—Esa es la idea más terrible que has tenido en tu vida. —dice Jules, llevándose una fritura a la boca.
La sonrisa se me borra de la cara, claramente decepcionada.
—No sé si esa idea es muy inteligente o muy estúpida, D —sigue Connor—. Juro por todo lo que amo que a veces eres la persona más espontánea que conozco, porque nunca sabremos con qué idiotez saldrás luego, pero no te ofendas, bebé, eres única y detergente.
—¿Debería estar ofendida o halagada, amarillo?
Me ignoró rotundamente.
—Tu madre te hubiera puesto Ariel, ¡así como el jabón! El chiste tendría más sentido, y tal vez tú también.
Mis amigos sueltan la carcajada y la castaña alza la mano para que el otro le de los cinco. Ruedo mis ojos, cruzándome de brazos e intentando guardarme la risa que quería escaparse de mis labios.
Debía admitir que en lugar de sentirme ofendida, me dio más risa que nada. Pero como mi lado dramático no podía hacer falta, abro la boca, haciendo mi mejor papel de resentida por su mal chiste.
El acto me duró diez segundos porque mis amigos, al verme tan metida en mi actuación, se rieron aún más. Terminé uniéndome a ellos.
—Vamos, chicos, en voz alta suena ridículo, pero en mi cabeza suena bien —digo después de calmar mi risa—. Hasta tengo referencias de él. Verán, dejen buscarlas.
Los dos ponen cara de desconcierto al no saber a lo que me refería, pero era cierto lo que decía sobre tener referencias. Hoy me había dedicado a buscar a chicas que hayan besado a Eli Brown, y déjame decirte, era un buen puñado de jovencitas con la hormona alborotada.
Así como yo, solo que no por él.
Conseguí gran mayoría de esa información en los baños, cuando veía a grupos de chicas entrar juntas. Hice un buen trabajo en sonsacarles lo que quería, y no me avergüenzo de decir que hasta hice un pequeño formulario en donde lo llenaban de sus testimonios.
Já, pobres ilusas.
Tomo mi mochila, la cual estaba en una silla y saco los papeles en donde estaba la información adquirida. Me acomodo en la cama de manera en que pudiera ver a Jules y Connor de frente. Volteo a mi alrededor para ver si no había nadie merodeando por mi casa antes de aclararme la garganta y leer:
—Este es de Ashley, segundo año: “Es un poco indecente, pero debo decir que nunca me habían besado de esa manera y el resultado final del besuqueo fue…bueno; llegué a mi casa y me di una ducha helada”.
Jules abre los ojos con sorpresa; Connor alza las cejas con la picardía brillando en sus pequeños ojos.
—Jennifer, tercer año: “Alza la temperatura a grados muy convenientes”. —los miro a ambos y leo otro papel— Camille, tercer año: “Fue lo máximo, como si sintieras que…” ¡Oh, vaya! No terminaré de leer eso porque es un poco perturbador. —me río nerviosa, pasándoles el papel para que ellos lo leyeran por su cuenta.
—Diablos. Siento que tengo que refinar mis habilidades culinarias. —dice Connor al terminar de leer el comentario. La castaña tapa se tapa la cara con la mano, negando.
A continuación, leo otro par de papeles más, probando así mi punto. No había falla alguna en mi plan, a menos que él rechazara mi propuesta, pero en todo lo demás, era asombroso.
Ya hasta podía imaginarme qué tan buena sería besando cuando Eli trabajara su magia conmigo, y es entonces cuando me le plantaría a Samuel de frente y lo besaría de tal manera que se enamoraría de mí.
No, no, elimino lo último. Eso sí fue tonto, ¿cómo alguien se enamoraría solo con un beso? Creo que nadie. Solo esperaba que al menos se impresionara de mis dotes en el área del besar.
Próximamente: Dawn, la mejor besadora de River High.
***
Bien, las clases estaban por terminar y ya estábamos a mitad de semana, lo cual significaba que solo faltaban dos días para mi gran cita con Samuel.
Pero hoy sería el día en el que buscaría a Eli para presentarme y plantearle la propuesta que tenía para él.
Aunque pensándolo bien, en realidad no era una propuesta porque no tenía nada por ofrecerle, al menos nada que a él le interesara. Mejor dicho, me presentaría y le pediría que me diera clases de besuqueo.
No sabía cómo lucía siquiera, solo sabía de él su nombre y lo que quería de él, no más. Tampoco creía que encontrarlo fuera difícil ya que muchas sabían cómo era y dónde podía encontrarlo, así que mi preocupación no era esa.
Continúo con los ejercicios de matemáticas que estaban anotados en la pizarra, pero no me podía concentrar. No cuando no podía dejar de ver a Samuel, quien platicaba con su amigo mientras resolvían los mismos ejercicios que yo.
Comencé a jugar con mi lápiz, agitándolo con mi mano, con la cabeza recargada en la palma del otro.
Me río cuando él lo hace, de manera inconsciente. Veo su perfil y siento que me derrito. ¿Cómo podía ser tan perfecto?
—¿Quieres un pañuelo para limpiarte la saliva? —habla alguien a mi lado. Me sorprendo al escuchar la voz, causando que diera un respingo en mi sitio.
Giro mi rostro hacia el chico que estaba sentado enseguida de mí. Niego con la cabeza, un poco avergonzada porque me había atrapado viendo a Samuel como acosadora.
Cierro mi boca y limpio la saliva imaginaria que se encontraba en mi boca.
Hubiera aceptado el pañuelo para limpiarla, pero no gracias a Samuel, sino al que me lo ofreció, porque vaya que él sí que estaba guapísimo. Apreté mis labios nuevamente para no delatar mi sorpresa al verlo.
Carraspeé y recompuse mi postura, enderezando mi espalda y echando mi cabello hacia atrás.