Los chicos y yo nos quedamos en silencio, esperando la respuesta del apuesto rubio que tenía al frente.
Apreté mis labios en una fina línea, ansiosa por no saber lo que pasaba por la mente del chico. Escucho a mis espaldas como mis amigos se revoloteaban y susurraban cosas entre sí, tal vez poniéndose de acuerdo en cómo se burlarían después, en caso que fuera rechazada.
Si lo pensaba bien, había una muy grande posibilidad que él aceptara a enseñarme a besar ya que, a lo que investigué, sí que le gustaba hacerlo. Eli tiene una lista bastante grande de chicas a las que ya había besado.
Entonces, ¿por qué no enseñarle a esta pelirroja desesperada en busca de salvación?
Pero por otra parte, también había una oportunidad aún más grande de que terminara rechazándome, ya que todas las chicas a las que le pedí referencia terminaron advirtiéndome de lo mismo: no te ilusiones, no te encariñes, mucho menos te enamores, ya que él solo te sacaba a una cita, no más.
No sabía muy bien la razón por la cual él hacía eso, teniendo a docenas de jovenes de todo el instituto queriendo ser algo más que solo una sesión de besos. Si bien solo se sabía de él su nombre y apellido, haciéndolo misterioso y dándole ese aire de chico malo, por alguna razón, yo no lo percibía de esa manera.
Sí, era misterioso, y yo era alguien muy curiosa, pero hasta hace unos días no le había puesto la atención que todas las demás chicas le daban. Tengo en mi memoria algunos recuerdos de él, desde hace ya algunos años que coincidimos en varias clases, pero nunca me había acercado a él para preguntar su nombre o viceversa. Habíamos sido completamente indiferentes, hasta ahora.
Aunque recordando nuestro encuentro en la clase de matemáticas, él sí parecía conocer mi nombre, un detalle que no había tomado en cuenta hasta este mismo segundo.
Comienzo a tamborilear mis dedos en la mesa, impaciente, mientras lo veía tomar su malteada, como si lo que le acabara de decir no le hubiera sorprendido en absoluto.
Eso, o no prestó atención a lo que le acabo de pedirle.
¿Sería buena idea preguntarle de nuevo o huir como buen cobarde que soy?
—¿Cada vez que te dirijas a mí dirás mi nombre completo? —dice, sacándome de mis pensamientos. Alzo la vista, encontrándome con la suya. Mantenía una sonrisa juguetona— No lo tomes a mal, primor, de hecho, me gusta el hecho que pronuncies mi nombre, pero guárdalo para cuando estemos tú y yo solos.
No realicé que estaba a unos centímetros de mi rostro hasta que sentí su cómo un mechón de su cabello me rozó la mejilla cuando se quitó la cachucha, dejando su cabello —algo largo— caer. Como reflejo me retraigo, ya que ambos nos habíamos inclinado hacia el centro de la mesa.
Me recargo en el respaldo del asiento y segundos después el hace lo mismo, satisfecho al ver que me había descolocado.
—De lo que te pregunte, ¿de verdad fue eso lo que te importó? —le pregunto con cara larga— Y además, esos coqueteos no funcionarán conmigo. —digo con voz clara.
—Pero logré ponerte nerviosa, ¿no?
¿Nerviosa? No. Pero sí me sorprendió verlo tan cerca de un momento a otro. Entonces, es ahora cuando la Dawn valiente y atrevida sale a relucir.
Vuelvo a inclinarme hacia adelante, levantando mi cuerpo para acercarme más a él. No me importó que alguien más pudiera vernos.
—Para nada, ¿y sabes por qué?
Eli se acerca de nuevo a mí, alzando un poco el rostro ya que estábamos a desnivel.
—Ilumíname. —sonríe.
—Porque a mí ya me gusta otra persona, tampoco eres la gran maravilla.
Y con eso dicho, me retiro una vez más y me acomodo en el asiento, dejándolo a él sin habla. Punto para mí. Dawn con dos puntos, Eli con cero.
La única mentira fue que yo le haya dicho que no era la gran maravilla, pero vaya que sí tenía la apariencia de una, con su cabello dorado, ojos rasgados, una atractiva barbilla partida y un lunar justo arriba de sus carnosos labios.
—Eso fue muy...caliente —dice mirándome a los ojos, pero se queda callado unos momentos, pensando— Pero si dices que yo no te gusto, ¿por qué pides besarme para aprender? No tienes que inventar una excusa para besarme, lindura. —y le da otro sorbo a su bebida.
Yo imito su acción, él me mira con picardía, como si en verdad tuviera un interés por él que no fuera aprender a besar. Decido ignorar el último comentario, respondiendo solo la pregunta.
—Fácil, porque no sé besar y cuando bese a....al chico que me gusta no quisiera dejarlo babeado. —me encojo de hombros, como si lo que había dicho hubiera sido lo más obvio del mundo.
Eli me mira curioso, como si no supiera reaccionar ante mí.
—No creo que beses tan mal, bonita. —reitera, un poco escéptico.
—Oh, no, amigo, Dawn sí que besa mal —y entonces interviene Connor, hablando desde su asiento—. Yo la vi besar una vez a un chico y fue malo, pero muy malo, de mucho.
Eli comienza a reírse, como si no creyera lo que le acabara de decir mi amigo. Tapo mi rostro con ambas manos, porque se me había olvidado por breves momentos que Jules y Connor nos acompañaban.
Pero era cierto, una vez mi amigo presenció el momento cuando besé al chico que me gustaba en aquel entonces, hace años.
—Dawn lo besó y nunca más regresó. Pobre chico, debió ser traumatizante. —siguió la castaña.
Oh, Jules también estuvo ahí.
—¿Hace cuánto fue eso? —inquirió el rubio frente a mí.
—¡Eso no importa! —interfiero antes que sigan avergonzándome.
Veamos, tenía que escapar de aquellos dos si quería quedar con, al menos, un poco de orgullo intacto, y así proseguir con mi plan y de alguna manera, persuadirlo en que aceptara. Si me quedaba en el local con Jules y Connor pisándome los talones y contando anécdotas vergonzosas de mí, no lo lograría.
Tenía que idear un pequeño plan de escape.
Segundos después saco mi móvil y pretendo como si me hubiera llegado un mensaje. Aviso que mamá quería que regresara a casa. Me despido con rapidez de mis amigos sin dejarles oportunidad de reclamar. Tomo a Eli de la muñeca y pagamos la cuenta con apuro.