a tu madre anoche y le dije que pasarías la noche conmigo porque debíamos terminar un trabajo de la escuela mientras tú invitabas a Samuel a salir contigo. —comenta Jules, tranquilizándome un poco.
Entonces recapacité y analicé con sumo cuidado las últimas palabras que había dicho. ¿Es que no había escuchado bien? ¿De verdad había dicho que yo invité al Samuel a una cita?
—¡¿Qué hice qué?! —exclamé cuando realicé que no había sido mi imaginación.
—Oh, sí. ¡Eso fue épico! ¿Quién imaginaría que invitarías a salir a Pipes? —Fue cuando Connor por fin se dignó en unirse a la conversación— Estabas achispada y te salió lo valiente, porque usualmente eres cobarde. Bendito alcohol, ¿no? —se ríe de su propio chiste, revisando su teléfono de nuevo.
No tenía palabras, estaba atónita, con los labios ligeramente abiertos y sin creerlo todavía. Estaba segura que esto solo era una broma de ambos para ponerme los pelos de punta, pero entonces lo imaginé:
Yo, invitando posiblemente al amor de mi vida a una cita. No hubiera sido tan malo si lo hubiera hecho sobria, pero vamos, de sobria ni me acercaba a menos de un metro a él.
—Lo mejor de todo fue que él en realidad te haya dicho que sí —se burló la castaña—. Debemos emborracharla más seguido, Con. Dawn versión borracha es más divertida, es como un alter ego.
El rubio asintió, dándole la razón. Rodé los ojos.
Mientras ellos seguían con su charla, planeando la siguiente borrachera, intenté recordar, por lo menos, algo de lo que sucedió anoche en la fiesta.
Cierro mis ojos y me concentro, hasta llevo una mano a mi frente para ver si aquello funcionaba.
Por minutos estuve así, hasta que dejé de escuchar las voces a mi alrededor. Unas imágenes borrosas volvieron a mí, pero no más que eso.
—Dawn, ¿qué estás haciendo?
—Cállate, estoy intentando recordar lo de anoche, pero no puedo con ustedes gritando.
Se ríen de nuevo.
—No es necesario recordarlo cuando lo tengo grabado en mi teléfono —apunta Connor—. También tengo un par de fotos tuyas en donde estás echando todo lo que tomaste. Son asquerosas…pero geniales.
Entorno mi mirada hacia él, encontrándome con su sonrisa pícara, agitando su móvil de un lado a otro y guiñándome el ojo.
Le arrebato el teléfono de las manos cuando se encontró con la guardia baja y busco con rapidez el supuesto video y las fotos.
Cuando encontré lo que buscaba, aprieto el botón de reproducir y el video comienza. Es corto, pero muestra muy bien cómo me acerco a Samuel y lo invito a salir en frente de todo mundo.
El corazón se me acelera conforme cada segundo pasaba, y entonces, él acepta. Justo como Jules y Connor habían dicho.
Con la respiración agitada le devuelvo el móvil al rubio. Él lo tomó de mis manos.
—No mentían —dije con voz apenas audible. Ambos asintieron, burlones—. ¿Y ahora qué voy a hacer? —Me levanto de la cama de un brinco, exaltada porque ahora que sabía que era verdad, el pánico sucumbió— ¿Qué me pongo: un vestido o una falda? ¡Ni siquiera sé cuándo es la cita! Oh, Dios, debo comprarme algo. ¡Y bañarme! Tengo que asearme.
—Lavarte los dientes tampoco estaría nada mal, Dawn. —sugiere Connor. Le dirijo una mirada pesada.
Volví a echarme en la cama y me tapé la cara con la almohada. El video seguía reproduciéndose en mi cabeza una y otra vez, arrepintiéndome de todo aquello.
Y perdida en el mundo de mis pensamientos, es cuando un recuerdo viene a mí. Uno que no estaba grabado por mi amigo Connor, uno en el que nadie más de la fiesta se encontraba con nosotros.
Solamente Samuel y yo. Nuestro primer real encuentro, no solo un saludo por los pasillos del instituto, sino una conversación casual.
Y después me robó un beso. Fue corto, tierno, imprevisto.
Me hizo temblar de pies a cabeza, y fue tanta la impresión que cuando quise responderle, él ya se había separado de mí con una sonrisa ladina.
Me sentí en las nubes y le sonreí como boba enamorada, porque justo así estaba por él.
***
La campana sonó, anunciando la hora del almuerzo.
Comienzo a recoger mis cosas mientras la profesora Marshall seguía con la clase. Termino de guardar todo en mi mochila, dejándola reposar sobre el taburete, recargando mis brazos sobre ella, ansiosa porque ya terminara el tema.