Cómo aprender a besar con Eli Brown

16 | La nueva cupido.

—No.

—Vamos, rojita. Solo un poco más. —rogó Connor.

—¡Pero ya te comiste casi todo el panqué, Connor! —tomé el postre entre mis manos, arrebatándoselo antes que pudiera tomar el último pedazo restante.

Como le había prometido, horneé un panqué, solo que esta vez, había guardado un pedazo para Eli, a quien tenía pensado darle un poco debido a que no había preparado nada para su cumpleaños, y bueno, no tenía dinero para comprarle algo.

—Pero quiero más... —puso expresión de cachorro. Sabía que no podía negarle nada cuando ponía esa cara.

Entrecerré los ojos, con recelo. Debía mantenerme firme en esta ocasión. Alcé el mentón, abrazando más fuerte el panqué a mi pecho.

—Ya te dije que este último pedazo es para...

—Sí, sí, es para Eli, ya lo sé —me interrumpió, meneando su mano, restándole importancia—. Pero escucha, el tipo no podrá enojarse si no sabe que horneaste un panqué, asi que los tres podemos mantener el secreto y yo puedo comerme ese último pedazo. Fue hecho para estar dentro de mí.

Me mira con una sonrisa maliciosa en su rostro, después pasándola al pan que sostenía firmemente. Paseaba sus ojos del panqué a mi rostro. Me alejé de la mesa un poco en cuanto noté las negras intenciones de Connor.

Justo a tiempo cuando había estirado el brazo, listo para arrebatarme lo que codiciaba.

—¡Aléjate, amarillo! ¡No te acerques, gordo!

De un brinco me paré, apuntándolo con un brazo, para hacer más efectiva mi advertencia, pero como lo usual, Connor nunca optaba por hacerme caso. Mientras tanto, Jules nos miraba a ambos, divertida.

Siempre era así entre los tres. Mientras Connor y yo discutíamos por algo, Jules siempre se quedaba de espectadora y cuando ella decidía que era suficiente, ya sea porque comenzábamos a hacer un escándalo y le daba vergüenza o porque le causábamos dolor de cabeza, nos callaba.

—Connor, deja de perseguir a Dawn por un pedazo de panqué. —dice entre risas, viéndonos en una batalla más divertida que mortal por el postre.

—¡Pero siempre que hace panqué todo era para mí y para ti! —reniega, cruzándose de brazos.

Decido pararme detrás de Jules, usándola como escudo para impedir que Connor decidiera atacar de nuevo. Siempre funcionaba.

—Sí, pero ahora no eres el único hombre en la vida de Dawn —dijo de pronto la castaña, causando que alzara las cejas, sorprendida—. Bueno, además de su padre, claro. —se rio.

Connor arrugó el entrecejo. Me senté al lado de Jules, todavía impresionada. No sabía si lo que había dicho fue una broma o no. Viniendo de ella, lo más seguro era que fuese la primera opción. Lo confirmé cuando observé su sonrisa ladina, pícara.

Le di la razón ya que Samuel era imposible de ignorar ahora. Nuestra relación iba creciendo de poco a poco.

—No me gusta —el rubio también tomó asiento, colocando sus codos en la mesa—. Dawn, no me gusta que haya más hombres en tu vida.

—Antes te burlabas porque pensabas que me iba a quedar sola porque Samuel no me prestaba atención, pero ahora que tengo a alguien, te quejas —hago un puchero—. ¡Estás peor que Danielle cuando tiene la regla! Contesta esto: ¿por qué no quieres que haya más hombres en mi vida?

Connor inclinó su torso hacia adelante, con una expresión seria en su fino rostro. Si algo envidiaba de él, era su piel tersa, sin ninguna imperfección. Admitía que tenía lo suyo, era guapo en verdad.

Solo que, bueno, no me gustaba. Ni yo le gustaba.

—¿Es que no es obvio? ¡Están reduciendo las porciones de comida que recibo! ¡Es inaceptable!

—Entonces haré dos panqués, o dos de lo que sea que haga. Uno para ti solito y el otro para Jules y "los otros hombres en mi vida". —me burlé.

A Connor le brillaron los ojos. Me tomó la mano.

—¿Me lo prometes?

Asentí como respuesta, rodando los ojos. Así de fácil era poner feliz a alguien como él. Mientras hubiera comida, tenías su corazón.

—Bien, ahora puedes tener a los hombres que quieras. Solo que este bombón debe ser tu número uno. —se apuntó a si mismo con los pulgares.

—Por favor, si te refieres a ti mismo como "bombón" no te consideres mi amigo —dijo Jules, riéndose a pulmón abierto—. En serio, de bombón no tienes ni una pizca.

—Mujer sin buen gusto, por lo que veo —respiró hondo—. Dawn, ¿también eres una mujer sin cultura, con mal ojo?

Volteó a verme, esperanzado.

—Connor, tú eres nuestro elotito. No podemos verte guapo. —le mentí, conteniendo una risa en mi garganta.

—Y pensar que siempre hablo de ustedes como las mujeres más hermosas que conozco —se lleva una mano al pecho, dramatizando la plática. Niega con su cabeza repetidas veces antes de levantarse—. Me rompen el corazón.

Se limpia una lágrima falsa.

—No, solo el ego, cariño. —apunta Jules.

—¡Mujeres desalmadas, sin gustos refinados! ¡Me voy!

Y dicho y hecho, lo hizo. Jules y yo esperamos a que Connor desapareciera de nuestras vistas para poder reírnos a carcajadas, ganándonos un par de miradas curiosas en la cafetería de la escuela.

Dos minutos pasaron cuando el rubio regresó a nosotros con algo entre sus manos. Cuando llegó a nuestra mesa, mostró lo que había comprado. Un jugo de naranja y un par de donas, el postre favorito de Jules.

—Miren, les compré comida. —dijo inocente, ofreciéndonos las cosas entre sus manos, como si nunca hubiera sucedido lo anterior.

Tomé el jugo y lo abrí. No quería que la hora del almuerzo se pasara sin darle la rebanada de panqué a Eli, así que me levanté, antes que se hiciera demasiado tarde. Les anuncié a ambos a dónde me dirigía, pero en cuanto lo hice, la campana sonó, avisando que había acabado ya la hora del almuerzo.

—Caquita. Supongo que tendré que dárselo en clase.

Los tres nos encaminamos hacia el pasillo, que en poco tiempo se había llenado con los demás estudiantes.



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En el texto hay: besos, aprendiendo a besar, panque

Editado: 23.08.2021

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