11 | ¡Oh, señor policía!

—Dawn, ¡vamos a estrellarnos! —Escuché la voz alterada de Eli colarse por mis oídos— Baja la velocidad, no quiero que nada le suceda a Mónica.

—¡Pero si soy una excelente conductora! —Reclamé— Vamos, no te preocupes, no pasará nada. Además, quién es ¿Mónica?

Me cambio de carril, aún con la misma velocidad, causando de pronto la sensación de que el auto se descontrolaría en cualquier momento. Observo como Eli da un trago duro, como una señal de nerviosismo.

—Así se llama el auto de mi padre, lo sé, patético —dice, cuando recupera el aliento—. ¿Quién nombra a sus autos? —se ríe.

Me quedo callada, apretando mis labios, no queriendo revelar que yo era una de esas personas.

¡Pero vamos! Es más divertido nombrar algunas de tus pertenencias. ¿Acaso no es más divertido decir: "vámonos, Mónica nos puede dar un aventón"? Para al final decirles: "¿Qué si quién es Mónica? Oh, pues mi auto" y después reírte maquiavélicamente. Es genial ver las expresiones que los demás ponen cuando al fin entienden tu chiste.

Uno muy malo, por cierto.

Después de unos momentos, dibujo una sonrisa maliciosa en mis labios cuando una idea se me viene a la mente. Hasta visualicé el pequeño foco aparecer encima de mi cabeza.

Una broma no le vendría mal a nadie, ¿o sí?

Le echo una mirada rápida a Eli, comprobando que su semblante no se encontraba tranquilo o coqueto como usualmente lo estaba, así que solo para mi diversión y para su sufrimiento, comienzo a fingir que el carro se salió de control de pronto, haciendo que el manubrio fuera de izquierda a derecha ligeramente cuando veo que la calle se encontraba prácticamente vacía, solamente con un par de carros a unos metros más adelante, pero con ninguno atrás.

—¡No puedo frenar! —Grité de pronto, fingiendo temor— ¡Eli, no puedo frenar!

Comienzo a mover mis pies, haciendo afán de estar pisando el freno, cuando en realidad no lo hacía, sino que aceleraba un poco más cuando perdíamos velocidad.

—¡Maldita sea, Dawn! —Grita, unos segundos después— ¡Deja de acelerar, por amor a los besos!

Contengo una carcajada en mi garganta al escuchar la expresión que acababa de expresar el rubio.

¿De verdad? ¿"Por amor a los besos"? Bueno, en realidad no tenía nada que juzgar cuando la de las expresiones ridículas era yo.

—¡No atrevas a reírte en un momento así, por una mierda! —bramó, apretando el cinturón de seguridad más a su pecho.

Desvié el volante hacia la derecha, esquivando un carro y ganando un insulto por parte del conductor al pasar tan cerca de su coche.

Era una lástima que no pudiera grabar la expresión de Eli con mi teléfono y conducir al mismo tiempo. Esa reacción sí que valía la pena guardarla por siempre.

Y tal vez colgarla en Youtube...

Caquita. Justo cuando Connor debería estar conmigo, grabando todo como lo usual, no se encontraba conmigo.

Connor... vaya, lo extrañaba. No hemos hablado en semanas. Aunque él intentara acercarse, siempre se detenía al final o simplemente Jules me jalaba en la dirección opuesta a donde él se encontraba cuando nos caminos se cruzaban en el instituto.

Ensimismada en mis pensamientos, perdí la noción de la velocidad a la que iba, acercándome peligrosamente a un semáforo en rojo, en donde los autos pasaban con desenfreno.

Estaba a justo a unos metros de causar un accidente, cuando de repente, reacciono y piso el freno con fuerza, causando que el auto se detuviera en seco y que ambos nos impulsáramos hacia adelante al detener el coche de pronto.

Un grito afeminado de pronto se coló por mis oídos, haciendo que volteara a mi derecha, con los ojos grandes por el asombro.

Apreté mis labios, viendo como Eli respiraba descontroladamente, dando fuertes caladas de aire sin soltar el cinturón contra él.

Ambos nos quedamos en silencio, yo haciendo un esfuerzo descomunal por no perder los estribos y reírme a carcajadas, y el rubio observándome con los ojos desorbitados por el susto y sorpresa.

Le echo una mirada burlona, y cuando estuve a punto de hablar, me interrumpió sabiendo a la perfección lo que diría.

—No te atrevas a decir una palabra, Dawn —advirtió, una vez controló su respiración.

Al cabo de unos momentos, hablé, ignorando por completo su advertencia. —¿Qué fue ese grito? —Pregunté, riéndome ya a más no poder— Has gritado como mi hermana, tal cual una niña pequeña viendo una película de terror. —terminé la frase entre risas.

—Solo...olvida eso, ¿sí?

—¡Ni loca!

Sostengo mi abdomen, éste doliéndome ya de tanto reírme.

Al cabo de unos segundos, observo el semáforo cambiar a verde, por lo que comienzo a conducir como si no hubiera pasado absolutamente nada, con una sonrisa radiante en mi rostro, la cual le compartí a Eli.

—Dawn...

—Dime, Eli. —contesté con inocencia falsa en mi tono de voz.

—¿Qué pasó con los frenos, primor? —noté sarcasmo en la suya, con una tranquilidad inquietante.

Me río sutilmente, ya un poco nerviosa por su expresión. Sin embargo, no mostré debilidad.

—Oh, ya sabes. Solo pisas el freno y el auto se detiene... ¿es que no sabes manejar, amarillo? —le explico, haciéndole una pequeña demostración.

Él carraspea. Yo carraspeo.

Después le regalo otra sonrisa.

—Dawn, primor, yo pensaba que los frenos estaban averiados hace no menos de dos malditos minutos.

—¡Sorpresa! —Exclamo— Todo está arreglado. Todo está perfecto —explico—. Una broma inocente, rubio. No pasó nada, estamos vivos.

—¡¿Eso fue una broma?! —inquiere, alzando los brazos, frustrado.

Río mentalmente para no causar más revuelo.

Sí, esto definitivamente valió la pena aunque esté muerta de miedo al ver su reacción.

De un momento a otro, cuando estaba concentrada en la carretera y tarareando la cancón que sonaba en la radio, Eli se abalanza contra mí, gritando con el afán de asustarme —lo cual logró exitosamente—, haciendo que esta vez sí saltara en mi lugar y soltara el volante, dejando que el coche tomara rumbo hacia la banqueta.