Me quedo completamente petrificada al instante en que sentí la boca de Eli junto a la mía.
Solo que la de él era la única que se movía. Mis ojos estaban abiertos de par en par, desorbitados. En verdad que no me había esperado que me besara tan repentinamente.
Sí, yo estaba determinada en hacerlo, pero toda esa charla de deberle algo me desconcentró y cuando menos lo pensé, ¡bam! Él ya me estaba besando.
Mis manos estaban sudando, suspendidas en el aire. Reaccioné cuando él abrió sus ojos y vio fijamente a los míos, causando que mi corazón casi explotara. Pude casi sentirlo salirse de mi pecho, justo así como en las caricaturas. Absurdo, lo sé.
Lo más tonto era que no sabía por qué estaba reaccionando de ésta manera.
Bajé mis manos y apreté la tela de mi vestido entre mis puños, no sabiendo qué hacer. Eli volvió a abrir sus ojos, esos tremendamente comunicativos, como nunca los había visto hasta ahora; su iris era de un hermoso color aceitunado, oscuro y profundo, que parecía abismo.
Un abismo por ojos que, si no tenías cuidado, podrías caer en él y no salir jamás.
Al verme pasmada, sonrió sobre mis labios, revolviéndome el estómago a su paso... ¿comí algo que pudiera haberme causado indigestión? Me llevé una mano al abdomen, presionándolo levemente.
Eli, no conforme con el tremendo beso roba aliento que me dio, se pasó después a la comisura de mis labios, trazando un camino a mi mejilla con tanta delicadeza que, si no hubiera estado sentada, de seguro mis piernas hubieran fallado, temblando como gelatina.
De manera inconsciente volteé mi rostro un poco, dejando que siguiera trazando un camino de besos de vuelta a mi boca, depositando un último sobre esta, corto. Me llevé sorpresa una segunda vez cuando solté un suspiro tembloroso.
El rubio se separó de mí, con una sonrisa de boca cerrada sobre su rostro. Sus ojos rasgados y pequeños sonreían junto a sus labios mientras me veían con un brillo extraño, pero en definitiva lindo, algo que no sabía muy bien cómo describir.
Mis ojos todavía se encontraban grandes, recorriendo cada centímetro de su cara.
¿Qué te pasa, Dawn? ¡Reacciona!
Eli, todavía al verme en estado de shock, bajó su mirada hacia mi regazo, encontrando mi mano todavía empuñando mi vestido, causando que éste mismo se alzara, dejando más a la vista mis muslos.
Regresó la mirada a mis ojos un segundo antes de volver su vista a donde estaba antes. En un movimiento rápido y conciso, llevó una de sus manos a la mía, desenredando mis dedos de la tela entre ellos. Continuó a alzarla ligeramente y entrelazar sus largos dedos con los míos.
Sin pensarlo mucho, Samuel invadió mi mente, también cuando él había tomado mi mano. Comparé sus manos inconscientemente. Las de Samuel se sentían ligeramente más pequeñas que las de Eli, y aunque el remolino de emociones que me causó fue increíble, se sentía de una manera muy diferente a lo que estaba sintiendo ahora mismo con el rubio.
Era confuso siquiera sentir algo cuando era Eli quien me tomaba la mano. Vamos, ¡éramos amigos! No se sentía de la misma forma a cuando mis manos entraban en contacto con las de Connor, ya que con él sentía... nada.
Las de Eli me provocaban algo a lo que no podía otorgarle un nombre todavía, pero extrañamente, se sentía extremadamente natural tener nuestras manos así, entrelazadas. Mucho más natural de lo que se sentía con Samuel.
Vine a suponer que era porque el último era el que me gustaba y me sacaba de mis sentidos. Eli no, aunque no desconocía lo guapo que es.
—Panqué, ¿por qué no me correspondes? —Preguntó de pronto, en voz baja, acariciando el dorso de mi mano, dibujando pequeños círculos sobre ella.
Tragué duro. No podía hablar, no cuando me veía de esa manera tan... extraña.
—¿Corresponder? ¿De qué hablas? —Me reí nerviosa— Deja de bromear, sabes que me gusta Samuel, tontito. —le di un pequeño golpe amistoso.
Su expresión cambió en un segundo. Rapidísimo, como si nunca hubiera portado la anterior.
Sonrió de par en par, riéndose unos segundos después, negando con la cabeza.
—Estoy hablando del beso, panqué —soltó mi mano—. Esto funcionara mucho mejor si correspondieras los besos, ya sabes, para aprender.
Me guiñó un ojo, coqueto.
Caquita, y yo diciendo tonterías como aquellas. Mis pensamientos estaban revueltos.
—¡Por supuesto que sabía que te referías al beso! —me reí nerviosa, moviendo mis manos— Solamente bromeaba contigo, naranjita.
¡Santa caquita! ¿En serio, Dawn? ¿"Naranjita"?
—¿"Naranjita"? —repitió él.
—Sí, eso parece. Solo... me salió. Supongo que fue por el momento, ya sabes —me encogí de hombros—. Me sentí excluida porque no tenía un apodo para ti.
—¿Y por qué "naranjita"? —se rio a carcajadas.
Su risa me sacó una a mí al verlo de esta manera ya que eran pocas las veces en las que realmente se reía sin que nada le importara. No sabía si en su casa lo hacía a menudo, pero no importaba porque yo había tenido la oportunidad de escucharlo.
¡Caquita! Hasta su risa era atractiva, ronca, sexy. ¿Ya había mencionado que era atractiva?
O eso pensaba hasta que se rio tal cual un cerdito. Solamente emitió ese sonido una vez; fue en verdad gracioso y un poco tierno.
—Bueno, creo que prefiero decirte "oink". —dije en forma de broma.
Él me miró, parando de reírse. —Como quieras, panqué. Acepto lo que quieras, mientras me lo digas cuando estemos solos. —me regaló una sonrisa pícara.
Volteé los ojos, negando con la cabeza, divertida.
—Pero aún no me dices por qué decidiste llamarme "naranjita", así, de pronto.
—Ya te dije que no sabía la razón. Supongo que no tiene significado —volví a encogerme de hombros, ladeando la cabeza—. Además, tú tampoco me has dicho por qué me dices "panqué".
Eli se acercó a mí, inclinando su cuerpo al mío un poco, dejando una brecha un poco amplia entre ambos. Entendí que quería que también me acercara, así que lo hice, inclinando mi cuerpo al frente, recargando las palmas de mis manos cerca de las suyas.